Apenas colgué con Beck, Gracie ingresó a la habitación y escondí rápidamente la bolsita con el collar debajo de la computadora.
—¿Qué hacías?—me preguntó distraída.
—Videollamada con un amigo—respondí.
Ella sonrío y se acercó a mi cama.
—No haremos ninguna actividad hasta el mediodía, así que tenemos la mañana libre—me informó—¿Quieres que te muestre los jardines?
No quería ir a los jardines, quería ir a buscar la habitación en la que caí anoche. En esa habitación de seguro encontraría algo que afirmara que Adam St. Clair tenía un laboratorio ilegal.
—Está bien—respondí dubitativa.
Al salir de la habitación, nos encontramos a Francesco en el pasillo.
—¿A dónde van?—preguntó.
—Iremos a dar una vuelta por los jardines—respondió Gracie.
—Voy—se apresuró a responder—Con tal de salir de esa habitación...
Francesco se nos unió y salimos de la casa. Hoy estaba nublado y había llovido en la madrugada, la humedad del césped hacía que el ambiente se sintiera fresco.
Fran y Gracie me iban contando anécdotas de años anteriores mientras recorríamos los jardines. Estos estaban divididos en dos partes: la primera tenía asientos, arbustos decorativos, hamacas, parrillas y una pileta. Y en la segunda parte se encontraban todas las canchas, había cancha de tenis, de vóley, de básquetbol y de fútbol.
—El año pasado a Fran le gustaba una chica, era filipina...—comenzó Gracie con una mirada graciosa.
—La mujer más bella que he visto—aportó Francesco a la defensiva.
Gracie rodó los ojos y continuó.
—Ella lo rechazó y Fran se quedó parado frente la reja de la cancha de fútbol como una hora y media—rió Gracie.
—Me sacaron fotos e hicieron memes—dijo Fran haciendo pucheros.
—¿Por qué te quedaste parado frente a la reja?—le pregunté.
—¡Estaba triste y humillado! Resulta que ella estaba teniendo algo con ese tal Rata Homora—explicó Fran enojado.
—¡Arata Himura!—lo corrigió Gracie—Era japonés y tú sabías que ellos dos estaban juntos.
—A mí siempre me pasa lo mismo—se quejó Fran.
Cuando llegamos a la cancha de básquet, encontramos al resto de los chicos allí, el único que faltaba era Jackson. Me metí a la cancha y me acerqué a ellos tomando una pelota.
—¿Jugamos una partida?—les pregunté.
Era buena en el básquetbol, solíamos jugar con mi papá en el patio de la casa antes de que se fuera y ahora jugábamos en unas canchas cerca de su casa.
Gracie me miró con cara de que no quería jugar y a Francesco se le iluminó la cara. Los demás parecían estar de acuerdo con la idea. Luego apareció Jackson, parece que se le bajaron los humos y decidió integrarse al mundo.
—¿Juegas?—le pregunté.
Vi que nadie aquí le preguntaba si quería jugar, así que decidí hacerlo yo. Eran un poco despiadados con él. Jackson se encogió de hombros y vino hacia nosotros.
—Elije tú, Alex—me dijo Will.
—Yo también quiero elegir—dijo Jackson colocándose al medio de la cancha. Nadie se atrevió a llevarle la contra—Elijo a André—dijo con una sonrisa de satisfacción.
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El Campamento
Teen FictionAlexandra Crawford no es sólo otra adolescente, trabaja en servicio secreto. Torpe, optimista, osada, vulgar y bromista son algunos de los adjetivos con los que la describen pero hay uno que nadie tiene en cuenta: es astuta. Cuando ella creía qu...