Hoy fuimos a conocer el mar, estábamos sólo a una hora del mismo en tren. Villiers tenía una ubicación ideal, estaba cerca de todo. Lástima que probablemente no esté para el veintitrés de Julio, irán a París desde el tren que comunica Francia con Inglaterra, es la última semana del campamento. Gracie estaba muy emocionada, quiere llevarme a su casa y que vayamos de compras juntas. No quiero decepcionarla.
—¡Tiburón!—gritó Francesco y todas las chicas, menos Gracie, comenzaron a gritar y a alejarse del mar.
—¡Francesco, siempre lo mismo!—lo regañó Liz—Tranquilos todos, no hay tiburones aquí.
Todos miramos a Francesco y él comenzó a reírse torpemente.
Jackson seguía siendo el marginado de siempre, aunque las otras chicas al notar que él ya no estaba encima de mí se acercaron a él. Yo volví a quedarme sola con mi grupo de siempre. Los demás chicos se la pasaban haciendo estupideces y trataban de conquistar a todas las chicas que había en la playa. Por mi parte, inicié una pelea de agua con Francesco hasta que a él se lo llevó una ola. Ya cuando habían pasado varios segundos y Francesco seguía sin aparecer, Gracie y yo nos miramos preocupadas.
—¿Desapareció?—preguntó Gracie.
Ambas comenzamos a buscar con la mirada hasta que vimos un brazo escuálido asomarse por el agua y luego la cabeza de Francesco.
—¡Ayúdenme, la marea se llevó mi traje de baño!—nos gritó y comenzó a nadar hacia nosotras.
—¡Que ni se te ocurra salir del agua!—chilló Gracie tapándose los ojos mientras yo me desbordaba de risa.
—Dejen de reírse y ayúdenme.
—Yo creí que estas cosas sólo me pasaban a mí—seguí riendo.
—Si quieren camino desnudo hasta la playa, no tengo problema—comenzó a levantarse.
—¡No!—gritó Gracie.
—Ahí voy—canturreó Francesco para molestar a Gracie; pero en ese momento, una ola vino y lo arrastró hacia la arena.
Una chica que pasaba dio un grito cuando lo vio desnudo acostado sobre la arena. Él comenzó a toser por el agua que había tragado, parecía un pez revolcándose en la arena. Will, que justo pasaba, aprovechó el momento para ganarle la apuesta a los otros de quién conquista primero.
—¡Eh, inadaptado! Aquí hay mujeres y niños—le gritó a Francesco y le sonrió a la chica. La estupidez no tiene clase social.
—¡Está fingiendo, hizo una apuesta con esos de allá atrás para ver quién coqueteaba mejor!—relató Fran rápidamente y luego se volvió hacia Will—¡Babosos!
Entre el acento de Francesco, lo rápido que hablaba y Will poniéndose morado de pies a cabeza, la cara de confusión de la chica fue épica. Ella continuó caminando, volteando cada dos segundos para ver a ese grupo tan extraño.
—¡Dentolini!—le gritó Will enfadado; pero luego comenzó a reír. Era imposible enojarse con Francesco, su cara cómica lo salvaba de varios golpes que a veces se merecía.
—Ya, ponte pantalones, pareces un desesperado—se burló André y le tiró unos pantalones amarillo flúor.
Cuando Francesco se puso los pantalones era imposible no distinguirlo en la playa, parecía un farol. En un momento, André lo levantó y comenzó a darle vueltas en el aire para ver si atraía a algún barco.
A la media hora, cayó todo Vientos Sureños a la playa y ya comenzaron a molestarnos. Alguien me tomó por las caderas y me tiró al agua. Me ahogué y me froté los ojos para ver quien había sido mi agresor. Una vez que pude ver bien, me encontré con Aaron de Vientos Sureños.
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El Campamento
Novela JuvenilAlexandra Crawford no es sólo otra adolescente, trabaja en servicio secreto. Torpe, optimista, osada, vulgar y bromista son algunos de los adjetivos con los que la describen pero hay uno que nadie tiene en cuenta: es astuta. Cuando ella creía qu...