Capítulo 57: Votos de silencio

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Desde que tenía memoria Antonio había sido la persona que más al pendiente de mí había estado. 

Siempre se ocupaba de que mi salud fuese buena, de que me alimentara bien y de que mis horas de sueño fuesen las correctas. Lo había catalogado como sobreprotección. Una sobreprotección que amaba porque era bueno saber que alguien se preocupaba por mí y odiaba porque podía llegar a ser asfixiante.

Sentí mis rodillas golpear sólido contra el piso de concreto. Mi brazo quedó estirado en una incómoda posición puesto que aún seguía esposada a la camilla.  Pero no me importaba.

Simplemente era otro de los tantos golpes que había recibido. Uno de los tantos golpes que me dejaban sin respiración por varios segundos. Uno de aquellos golpes que te hacían cuestionar tantas cosas. 

Yo era el frasco de cristal que portaba el Tazmania. Lo había sido toda mi vida.

De repente sentí asco de mí. Quise arrancarme la piel allí mismo para librarme de todo aquello. Enterarse de aquello era como si te dijesen que llevabas diecisiete años con un parásito transitando libremente por tu cuerpo. 

Quise vomitar, pero mi estómago estaba vacío.

—White... —Keitan hizo el intento de lanzarse a correr hacia mí pero Centurión puso una mano en su pecho.

Keitan lo empujó bruscamente pero guardó distancia.

El chico de la barba pasó una mano bajo mis rodillas y me levantó hasta tumbarme en la camilla nuevamente. Uno de los otros chicos caminó hasta la puerta y la abrió, dejando pasar a un grupo de dos enfermeros y una mujer de bata blanca. 

—Señor, el teatro ya está desalojado. Todos han sido transportados a donde se acordó —informó el hombre.

—Has guardia afuera —giró hacia otro de los chicos —. Acompáñalo —ordenó y ambos salieron de la habitación. 

Uno de los enfermeros se acercó a mí con un tubo para tomarme una muestra de sangre y una fina aguja. El chico de la barba me sujetó el brazo cuando comencé a moverme.

El otro enfermero terminó de arrastrar la base del suero hasta dejarla a mi lado, mientras que la mujer de bata blanca continuaba conectando una que otra cosa a una máquina adjunta a aquella base.

—¡¿Qué le hacen?! —exclamó Keitan —¡Dime qué le hacen!

—Hay que drenar su sangre para retirar el Tazmania, muchacho —escuché la respuesta de Centurión. 

—¿Cómo pudiste experimentar con tu propia hija? ¡Todo esto es tu culpa!

Distinguí movimientos bruscos en la habitación, supuse que Keitan había intentado acercarse a mí o hacer algo contra Centurión y alguien había intervenido.  

Sólo lo deducía, puesto que en mi campo visual solo entraban el chico de la barba junto a los dos enfermeros y la mujer de bata blanca. 

——Su presión está estable.

—La muestra de sangre no refleja ningún cambio. 

—Respiración y latidos...

—¡Keitan!

Supongo que mi grito activó algo en él. Escuché golpes, seguido, uno de los enfermeros junto a mí fue lanzado al suelo, el otro y la mujer retrocedieron en señal de paz.  Keitan estuvo a mi lado entonces.

Lo sentí intentar quitar las intravenosas en mis brazos, pero se detuvo repentinamente. 

—Aléjate de ella, agente Black. O la mataré aquí mismo. 

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