Capítulo 52

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La noche había resultado más entretenida y sorpresiva de lo que se hubiera esperado. Jamás se hubiera imaginado que después de la boda, su morena -porque ahora sí podía usar con mayor razón el adjetivo posesivo- estaría en una fiesta cerca y mucho menos se imaginó que terminarían haciendo el amor en la playa, juntos.

Y ahora que lo pensaba... Nunca había hecho el amor. Quizás sexo sí, con algunas cuantas mujeres, pero el amor nunca y sintió una pizca de felicidad y preocupación. ¿Qué empezaba a sentir por Hanna?

¡Diablos, no lo sabía! Pero lo averiguaría muy pronto.

Sólo el último recuerdo de un orgasmo desgarrador quedaba en su mente y luego todo se había relajado y quedado en paz. Se despertó muy temprano al día siguiente, abrió los ojos lentamente y tuvo la sensación más linda de toda su vida, Hanna estaba entre sus brazos afirmada muy fuerte de su pecho. Sonrió y le acarició el cabello sin que se despertara.

¿Cuándo Marina había pasado a un segundo plano?

Ah si claro, cuando decidió mentirle descaradamente, cuando se había convertido en una farsante, ¿cómo había podido quererla tanto?

Había sido un ciego embobado por el amor de una castaña linda, la quería y mucho, pero ella le había dejado de importar simplemente, ahora sólo estaba Hanna.

La miró de nuevo, estaba tranquila y respiraba pasivamente sobre su pecho, estaba desnuda, tapada sólo con las chaquetas de ambos. Con su brazo libre, trató de alcanzar su celular y lo logró, vio la hora y eran las ocho de la mañana, con suerte habían dormido cinco o cuatro horas, se dijo a si mismo.

Tenía que levantarse de la cómoda arena, debía llevar a Hanna a su casa de alguna manera, y él debía volver con su madre.

Con mucho cuidado la recostó sobre la arena y la tapó mejor, rápidamente se colocó su ropa y vio a su alrededor... No había nadie que pudiera observarlos, gracias a Dios.

Recogió sus pertenencias y maldijo el traje de pingüino otra vez, era incómodo en la arena, pero debía atenerse, era la única ropa que llevaba.

-Hanna -se arrodilló frente a ella y comenzó a moverla un poco- Cariño despierta -ella comenzó a moverse un poco, pero aún así no abría los ojos- Te dejaré aquí sola -le advirtió mintiendo, pero ella ni caso hacía. Como última opción comenzó a besar su mejilla y su cuello lentamente- Despierta -susurraba.

-¿Por qué me besas? -el paró su accionar y la miró- ¿Quién te ha dado el permiso de besarme?

-Hanna -no lo dejó terminar.

-¡Es broma! -exclamó sonriendo- Bésame todo lo que quieras -él sonrió pícaro ante estas palabras.

-Que conste que tú lo has dicho -ella asintió mientras él la besaba, colocó sus manos alrededor de su cuello y se dio cuenta que seguía desnuda.

-¡Diablos! -se separó de él- Tengo que vestirme, puede verme alguien -Marco la miró sonriente, se veía preciosa con su rostro preocupado, con el pelo desordenado y con sus mejillas sonrosadas- ¡Podrías ayudarme, eh! -exclamó y Marco rió.

¿Cómo no iba a pasar un taxi cerca?

Llevaban varios minutos caminando por la costa, tratando de buscar un taxi pero nada. Caminaban con sus manos entrelazadas y ella llevaba la chaqueta de él para menguar el poco frío que había a esa hora. No habían vuelto a hablar de lo que había sucedido la noche anterior, pero no era necesario... Todo estaba bien.

-Eres un brujo -habló ella de repente a su lado- Y me has tirado un hechizo -hizo un puchero gracioso y el rió levemente- Me gustas -dijo después.

Enamórate || Marco Asensio ~ AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora