Capítulo 41: La Prueba

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Ya casi era el alba cuando llegamos a la Academia. Natalie recibió a Fran y Gracie tal como me recibió a mí. Buscaba a Jackson con mi mirada; pero no estaba aquí. Seguro está en su casa y volverá al amanecer. Por otro lado, Beck y Jay seguían durmiendo.

Le supliqué a Natalie que dejara a Fran y Gracie descansar por ahora, ya habían tenido suficiente por una sola noche y no están acostumbrados a tener este tipo de acción. Ella accedió y luego me reuní con ella en privado para entregarle el cuaderno. Ella lo observaba detenidamente, como si quisiera apreciar cada facción del mismo. Luego hizo un fallido intento de abrirlo.

—Necesita una llave—señalé la pequeña abertura que había a un costado.

—Lo sé, yo la tengo—respondió.

Jackson se la debió haber entregado cuando tiré el cuaderno al río. Recuerdo que dejé que él la encontrara y se la diera a Natalie, para que ella creyera que el cuaderno seguía desaparecido. Natalie no me hizo más preguntas sobre esta noche, supongo que Becca o Noah le darán todos los detalles después. Confía más en ellos que en mí.

—¿Sabe algo sobre mi familia?—le pregunté antes de marcharme.

—Me comuniqué con tu abuelo hace unas horas, todo está bien—respondió. Asentí con mi cabeza y me dirigí a la puerta para irme; pero su voz me detuvo—Tu hermano, el más grande—comenzó y luego se quedó pensando—¿Sabía algo sobre todo este asunto de Brussard?

—No—respondí dudosa—¿Pasó algo con él?

—No, descansa—sonrió— Mañana nos espera un largo día.

No dormí nada pensando en Peter ¿Qué habrá hecho para que Natalie me lo mencionara? Él sabía que yo me iba por las noches ¿Y si alguna vez me persiguió? Peter es muy inteligente y escurridizo, tal vez estuvo detrás de mí todo este tiempo. No quiero que le hagan daño. Si Brussard lo toca, lo destruiré, me aseguraré de que se pudra en una prisión el resto de su vida.

Un diminuto rayo de sol entró por mi habitación. Comenzaba a sentirse el ruido de los camiones yendo y viniendo de un lado hacia otro. Me levanté como pude de mi cama, me dolía la cabeza de tanto pensar en mi hermano. Por momentos me decía a mí misma "Es un niño de doce años, nadie lo tocará" Pero luego recordaba que Brussard no distingue edades. Necesitaba hallar una manera de comunicarme sin que me descubran, esta incertidumbre me volverá loca.

Salí de mi habitación acomodándome los pelos, tenía que despertar a Francesco y a Gracie. La habitación de Fran estaba al lado de la mía. Toqué la puerta y él abrió de inmediato, parece que ya estaba despierto. Por supuesto llevaba la misma ropa de anoche, luego le darán algo aquí, como hicieron con nosotros.

—Buenos días—lo saludé con una sonrisa—Me imagino que no dormiste mucho.

—Es que todavía no me creo esto—respondió señalando todo a su alrededor.

—Es difícil; pero te acostumbrarás—le dije y me encogí de hombros—Vamos a despertar a Gracie.

—Voy al baño—dijo entre un bostezo.

Toqué la puerta de Gracie, una, dos, tres veces y no contestó. Decidí abrir la puerta y entrar. Ella estaba echa un nudo en su cama, con sus rizos dorados metidos entre ambas piernas y sollozando. Esa posición la hacía ver aún más pequeña. Todavía no salía de su trauma.
Me acerqué a ella y tomé asiento a su lado.

—Alex, lo siento—dijo con la cabeza aún metida entre sus piernas—Tengo miedo.

—Yo también.

Ella levantó la mirada, su cara estaba roja, tenía los ojos hinchados e inyectados en sangre y sus labios estaban tiritando.

—Nadie te está forzando a estar aquí—le recordé.

El CampamentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora