Adam estuvo dos días inconsciente. No fue la bala lo que lo afectó sino que cuando le dispararon perdió el equilibrio y cayó de nuca contra la mesa.
No me sacaba la imagen de Gracie de la cabeza. La esperaba en la noche a que viniera atemorizada, quejándose de que Jay la molestaba, extrañaba nuestras charlas nocturnas, la manera en que se ruborizaba cada vez que Noah estaba cerca, su falta de seguridad, su vocecita chillona... Murió tan injustamente.
Esa noche estaba acostada en mi cama con los ojos abiertos. Me habían cambiado de habitación, ya que la mía aún estaba en observación. No podía dormir, en realidad no quería, porque sabía que en el segundo que cerrara mis ojos la vería a ella.
Jackson ingresó a la habitación y se sentó a los pies de la cama.
—¿Cómo estás?—preguntó. No le respondí—Te traje algo para comer—me mostró una bolsa.
—No tengo hambre—farfullé y me volteé hacia la pared.
—No puedes dejar de comer—se quejó—Tampoco puedes encerrarte aquí.
—Sí puedo y quiero estar sola—espeté—Tú qué vas a saber lo que siente, tú no perdiste a un amigo—se me quebró la voz.
Jackson se quedó en silencio y se levantó de la cama tranquilamente. Volteé hacia él y me levanté de un salto de la cama. Acababa de decir una tontera, él había perdido a su hermana, por supuesto que sabía lo que se sentía.
Jackson, a pesar de que notó que me había levantado de la cama, no quiso voltear hacia mí. Salió de la habitación sin decir nada más, él sólo quería ayudarme y yo le respondo así.
El martes al mediodía decidí enfrentar a Francesco. Estos días ni siquiera me había atrevido a mirarlo a los ojos, pues por mi culpa le habían arrebatado a su mejor amiga. Lo encontré en la cafetería, la cual aún estaba vacía ya que los únicos alumnos que había en la Academia eran los de último año, el resto seguía en la escuela y vendrían más tarde.
Fran estaba sentado en una de las mesas mirando una foto con una sonrisa triste. Me senté a su lado sin molestarlo.
—Ella la llevaba a todas partes—dijo Fran tendiéndome la foto. Había una niña pequeña, de unos dos o tres años en un campo de flores con una flor rosa en su mano. La mirada de Gracie siempre fue la misma, tierna. Lo que noté fue que en ese momento tenía una mirada de ternura que irradiaba felicidad. La mirada que yo conocí era una melancólica—Para ella era especial porque su mamá se la tomó y ese era el único momento del cual Gracie se acordaba de haber vivido con su mamá—la voz de Francesco era entrecortada—Decía que se acordaba cuando su mamá le colocó la flor en su mano y que tenía un cabello rubio muy rizado. Para Gracie esos pequeños fragmentos que recordaba eran más valiosos que una foto—sonrió—Ahora está con su mamá, es lo que siempre quiso.
Sus palabras me rompían el corazón en mil pedazos.
—Lo siento...
—¡Ya basta con eso!—dijo enojado—Yo también me sentí culpable, me culpaba una y otra vez por no haberla acompañado a su habitación sabiendo que ella creía que la estaban vigilando. ¿Sabes qué? ¡Así es la vida! Nunca sabes lo que va a pasar, nos comemos la conciencia dándole vueltas al mismo tema y lo único que logramos es volvernos locos. Lo que pasa, pasa por alguna razón y no puedes volver al pasado. Nosotros no somos los culpables—dijo lo último más tranquilo. Francesco había logrado tranquilizarme. Habló con tanta madurez que me quedé sorprendida—Tienes que seguir adelante—continuó—Salva a quienes aún viven, sé fuerte por ellos.
Cerré los ojos. Él tenía razón, tenía que ser fuerte por mi hermano y Stephanie. Ellos aún podían ser salvados.
Salí de ahí y busqué a Jackson por todas partes. Él ya suele estar en la Academia a esta hora. Lo encontré en la sala de entrenamiento golpeando un saco de boxeo. Me senté en una banca a esperar a que terminara. A unos metros vi a Becca practicando lucha con un chico que se veía mucho más fuerte y grande que ella. Lo derribó en menos de cinco minutos. A veces desearía ser como Becca, tan ruda. Me pregunto si hay algo que la haga llorar. Jackson dejó de dar golpes y se sentó en el suelo a tomar agua. Luego volteó y me vio. Se levantó del suelo y vino hacia mí un poco indeciso. Me levanté del banco para estar a su misma altura.
—¿Cómo estás?—me preguntó algo serio y dudoso.
No me molesté en responderle y lo abracé muy fuerte.
—Alex, estoy todo sudado—dijo incómodo y trató de apartarme de sí, pero no cedí.
—No me importa—dije. Levanté mi cabeza para mirarlo a los ojos—Te quiero.
Al principio me miraba confundido por mi repentino cambio de humor. Luego sonrió y me besó.
—No me dejes—le pedí.
Él me acarició el cabello tiernamente.
—No iré a ningún lado.
Me volvía a sentir con ganas de seguir adelante. Es increíble cómo Jackson logra esas cosas en mí con sólo unas pocas palabras.
Luego de eso fui a ver a Adam. Lo tenían en una sala de primeros auxilios recuperándose. No me dejaron hablar con él, podía verlo a través de una ventanilla. Estaba recostado sobre una cama con los ojos cerrados. No tenía ningún artefacto colocado, se veía bastante bien.
—¿Cuándo podrá levantarse?—pregunté a su médico, que estaba junto a mí.
—Muy pronto, la herida está sanando bastante bien, sólo que es mejor que descanse por ahora debido al golpe en su nuca. Podría ser peligroso que se levante tan pronto—explicó.
A Gracie se la llevaron a la Sede Central para hacerle una autopsia. No tuvo velorio ni funeral. No hasta que se encuentre a su asesino. Comunicarse con su padre fue algo casi imposible. Gracie tenía razón con que siempre estaba viajando. Cuando establecieron contacto a él no pareció importarle demasiado que a su hija la hayan apuñalado. No quiero pensar lo peor, tal vez ese hombre esté destrozado ahora mismo.
—Alex, aquí estás—me interceptó Beck—Tengo que mostrarte algo—sonrió. Debe ser algo muy bueno como para que sonría.
Lo seguí muy ansiosa hasta la sala de control.
—¿Qué es?—pregunté.
—Sabemos dónde tienen a tu hermano—respondió.
Me guió hasta la computadora de Jay. Él estaba allí y Natalie también. Me puse frente a la pantalla desesperada por saber.
—¿Es posible que tu hermano llevara algún rastreador consigo?—preguntó Jay. Me quedé pensando y terminé asintiendo con la cabeza, las palabras no me salían de la boca de mi felicidad en ese momento.
—De hecho, sí. Puede que tenga algo con lo que delate su ubicación—logré decir al fin.
El brazalete familiar para emergencias. Fue un brazalete que mi abuelo nos consiguió a todos los hermanos. En caso de que alguno estuviera en una situación de peligro, bastaba con presionar el botón que tenía la pulsera y llegaría a nuestros teléfonos un mapa con nuestra ubicación. Mi brazalete se lo di a Gracie cuando nos despedimos en Villiers.
Le conté todo esto a Jay.
—¿Por qué él viene a presionar el botón recién ahora?—preguntó Natalie intrigada.
—Brussard confiscó los teléfonos de la familia de Alex—explicó Jay—Pero aún tenemos el suyo—sonrió astuto—El teléfono estaba bloqueado, muy bien hecho, pero yo siempre he sido el mejor hacker que ha tenido Brussard. No fue nada fácil desbloquearlo. Apenas logré acceder apareció este mapa con esta ubicación—señaló el punto rojo que decía "2" en la pantalla de la computadora.
Ese es el número de Peter. Yo soy 1 y Sam es 3.
—Lo alejé un poco y descubrí...—Jay comenzó a disminuir el zoom del mapa—Que está a solo veinte kilómetros de aquí.
Natalie se acercó más al mapa intrigada por la noticia.
—Peter está aquí—dije aún en shock.
Mi hermano estaba más cerca de mí de lo que yo creía.
—Así es—afirmó Beck—Es posible que Stephanie también.
El teléfono de Natalie comenzó a sonar y ella atendió. La llamada no duró más de un minuto y, por su cara, supe que algo andaba mal. Mi corazón comenzó a latir desesperadamente, no estaba preparada para soportar otra mala noticia.
—Adam St. Clair escapó—nos comunicó Natalie apenas cortó la llamada.
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El Campamento
Teen FictionAlexandra Crawford no es sólo otra adolescente, trabaja en servicio secreto. Torpe, optimista, osada, vulgar y bromista son algunos de los adjetivos con los que la describen pero hay uno que nadie tiene en cuenta: es astuta. Cuando ella creía qu...