Capítulo 34: Un agente, una civil

130 19 2
                                    

Caminamos en completo silencio entre nosotros. Lo único que se escuchaba era el sonido de los autos que transitaban por las calles y el viento.

No sabía a dónde rayos iba, ni siquiera había sido mi intención terminar en la azotea del edificio.

Me acerqué al barandal e inspiré el aire frío que azotaba mi cabello y me quedé unos buenos minutos observando el cielo oscurecido.

—¿Qué haces? —cuestionó y lo miré.

Sus manos estaban ocultas en los bolsillos de la chaqueta que se había puesto con apuro antes de salir del apartamento para cumplir mi capricho.

—Miro las estrellas —respondí simplemente.

—¿Por qué?

—La pregunta más bien sería, ¿por qué no mirarlas? —cerré el cierre de mi chaqueta —Son fieles, siempre están brillando. ¿Sabes? Algunas de ellas se apagaron hace cientos de años pero su luz sigue viajando, dando la ilusión de que siguen brillando. Eso nos demuestra lo importantes que fueron, tanto así que su brillo nunca se apagó.

—Las estrellas son hipócritas —lo escuché murmurar y fruncí el ceño.

—¿Disculpa?

Caminó hasta el barandal y miró al cielo al igual que yo minutos atrás.

—¿Nunca te has preguntado por qué no dejan de brillar? Tal vez es una imagen. Hay miles de estrellas y ninguna se acerca a la luna. Las estrellas son hipócritas, le tienen envidia a la luna. Brillan intentando igualarla pero no lo logran.

—Pero eso no importa —dije, mirando en la misma dirección que él —. No importa porque aunque la luna esté rodeada de hipócritas, aunque se sienta sola, no deja de brillar.

—Exacto, White —giré mi rostro y lo encontré mirándome.

Tal vez yo era la luna. Tal vez Keitan quería recordármelo o tal vez yo estaba malinterpretado todo.

—¿Por qué bailas? —preguntó.

—Porque me gusta —dije obvia —. Y me gusta hacer lo que me gusta —reí —. Porque cuando bailo ballet me siento libre. Como si entregase mi alma en cada paso.

—Odio el ballet —me interrumpió y lo miré indignada.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Fácil. Porque las bailarinas de ballet son una farsa. Son como muñecas. Marionetas colgando de hilos invisibles. Se hacen ver tan delicadas, repitiendo los mismos pasos una y otra vez como si no tuviesen nada más importante que hacer. Todo lo que hacen es muy simple. Bailan alegremente, sin ningún tipo de esfuerzo.

—Oye, detente un momento —gruñí molesta, cruzándome de brazos —. Las bailarinas sí nos esforzamos. ¿Crees que bailar ballet es simple? Se necesitan años de practica para hacer un maldito split, y muchos más para pararse en puntas. Pararse en puntas es un dolor que se vuelve insoportable a partir del segundo sesenta. ¡Y nosotras nos paramos en puntas por horas! ¡Y con una gran sonrisa!

Me detuve para coger aire.

—No tenemos que fingir porque estamos haciendo lo que nos gusta, por nuestra propia voluntad. Aunque no sea fácil —suspiré —. Aunque en parte tengamos que mantener una imagen.

—Pero ustedes lo hacen ver tan... simple —dijo él.

—Pero no lo es —me senté en el suelo, bajo su atenta mirada.

Tanteé el suelo a mi lado para que se sentase y lo hizo luego de un momento de duda.

Me quité mi calzado y le mostré mis pies, heridos por el ballet.

Tazmania Donde viven las historias. Descúbrelo ahora