Capítulo 60: No todos mueren de amor.

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El verano había llegado a su fin. El otoño se abría paso al pasar los días. La mayoría de los caminos de Australia estaban teñidos de violeta. Y es que las jacarandas habían creado auténticas alfombras lilas al dejar caer sus flores, incluso allí, donde se le daba cristiana sepultura al cuerpo de Erika White.

El sol intentaba brillar, aún cuando las nubes nocturnas comenzaban a pintarse en el cielo. El viento comenzaba a ser frío, pero un abrigo me protegía. Por sobre mis lentes oscuros, observé a Antonio dejar caer una rosa azul sobre el cajón que ocultaba a su pequeña hermana. Casi me sentí triste al verlo allí, casi me sentí mal agradecida. Casi.

Keitan fingía ser invisible, aunque no tenía que esforzarse mucho. El agente Morgan estaba junto a él, y no hubiese entendido cómo era que la ASIO no había intentado capturar a Antonio y a Odiseo allí mismo, sino me hubiese enterado del pacto pasivo que se había creado por respeto a aquella chica que había sido tanto hermana como misión de dos hombres de negro.

Acomodé un rizo rubio tras mi oreja, y cambié el peso de mi cuerpo que descanzaba sobre los altos tacones color carmesí al igual que mi lápiz labial.

Amanda Moon me sonrió de lado, aún con su vista al frente. Yo suspiré en silencio. En la wallet que sostenían mis manos había una nueva identidad, dinero en efectivo y nuevas tarjetas donde había sido transferido todo el dinero que tenía en mis cuentas bancarias.

Observé a Amanda por tres segundos. Decía que trabajaba a cambio de lágrimas, pero aún sin yo haber soltado una frente a ella, estaba ayudándome nuevamente.

Luego de estar casi un mes en coma inducido, ella había sido la primera persona que había visto. Su mano, decorada con sortijas, había estado haciendo un remolino con la cinta que ataba un globo dorado flotando gracias al helio.

Cerré los ojos para recordar.

" —Ellos no te dejaron sola en ningún momento. Bueno sí, ahora, pero ellos no saben que tú has despertado. Tal vez debería avisarles —descruzó sus piernas, dispuesta a alertarle a cualquiera que yo había despertado hacían veinte minutos.

—No te atrevas, Amanda. Te he dicho que no quiero verlos —dije, alcanzando un vaso con agua.

—¿Y qué pretendes hacer?

—Irme de aquí.

Amanda soltó una elegante carcajada. La pegatina en forma de medialuna que decoraba la esquina de su ojo derecho brilló.

—Pequeña Blue, ¿acaso te has visto? Ni siquiera traes ropa interior debajo de esa fea bata.

Maldecí en un gruñido.

—Aléjate de los hombres de negro, me dijo Antonio. Creo que olvidó que él también era uno de ellos, y justo ahora cumpliré con su advertencia.

—Un auto casi te aplasta y despiertas con ideas como esta. No sé si ayudarte a escapar o enviarte a hacer un CT-scan. ¿Qué tienes en mente White-Blue?

—Necesito una identidad falsa, y un pasaje a la otra esquina del mundo. Necesito transferir todo mi dinero a una cuenta fantasma y volver a ser una cambiaformas.

—Necesitas aprender a desaparecer sin despedirte —finalizó atando el globo a una silla de esquina —. Trabajo a cambio de lágrimas. Te ayudaré sólo porque me caes bien y el tontito de Antonio te pidió que te alejaras de los black boys olvidando que él era uno —rió.

—¿Entonces?

—¿Entonces? —repitió —¿Estás dispuesta a morir?"

Abrí los ojos.

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