Capítulo 30: No seas hipócrita conmigo y yo no lo seré contigo

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Me miré al espejo. Mi cabello era un desastre. Yo era un desastre. Y era una lástima que un chico guapo como Keitan fuese testigo de mis malas fachas.

Abrí el grifo y me lavé la cara solo para darme cuenta una vez volví a mirarme al espejo, que la base correctora había desaparecido.

Me sostuve la mirada. Esta era yo, y Keitan había dicho que no debía avergonzarme de lo que era.

Tal vez fuese ese truco que me estaba dando cuenta, utilizaba muy a menudo: La psicología inversa, lo que me estaba haciendo actuar de aquella manera.

Así que abrí la puerta del baño y salí de allí sin una gota de maquillaje encima.

Bien podía parecer dramática, pero para una chica que lo único que había recibido habían sido críticas de parte de su madre por tener un rostro imperfecto, aquello era un acto de valor.

Él estaba sentado en el borde de la cama, esperando por mí, tal vez para asegurarse de que no siguiese temblando cual gelatina. Las luces de la habitación estaban completamente encendidas y eso no ayudó a que pasase desapercibida.

Su intensa mirada estuvo puesta en mí, y eso no podía ser más incómodo. Dado el hecho de que no tenía maquillaje, estaba con una camiseta dos tallas más grandes que yo, mi cabello era un nido para aves, y había tenido que recuperar el equilibrio luego de haber resbalado un poco por mis medias.

Me agaché para tomar la sábana que había dejado tirada en el suelo y cuando levanté la mirada, me encontré con sus ojos oscuros, sus gruesas cejas y su expresión seria.

—Te ves linda, White —no supe cómo reaccionar ante sus palabras.

Simplemente me senté a su lado, sosteniendo la sábana entre mis manos.

Le sostuve la mirada por dos segundos. Era consciente de que una parte de mí estaba a punto de un colapso. Él me acababa de decir que era linda, por segunda vez, y no era como si nuestra relación fuese la mejor.

Si pensaba que era linda viéndome en estas fachas, ¿qué pensaría de mi cuando me viese bien arreglada?

Una vez, hace un buen tiempo, esperaba a que los White saliesen de una reunión empresarial, y mientras los esperaba sentada en una pequeña sala, había tomado una revista y comenzado a leerla para aminorar el aburrimiento. No era fanática de las revistas, mucho menos creía en los horóscopos y esas cosas. Pero uno de los artículos decía que si un chico te veía en pijama, despeinada y sin maquillaje, y aún así, decía que eras bonita, no debías dejarlo ir porque era el indicado, y te merecía en vestidos y tacones.

Claro que Keitan no era un chico cualquiera, era un agente, las cosas eran diferentes.

Se levantó y apagó la luz de la habitación. Caminó hasta su lado de la cama, tomó su sábana y su almohada y se tumbó en el sofá de enfrente.

Fruncí el ceño.

¿Ahora que le pasaba?

—¿Vas a dormir en el sofá? —pregunté, acomodándome en mi lado.

—Sí.

¿En serio?

¿Justo ahora que por alguna extraña razón quería tenerlo a mi lado aunque fuese separado por dos cojines verticalmente organizados?

—¿Por qué? —pregunté.

—Ve a dormir.

—¡No! ¿Ahora que diablos te hice? —exclamé —Odio tus cambios de humor.

—Yo también odio los tuyos.

—¿Qué estás insinuando?

—Nada —respondió con los ojos cerrados.

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