Capítulo 25: Cuidado con las letras pequeñas

155 20 6
                                    

Eran las cuatro de la tarde cuando decidí dar un paseo por los jardines de la mansión. Era el tercer día que pasaba allí y las horas pasaban demasiado lentas.

No había visto a Antonio en todo el día de hoy, en cambio, Odiseo había estado tomando su papel.

El día anterior le había pedido a Antonio que me regresase mi celular, él no había cumplido mi petición. Con Odiseo no había sido diferente.

Llevaba tres días en este lugar y no paraba de repetirme que estaba allí en contra de mi voluntad. Que Antonio ya no me inspiraba nada de confianza y que tenía que hacer algo para salir de allí. Una parte de mí estaba paranoica, otra parte fingía completa indiferencia. Lo cierto era que había estado observando todo a mi alrededor, analizando la rutina de las empleadas de limpieza, los horarios de los hombres de seguridad y me había memorizado bastante bien cada pasillo de esa mansión.

Estaba sentada bajo la sombra de un árbol en aquellos gigantes jardines. Cualquiera pensaría que pasar las vacaciones de verano en una mansión de lujo era algo extraordinario, yo no lo creía así.

Mucho menos si la compañía en aquel lugar se basaba en empleados, hombres de seguridad, mi tutor legal y su amigo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mucho menos si la compañía en aquel lugar se basaba en empleados, hombres de seguridad, mi tutor legal y su amigo.

Antonio había intentado interactuar conmigo positivamente, yo por otro lado, estaba cansada de escuchar sus historias inventadas al momento.

Él había abierto la piel de mi muñeca para extraerme un microchip, ¿cómo si quiera sabía cómo hacer eso si tan solo era un guardaespaldas?

Y luego me decía que confiara en él, claro que sí.

Sentí los pasos de alguien acercarse a mis espaldas y giré mi cabeza sobresaltada.

—Deberías calmarte, últimamente estás muy alterada —sugirió Odiseo, sentándose frente a mí.

No dije nada, simplemente me puse de pie dispuesta a marcharme. Ya bastante tenía con que respirásemos el mismo aire.

Tomó mi mano.

—No te vayas —sonrió —, hablemos. Eras una persona que siempre estaba sonriendo, por más falsa que fuese tu sonrisa. Siempre estabas hablando, y ahora hay que sacarte las palabras.

—El estado de ánimo de una persona cambia cuando está en contra de su voluntad en un lugar —expliqué.

Tiró de mí, y tuve que mantener el equilibrio para no caer sentada en el suelo junto a él.

—Suéltame, Odiseo —ordené —, o te arrepentirás.

—No lo creo —rió —. Vamos, Erika. No es tan malo estar aquí, podemos hacer varias cosas juntos.

—No quiero hacer nada contigo, además, aquí no hay nada que hacer.

—Ahí es donde te equivocas. Podemos caminar por los jardines, tomar fotos con tu cámara, ver alguna película o jugar juegos de mesa —dijo y puse los ojos en blanco —. A las seis de la tarde ve a la sala, tenemos que practicar para el baile.

Tazmania Donde viven las historias. Descúbrelo ahora