Capítulo 35: Causa y efecto

125 18 0
                                    

—Tengo sed —me quejé.

Fácilmente llevábamos cuatro horas caminando entre hojas y ramas secas.

—Te acabaste el agua hace cuarenta minutos —me recordó y suspiré.

Si Keitan me hubiese advertido que nos perderíamos a mitad de bosque, yo bien hubiese preparado mi mochila para sobrevivir a algo así, pero era obvio que lo sucedido no estaba en los planes de Keitan.

—¿Y si regresamos? —sugerí.

—Ya hemos caminado bastante, debemos estar más cerca del final que del inicio. Posiblemente anochezca en cuanto intentemos regresar.

Me senté sobre un tronco caído y cerré mis ojos, la cabeza me dolía.

Keitan me miró.

—Deberías ponerte la chaqueta.

—¿Estás loco? Me muero de calor.

—Los rayos de sol están muy fuertes, eso es un problema para una chica tan pálida como tú —analizó mi rostro por dos segundos —. ¿Estás bien?

—Siempre estoy bien.

—Luces como si fueses a vomitar.

—Vaya, gracias —revoleé los ojos.

—Debiste haberte quedado en el apartamento. Hace mucha calor, los rayos de sol son intensos y tú obviamente no estás acostumbrada a estos campos. Siempre has vivido huyendo del sol, bajo un techo con acondicionador de aire.

Hice una mueca, sabiendo que tenía algo de razón.

—Quédate aquí —ordenó y señaló un árbol —. Desde allí la vista será más ventajosa.

—Voy contigo.

—Te dije que no.

Bufé y lo vi alejarse.

Keitan trepó sin esfuerzo alguno entre las ramas. Cuando estuvo lo suficientemente alto, me levanté de donde estaba, lancé mi mochila a una esquina junto a la de Keitan y caminé hasta el árbol.

¿Creía que era el único que sabía escalar un árbol?

Trepé como Bastian me había enseñado a hacerlo y logré alcanzar una buena altura aunque me costó muchísimo más esfuerzo que a Keitan.

—Te ordené que te quedaras allí —dijo entre dientes.

—Así soy yo, hago lo contrario a lo que me ordenan.

Alcancé una rama, me sujeté de ella y se partió.

Ahogué un grito mientras recuperaba el equilibrio, sujetándome de otra rama más fuerte.

Keitan estiró su mano para ayudar a estabilizarme.

—Puedo sola, ¿acaso crees que soy incapaz?

Murmuró con fastidio algo para sí mismo antes de inclinarse para ver mejor.

—Sugiero que continuemos caminando rumbo al sur.

—¿Allá está la casa de tu amigo? —inquirí.

—Algo así.

Asentí y bajamos del árbol.

Cuando el sol amenazó con comenzar a ocultarse supe que estábamos fritos.

—Maldición, pasaron años, han cortado árboles y a crecido nueva vegetación. Green había puesto un estúpido letrero, ¿qué diablos pasó con él?

Dejé que Keitan siguiese hablando con el viento hasta que finalmente se calló.

—Tengo que ir al baño.

Tazmania Donde viven las historias. Descúbrelo ahora