Capítulo 20: ¿Quién eres, Antonio?

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Era de noche y yo no podía dormir. Aunque siendo sincera eso no era una novedad. Y es que tenía mil y un pensamientos atormentándome. Antonio había prometido explicarme todo lo que sucedía, aunque no sabía muy bien su significado de "todo" y yo tenía que esperar que la noche pasara para poder escuchar sus excusas matutinas.

Había información que sabía y que no debía revelarle, por mas que quisiera fanfarrear a mi favor. ¿Por qué él pensó que el alcohol había alterado algo en mi sistema? ¿Era él realmente quién estaba monitoreando mi celular? ¿Y por qué había dicho que había visto a uno de los hombres de negro rondando cerca de mí cuándo yo no había visto a nadie así?

El verdadero problema apareció cuando logré dormirme. Normalmente no era de tener muchas pesadillas, pero hoy decidieron jugarme una mala pasada.

Vi al mismo hombre de bata blanca sonreírme cínicamente. Una cegadora luz blanca sobre mí y la sensación de estar llorando. Todo nuevamente como un flashback.

Me desperté de un salto, con mi frente bañada en sudor y lo que prometían ser lágrimas secas en mis mejillas.

Un ruido en la ventana me puso alerta.

Giré mi rostro hasta allí y vi una pequeña luz roja que sobresalía un poco en el marco de la ventana. Volví a escuchar un golpe provenir de allí y lo primero que pensé fue en salir corriendo de mi habitación, ignorando aquella luz.

Encendí todas las luces generales que estaban a mi alcance mientras me abría paso por los pasillos del apartamento. No lo pensé dos veces cuando abrí la puerta de la habitación de mi guardaespaldas y entré, respirando agitadamente. Encontrándolo observando algunos papeles en su escritorio.

-Pero, ¿qué...? ¿Erika? Erika, ¿qué haces aquí? -preguntó luciendo confundido por mi repentina aparición.

-Yo...

Lo miré, sintiéndome repentinamente mal por haber invadido su privacidad así porque sí. Estaba sin camisa, y esta era la primera vez en toda mi vida que lo veía sin una. El tatuaje de su brazo resultaba ser un poco más grande de lo que había pensado. Se veía extremadamente guapo, cualquier chica posiblemente no hubiese podido apartar la mirada de su musculoso cuerpo, pero mi relación con Antonio estaba lejos de esas tonterías.

¿Que qué hacía allí? Ahora que me ponía a pensar con claridad, no entendía qué hacía allí. Tal vez, una parte de mí, a pesar de todo, confiaba en Antonio y sentía que él podía protegerme.

-Tuve una pesadilla...

Y sólo ahora me daba cuenta de lo estúpido e infantil que eso sonaba. Pero ya estaba allí, y debía aprovechar el haber podido entrar.

-Fue sólo una pesadilla -explicó.

-¿Puedo dormir aquí? -pedí poniendo mi mejor cara inocente -Escuché un ruido en la ventana.

-Erika...

-Por favor -supliqué deseando llevar a cabo mi plan -. Puedo dormir allí, no importa -señalé el pequeño sofá que había en su habitación.

Él caminó hasta su armario y sacó una camisa blanca de tela suave que no tardó en ponerse.

Me observó fijamente y me abracé a mí misma.

-Tengo miedo -dije en un susurro apenas audible.

Dios mío, debía estudiar actuación, me iría bastante bien en esa carrera.

-Bien -dijo encendiendo la lámpara junto a su cama.

-Gracias... -susurré fingiendo estar avergonzada.

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