Capítulo 6: La Habitación

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Era pasada la una de la mañana cuando decidí levantarme. Ya todos se habían ido a acostar hacía rato y debían de estar durmiendo.

Comencé a caminar por los pasillos sigilosamente. Iba poniendo micrófonos por toda la casa. Brussard me prohibía usarlos, pero era la mejor forma de espiar y no me arriesgaba a ser vista.

Primero pasé por la cocina, por el comedor, la sala de estar y los pasillos y para el final dejé las habitaciones. A la primera que visité fue a Liz, ella se había quedado dormida con el televisor encendido y un pedazo de pastel a medio comer aún en sus manos. Coloqué el micrófono rápidamente en la lámpara y salí de allí. A la habitación de Adam no pude entrar, pues tenía puesto el cerrojo. De hecho me sentía un poco aliviada de no tener que entrar ahí, pues Adam me producía escalofríos.

Ya al final me decidí a también poner micrófonos en la habitación de mis compañeros, Brussard me ordenó explícitamente no confiar en ninguno de ellos, pues eran tan sospechosos como los St. Clair. Dejaría mi habitación para el final, así que fui a la habitación de Will y Paige, a la de Alisha y Abby, a la de André y Ansel y por último y la que esquivaba, a la de Francesco y Jackson.

Entré a la habitación con miedo a encontrarme con Jackson despierto. No fue así, por suerte. Francesco estaba desparramado en su cama, los brazos colgando de ambos extremos y una pierna casi en el piso; Jackson estaba perfectamente acomodado bajo las sábanas y ni siquiera se le veía la cabeza. El lado de la habitación de Francesco era un desastre mientras que el lado de Jackson estaba prolijamente ordenado. Coloqué rápido el micrófono dentro de la lámpara y me decidí a salir rápido de ahí.

Di un sobresalto cuando sentí que la manija de la puerta de la habitación se giraba. Alguien iba a entrar. Rápidamente me metí al armario y miré a través de las rendijas de la puerta. ¡Era Jackson! ¿Quién estaba en su cama entonces?

Jackson caminó de puntillas hacia su cama y corrió las sábanas. Un bollo de ropa era lo que había debajo de ellas, debí imaginármelo. Él tiró la ropa a un costado y se acostó a dormir.

Estaba atrapada, moría de sueño y presentía que si me quedaba aquí a esperar a que se durmiera, yo sería la que cayera dormida y no sé qué excusa daría si me encontraban aquí por la mañana.

Empecé a buscar una salida y la encontré. Arriba en el techo había una rejilla de un ducto de ventilación. Trepé fácilmente hacia la rejilla y coloqué la tapa otra vez. Comencé a gatear en dirección a quién sabe dónde, estaba muy oscuro y no sabía a dónde estaba yendo. De repente vi una luz más adelante y comencé a gatear más rápido para llegar a ella. Cuando llegué, miré a través de las rendijas de la rejilla, apoyé mis manos sobre esta y se abrió de golpe. Logré agarrar la rejilla, pero mi teléfono resbaló de mis bolsillos y cayó a la habitación que había debajo.

Tendría que bajar, no podía dejarlo ahí. Cuidadosamente fui pasando mis piernas por el agujero, apoyándolas en el mueble que estaba sobre la pared. Cerré apenas la rejilla y me tiré al suelo, agarré el teléfono y lo guardé en el bolsillo de la campera.

Me quedé observando la habitación. Había algo extraño aquí. Las paredes estaban cubiertas por bibliotecas excepto una, donde se encontraba una gran chimenea de piedra. Entonces me di cuenta de que no había puertas aquí.

Un ruido proveniente de la pared de la derecha me sobresaltó y busqué un lugar donde esconderme. Me metí debajo de una mesilla que tenía un mantel blanco que llegaba hasta el suelo. Escuché que algo se abría y entraban personas. Miré por el hueco del mantel y vi a dos hombres, uno de ellos era Adam y el otro era el médico de Villiers, Tom Byrnes. Ambos se sentaron en los sillones que había en el medio de la habitación y se sirvieron un vaso de licor. Metí la cabeza detrás del mantel y me puse a escuchar la conversación.

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