Misteriosamente tocaron el timbre del apartamento a las nueve de la noche, y misteriosamente, una valija gris apareció frente a la puerta.
-¿Debo suponer que tienes algo que ver en esto o debo preocuparme por un posible explosivo? -le pregunté a Keitan.
-Lo primero.
En la maleta había nada más ni nada menos que elegante y costosa ropa, tanto varonil como femenina. Acompañado con calzados, joyería y demás cosas; como lentillas y pelucas.
La maleta perfecta para jugar a los disfraces. Pero si había ropa de varón allí, significaba que...
-Dijiste que no podías ir.
-Seré tu chofer. Estaré vigilando los alrededores.
Me encogí de hombros y dividí lo que había en la valija entre femenino y masculino; entregándole lo respectivo a Keitan y llevándome lo mío a la habitación.
Una hora y algunos minutos después, abrí la puerta de la habitación y caminé el pequeño pasillo hasta la sala. Allí Keitan, sentado en el sofá, miraba al techo magníficamente aburrido.
Su cabello estaba peinado con algo de gel de un modo elegante. El traje negro hecho a la medida lo hacía ver más sexy que de costumbre. Una corbata de lazo, la camisa blanca de botones, un reloj de oro en su muñeca izquierda y ese increíble olor a maderas y especias casi me hizo caer hacia atrás.
Me observó de reojo cuando se percató de mi presencia, pero antes de dirigir su completa atención al techo nuevamente, bajó su mirada de inmediato, enfocándose en mí completamente. Luciendo terriblemente asombrado. Como si no pudiese creer lo que sus ojos veían.
Entre las varias prendas que habían en aquella valija, había optado por ponerme un vestido azul royal, su falda era larga atrás y un poco más corta al frente. De la cintura para arriba, dos tirantes de tela azul casi negro se cruzaban para cubrir mi pecho, dejando algo parecido a una equis en mi abdomen y espalda baja. Unos altísimos tacones me hicieron olvidar por un momento lo que se sentía ser bajita y una joyería sencilla pero demasiado costosa para mi gusto me hizo olvidar mi típico estilo deportivo o surfista. Mis piernas recién depiladas brillaban al contraste de la iluminación. Una peluca de cabello negro, demasiado real para siquiera dudar, ocultaba mi real color de cabello, y había tenido que oscurecer mis cejas para que todo aquello se viese verdaderamente real; y unas lentillas hacían lo mismo con mi color de ojos. Maquillaje nocturno; sombra y delineador negro, hubiese sido mejor si Keitan no hubiese hecho trizas mi base correctora, pero allí estaba.
Keitan se puso de pie de inmediato y frunció el ceño.
-¡Odio la ropa ajustada! Maldición, parezco un mapache con los ojos ahumados -me quejé.
Entonces él sonrió, luciendo casi aliviado. Tal vez había olvidado que debajo de aquella imagen aún estaba la misma yo de siempre.
-White... te vez...
¿Bonita? ¿Linda?
-Diferente... Sí, diferente -apartó la mirada y dio media vuelta, dándome la espalda y juro que creo haberlo visto golpeándose la frente.
Tantas misiones dejaban secuelas.
-Oh... ¿Gracias? Tú también te ves... diferente -decepción, decepción total.
Aunque, por Dios, no podía esperar más de Keitan.
Eran las once de la noche cuando salimos del edificio.
Salimos a la calle y frente a la arquitectura, un chico nos esperaba recargado contra el capó de un Audi negro. Lo reconocí de inmediato. Era el chico guapo peinado con gel que había visto hablando con Keitan en las escaleras aquella madrugada.
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Tazmania
Action"Aléjate de los hombres de negro." -una advertencia sin sentido. Erika White está segura de una cosa: su vida es demasiado supervisada y aburrida. O al menos eso creía hasta que encontró a un chico herido en el jardín trasero de su instituto. Un e...