Mi subconsciente estaba tan afectado que repentinamnte pensé que todo lo que estaba sucediendo era una broma. Esperé unos cuantos segundos en silencio, esperando a que el chico sonriese y me dijese: "todo esto fue una broma, Erika. Te amamos y no pudimos evitar burlarnos de ti".
Pero no. Eso no sucedió. Como segunda opción pensé en la posibilidad de estar soñando. Pero tenía que parar de engañarme a mí misma.
Mientras que mi boca seguía tartamudeando todo tipo de incoherencias, aquel chico seguía adentrándose aún más en la habitación.
—Pero... ¿Tú qué...? ¿Tú qué haces aquí?
—Hola, Erika —saludó neutral —. Espero estés bien.
Mi ceño posiblemente se quedaría fruncido permanentemente.
El pelinegro caminó hasta una esquina y arrastró una pequeña y rectángular mesa platinada que no tardó en colocar en el medio de la habitación, cerca a la silla y puso el maletín sobre ésta antes de abrirlo. Me fijé en sus nudillos.
"Presta atención a los pequeños detalles".
Algunos de sus nudillos estaban raspados, y pequeños hilos de residuos de sangre aún los manchaban.
Me incliné hacia adelante involuntariamente, descansando mis codos sobre mis muslos. Como si repentinamente mi cuerpo se hubiese apagado.
—Hagamos esto por las buenas, ¿te parece? —lo miré con odio.
Su comentario terminó por encender todo aquel coraje dentro de mí. Me sentía como una grandísima estúpida. Traicionada.
—¡¿Me estás jodiendo?! —me levanté de un salto y me acerqué tres pasos —. ¿Eres un doble-agente? ¿Eres un maldito infiltrado o qué demonios eres? Dime de qué maldito lado estás —mi voz se quebró a mitad de grito.
—Del lado de la CIA, Erika. Siempre he estado del lado de la CIA —afirmó Odiseo—. Así que te pido que cooperes, de este modo todo será más fácil —añadió.
Llevé ambas manos a mi cabello y tiré de él.
—Antonio siempre confió en ti.
—Cállate ya —me miró por un segundo antes de bajar su mirada al malentín —. Tu nombre y el de él me aparecen hasta en sueños.
Retrocedí dos pasos cuando lo vi sacar varios envases de cristal del maletín junto a unas jeringas.
Recordé el momento exacto en que conocí a Odiseo, allí en la academia de baile. Recordé sus manos tranquilas sujetar mis caderas para cargarme como parte de la coreografía. Todo lo que había pasado junto a él. Los momentos buenos y los malos que me había hecho pasar. Pero, a fin de cuentas, nunca había visualizado a Odiseo Evans como el malo. Nunca imaginé que me traicionaría. Y no tanto a mí, sino a Antonio.
En mi mente, la imagen de Odiseo era similar a la de Antonio. Ambos siempre se estaba preocupando porque me alimentase correctamente, por que mi salud estuviese bien. Y yo vivía queriéndolos, aunque me la pasase intentando huir de ellos.
La imagen de Antonio atado a aquella silla me golpeó nuevamente al mirar los ojos azules de Odiseo cuando éste comenzó a acercarse a mí e intentó tomarme del brazo.
¿Cómo era que podía ser tan bastardo para golpear a la persona que había confiado ciegamente en él?
Y yo no traicionaría a Antonio, por lo que no me resignaría. Lucharía, o al menos lo intentaría, porque eso sería lo que él me hubiese dicho.
"Está bien sentir miedo aveces, solo no dejes que te paralice".
Arremetí contra Odiseo de todas las formas posibles. Sólo quería lastimarlo. Aunque terminase no logrando nada quería hacerlo. Que sintiese el ardor de aunque fuese un insignificante rasguño. Que sufriera por todo lo que le había hecho a Antonio.
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Tazmania
Action"Aléjate de los hombres de negro." -una advertencia sin sentido. Erika White está segura de una cosa: su vida es demasiado supervisada y aburrida. O al menos eso creía hasta que encontró a un chico herido en el jardín trasero de su instituto. Un e...