Capítulo 42: Meses Infernales

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Jackson estaba apoyado sobre el balcón de la azotea mirando la ciudad. Cuando me escuchó llegar, volteó y me hizo un gesto para que fuera a su lado. Últimamente nos reuníamos aquí todas las tardes luego de que él terminara con el entrenamiento de la Academia y Natalie me dejara tranquila.

—¿Cómo fue la prueba?—preguntó.

—La pasé—respondí y él me sonrió.

—Sabía que lo harías.

—¿Tú sabías sobre la prueba?

—Me enteré a último momento—se encogió de hombros.

Miré hacia lo lejos, Londres, recuerdo la primera vez que fui. En ese momento jamás me hubiera imaginado tener una conversación decente con Jackson, nos detestábamos. Sonrío ante esos recuerdos, éramos tan tontos.

—¿Qué sucede?—preguntó Jackson al ver mi sonrisa.

—Sólo recordaba... Esta mañana dijiste que querías hablar con conmigo ¿Qué querías decirme?—le pregunté.

Jackson puso tenso y volvió su mirada hacia la ciudad. El sol estaba cayendo. Sus pestañas se notaban aún más oscuras y largas a la luz del Sol y su pelo se veía muy oscuro y sedoso.

—Quería preguntarte por lo de la otra noche en Italia. Luego Noah me contó cada detalle—rió—Cómo quisiera haberte visto arrojar esa granada—me puse roja y le di un codazo en el hombro—Pero también quería estar contigo, desde que llegaste todo se basa en Brussard y apenas si hemos podido hablar.

—¿Qué quieres que te diga? No hago mucho por aquí—respondí indiferente.

—Así que te maquillas cada vez que ves al chico que te gusta—suspiró y levantó las cejas travieso.

Me puse colorada y me quedé congelada, Jackson comenzó a reír. A veces tenía tantas ganas de matar a Peter.

—No es cierto, Peter habla demasiado. Además no me gusta nadie—respondí a la defensiva.

—Está bien, sólo bromeaba—dijo levantando sus manos gracioso y luego se quedó mirando hacia otra parte.

Acababa de mentirle a la cara.

Tenía mil cosas para decirle en realidad. Quería decirle que lo extrañé cada día de esos cuatro meses que no nos vimos y que lo seguía queriendo; pero si él no sentía lo mismo no tenía sentido que se lo dijera.

—¿Y tú?—pregunté tratando de sonar indiferente.

Él levantó levemente las cejas tratando de procesar lo que acababa de preguntarle.

—¿Alguna chica?—preguntó como si mi pregunta lo hubiese sacado de sus pensamientos—No—suspiró—La última vez lo arruiné.

Jackson, quien siempre tenía una mirada seria, ahora me miraba con tristeza.

—Ambos lo arruinamos—repuse—Y ahora míranos, estamos aquí, charlando como amigos y civilizadamente—conseguí sacarle una sonrisa—Cuando todo esto termine te haré un recorrido decente por Nueva York sin que nadie nos vigile ni intente asesinarnos, pura tranquilidad ¿Trato?

—Nada es tranquilo contigo—negó con su cabeza y lo golpeé suavemente en el hombro—Por eso mismo me pareces la persona más genial del mundo.

—¿Tú haciéndome un halago?—me señalé graciosa y él se puso colorado. Era tan fácil ponerlo nervioso.

Ambos nos reímos.

Sin pensarlo, ya era de noche y estaba frío, al menos no corría viento. Por suerte me había abrigado bien antes de salir.

Ya no podía reprimir más el sentimiento, sentía como un nudo en la garganta y necesitaba decirle la verdad a Jackson. Me froté las manos nerviosa y él volteó hacia mí.

—Cuando volví de Villiers estaba muy triste, los extrañaba a ustedes y a este lugar. Creía que Beck estaba loco y... comencé a caer en depresión, ya no era la misma. Me escapaba de mi casa en las noches, le mentía a mi mamá y en la escuela...me molestaban más que nunca. Jamás me había sentido tan sola—relaté y una lágrima se deslizó de mis ojos al recordar esos meses que fueron un infierno—Pero cuando llegaste me sentí feliz otra vez, porque contigo sentía que podía ser yo misma. Ese día en que me fuiste a buscar a la escuela, había sido un día duro...

—No hace falta que me lo expliques—dijo en un tono de voz tranquilizador. Luego colocó una mano sobre mi mejilla y limpió mis lágrimas con su pulgar—Lo sé todo.

Me reconfortaba sentir su mano caliente en mi cara helada. Sus manos eran suaves y fuertes; pero su tacto, delicado. Estábamos tan cerca que podía sentir su aroma y su usual aliento a menta. Me perdía en ese mar azul con destellos celestes que eran sus ojos, era como si hubieran agarrado un diamante y lo hubieran convertido en un par de ojos, que resaltaban aún más bajo la sombra de sus largas pestañas negras.

—A mí también me hizo muy feliz verte otra vez—dijo en mi oído. Nuestros rostros estaban muy cerca.

Ni siquiera sé en qué preciso momento me acerqué tanto a él como para volver a sentir sus labios. Fue como si hubiera vuelto a recordar cómo besar. Me abracé a su cuello para asegurarme a mí misma de que esta vez no lo tenía que dejar ir. Él apoyó sus manos sobre mis mejillas, firmes y seguras a diferencia de mis manos que no dejaban de temblar.

Sentía un enorme alivio interior al saber que él seguía enamorado de mí y que no era la única que había extrañado horriblemente al otro.

Cuando nos separamos, él me miró gracioso.

—Yo no quiero que seamos amigos—sonrió.

Negué con mi cabeza y sonreí. ¿Ahora qué? ¿Estábamos saliendo? Nunca había hecho esto y siento que quedaré en ridículo si pregunto.

—¿Te parece si nos vemos aquí todas las noches?—me preguntó—Ya que no podemos salir...

Asentí con mi cabeza y le di otro corto beso.

Luego de eso, nos quedamos hasta tarde ahí y nos besábamos cada cinco minutos. Era increíble cómo con él podía hablar de tantos temas, ya que nunca me había dado así con nadie.

Volví a mi habitación cerca de las once de la noche, hora que Natalie nos había impuesto para dejar de dar vueltas por la Academia. En el pasillo me encontré con Beck, quien no parecía muy feliz conmigo.

—Te estuve buscando toda la tarde—dijo enojado.

—Estaba con Jackson—me encogí de hombros.

—Siempre estás con él—dijo con el ceño fruncido y luego me miró curioso—¿Están juntos?

—No—respondí—Bueno...algo así. No digas nada—dije en voz baja para que los otros no escucharan.

Beck me miró serio y se acercó más a mí.

—Ten cuidado con él—me dijo en tono confidencial.

—¿Por qué?—le pregunté enojada—Él nos rescató ¿o acaso ya te olvidaste?

—No es eso, sino que lo veo mucho al lado de la Directora—susurró—Ella podría estar espiándonos a través de él y tú caes como tonta en la trampa.

—No sé qué relación tiene Jackson con la Directora pero te aseguro que él no me está espiando—espeté.

—Sólo te digo que seas discreta porque vinimos aquí a refugiarnos no a enamorarnos—espetó Beck y se metió en su habitación.

A la noche, mientras intentaba dormir, me quedé pensando. Era cierto que Jackson parecía muy cercano a la Directora, él solía entrar a su oficina como si nada y siempre la trataba de Natalie y nunca por su apellido o por señora Directora o señora Humphrey, como la mayoría de la gente. Aunque ahora podía decir con seguridad de que Jackson no estaba vigilándome ni poniéndome una trampa, como solía pensar.

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