Al día siguiente de la fiesta ninguno podía levantarse. Con suerte habíamos dormido cuatro horas y Jackson, que fue el de la idea maravillosa, me dejó sola cargando con todos ebrios. Otro ítem para mi lista de razones para odiarlo.
Hasta Paige estaba ebria porque Will, que se hacía el que la cuidaba, terminó emborrachándose y su hermana aprovechó que él no recordaría nada al otro día.
Hoy hacía mucho calor, por eso Liz nos arregló todo para que desayunáramos en el jardín trasero. No había notado lo pacífico que era estar aquí, se escuchaban los cantos de los pájaros y el sonido del follaje de los árboles. En los desayunos de mi casa escuchaba los sonidos de los bocinazos de la calle y la vecina insultando a su marido por haber pasado la noche afuera. Esto era paradisíaco.
Gracie se sentó a mi lado en el mesón y se sirvió una taza de café.
—¿Dónde te metiste anoche? Francesco me dejó sola...—susurró mirando a ver si Liz no estaba cerca.
Si Liz se llegaba a enterar de nuestro pequeño viaje por Vientos Sureños nos cuelga de un árbol y nos golpea con una pala.
—Estuve en el baño, me descompuse—mentí.
—¡Yo también! Tuve ganas de vomitar toda la noche, el ambiente era asfixiante—explicó negando con su cabeza.
Era tan fácil engañarla que no sabía para qué me esforzaba tanto en inventar excusas.
—¡Bongiorno!—Francesco se sentó frente a nosotras y se sirvió un té con unas masas finas.
Gracie lo miró enojada y no le respondió. Francesco se quedó con una galleta en el aire, mirándola.
—¿Y ahora qué hice?—preguntó confundido.
—¡Anoche me dejaste sola! Me cambiaste por un vaso de cerveza—replicó ella.
—¡Ellos me abrieron la boca y me obligaron a tomar...
—Sí, sí, claro—lo cortó Gracie.
Al rato bajaron los demás, todos con aspecto de zombies. Jackson bajó al final y se sentó en la otra punta de la mesa sin mirar a nadie.
—¿Acaso se viene el apocalipsis zombie?—reí al ver sus aspectos.
—Ahora entiendo por qué a nosotros no nos dejan hacer fiestas—observó André.
—El próximo verano quiero ir a ese campamento—dijo Alisha con un destello en los ojos.
—¡Yo no!—exclamó Will asqueado—Recuerdo la mitad de lo que pasó anoche. No quiero no recordar un verano entero.
—Así que te acuerdas hasta la mitad...—dijo Paige—¿Qué es exactamente lo último que recuerdas?
—No sabría con exactitud—respondió natural y luego la miró furioso—¿Por qué? ¿Qué hiciste?
Will apenas terminó su pregunta cuando un drone voló hacia el centro de la mesa. Este cargaba una caja.
—¡Qué cool!—dije levantándome de mi asiento.
Ahí fue cuando mi mirada se cruzó con la de Jackson, que también se había levantado de su asiento. Nos quedamos mirándonos con las manos flotando sobre la caja.
—¡Aguarden, no toquen eso!—apareció Liz.
Apenas ella levantó la caja, el drone salió volando otra vez por donde había venido. Liz abrió la caja y sacó un sobre de ahí dentro. Parecía una invitación.
—Niños, Vientos Sureños nos avisa que hoy comienza la Guerra de Campamentos—dijo emocionada.
Todos se emocionaron y comenzaron a llenar a Fran y Gracie con preguntas sobre estas competencias. Yo no me sentía con ánimos hoy, podría estar esa rubia y la verdad que no quería verla ni a ella ni a Jackson ni a nadie, quería pasar el día encerrada en mi habitación odiando a todo el mundo y comiendo. O podría volver a robar el cuaderno, eso me emocionaba más, pero apuesto a que Jackson se lo tragó con tal de que yo no lo encuentre.
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El Campamento
Teen FictionAlexandra Crawford no es sólo otra adolescente, trabaja en servicio secreto. Torpe, optimista, osada, vulgar y bromista son algunos de los adjetivos con los que la describen pero hay uno que nadie tiene en cuenta: es astuta. Cuando ella creía qu...