Capítulo 46: No es veneno, es amor

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"Él no es bueno para ti".

Eso había dicho Antonio.

Hablaba de Keitan.

Y lo había dicho tumbado a mi lado sobre el suelo de aquel balcón.

Lo había dicho mirándome con sus ojos azules, y yo, simplemente había permanecido en silencio.

Pasé mucho tiempo caminando por los alrededores como para darme cuenta de que estaba en una mansión casi igual de grande que la de los White en Melbourne. Que habían muchos hombres extraños y que tenían el porte, la vestimenta y la tecnología de los hombres de seguridad que había contratado Steven White como parte del personal de seguridad.

Caminaba con expresión neutral por los interminables pasillos de aquella residencia que había comenzado a transmitirme malas vibras.

Suspiré y llevé una mano a la herida cubierta por mi blusa.

El lugar era demasiado silencioso. Demasiado solitario. Y me sentía demasiado vigilada por todos.

Antonio insistía en que me tomase ciertas pastillas para no sé que, yo fingía que las tomaba.

Habían pasado tres días desde aquel horrible suceso. Y tal y como Keitan me había aconsejado una vez, había estado memorizando la rutina de quienes estaban allí.

Hice una mueca y dejé de sostener mi herida.

Una parte de mí no quería afrontar la realidad, la otra reclamaba la verdad a gritos.

Empujé la puerta con más fuerza de la necesaria y entré sin siquiera anunciarme.

—Quiero saber cuándo nos iremos de aquí, quiero saber qué demonios haremos con nuestras vidas y quiero saberlo ahora.

Antonio levantó la mirada.

—¿Cómo estás, Erika? —ignoró mi pregunta.

—Bien. Siempre lo estoy. Responde mi pregunta.

Él suspiró.

—No lo sé. Algo se me ocurrirá.

—Claro, siempre se te ocurren buenas ideas. A mis espaldas, porque obviamente todos planean mi vida como si tuviesen algún tipo de derecho.

—Yo no lo veo así, Erika.

—Pues yo sí, Antonio.

Suspiré cerrando mis ojos.

—¿Es mucho pedir que me expliques? Sabías que era hija de Centurión Blue, sabías y sabes muchas cosas, Antonio –abrí mis ojos y lo encontré frente a mí —. Yo... Aveces yo sueño con cosas que prometen ser recuerdos de algo que viví pero no recuerdo con claridad. Y cuando estuve semi-inconsciente luego de que Dominic me apuñalara... yo te escuché decir cosas. Como si tu conocieses a Centurión, como si tu supieses algo de mí que yo no. Tal vez tú eres el único que puede explicarme por qué tengo pesadillas con hospitales, por qué no reacciono bien a las jeringas, por qué le temo a la oscuridad aunque puedo ver bien en ella... Esos y muchos más porqués.

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