Capítulo 50: "Una advertencia con sentido"

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Irreal.

De repente así se había vuelto todo aquello. Demasiado irreal como para ser real.

Si no fuera por Antonio, que aún me sujetaba, estaría tumbada en el suelo. Ni siquera sabía en qué momento había dejado de patalear y golpear a Antonio. No sabía en qué momento había aparecido Odiseo, ni entendía qué tanto murmuraban con expresiones de preocupación.

Mi cuerpo estaba allí, mis pensamientos no.

Era como si fuese un pequeño vegetal.

No me movía, no hablaba, y ni siquiera estaba llorando.

Y es que mi mente era un caos. Nada tenía sentido.

¿Por qué se habían llevado a Keitan? ¿Quiénes se lo habían llevado? No entendía nada. Era como si toda la inteligencia que una vez me había destacado en el instituto se hubiese esfumado de la manera más sutíl posible.

No entendía porqué se habían llevado a Keitan cuando verdaderamente era a mí a quien todos querían.

¿Y ahora qué? ¿Qué iba a hacer? No era capaz de abandonar a Keitan. No lo dejaría y me iría así porque sí. Este era otro problema al cual tendría que enfrentarme. Tenía que salir del maldito estado de vegetal en el que había quedado, tenía que ser consciente de la situación.

Mis piernas dejaron de colgar como un peso muerto para sostener mi cuerpo firmemente sin la necesidad de que los fuertes brazos de Antonio me sostuvieran.

Ambos muchachos detuvieron la determinada conversación que llevaban a cabo con total seriedad. Antonio me soltó finalmente. No me había dado cuenta hasta ahora de que al parecer llevábamos un buen rato caminando de regreso por todo el parque que Keitan y yo habíamos recorrido anteriormente. La camioneta gris de Antonio estaba allí aparcada.

-Hay que ayudarlo -dije refiriéndome a Keitan.

-Hay que ponerte a salvo primero -sentenció Antonio con su típica actitud de tener el control de todo.

-Si no quieres ayudarlo, no te obligaré. Lo haré yo sola. Porque haría lo mismo por ti sin pensarlo dos veces, e incluso por él -señalé a Odiseo -. Porque no dejaré que nadie sufra las consecuencias por mí.

Antonio me miró.

Mi expresión seria solo afirmaba que mis palabras pronto se manifestarían en acciones.

Obviamente, imaginé a Antonio negándose a aquella locura, agarrándome por un brazo e impidiéndome cualquier intento por ir tras Keitan.

Me tomó por sorpresa que sonriera. Que sonriera como quien sonríe al recordar algo. Ocultó un mechón de cabello detrás de mi oreja sin despegar su azul mirada de la mía.

-Está bien -dijo finalmente y mi boca se abrió con incredulidad.

¿En serio? ¿Antonio estaba hablando en serio?

-Odiseo, hagamos un B-44 -informó girándose hacia él.

Odiseo asintió, tecleó algo en su celular y levantó su mirada entonces.

-Te llamaré cuando tenga una línea segura -afirmó abriendo la puerta de la camioneta gris e invitándome a entrar.

Cerró la puerta una vez me tumbé en el asiento del copiloto. Antonio y Odiseo intercambiaron unas cuantas palabras que se vieron ahogadas por la intervención de las ventanillas cerradas de la camioneta, antes de que el primero diese media vuelta y se sentase en el asiento del conductor.

Encendió la camioneta y la puso en marcha. Odiseo levantó una mano en forma de una despedida silenciosa y algo dentro de mí se sintió mal.

-Espera -puse una mano sobre la de Antonio - ¿Lo vas a dejar allí? -pregunté refiriéndome a Odiseo.

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