Capítulo 44: Esperanzas

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Cuando llegué al pasillo de las habitaciones quise ir a ver a Beck. Si me iba a mi habitación y me acostaba sólo pensaría en Jackson y eso era en lo que menos quería pensar ahora. No es una víctima como afirma Becca. Acaba de admitir que los rumores sobre él eran ciertos y no hizo mucho para detenerme. Por otro lado no sabía si creerle la historia de que él era así de más pequeño y luego se tranquilizó, no entendía cómo alguien podía recomponerse tan rápido, eso era mentira.

A los dos toques escucho el "pasa" de Beck. Estaba acostado en su cama jugando con una bola de papel, lanzándola una y otra vez hacia el techo. Dejó de jugar cuando notó que pensaba quedarme ahí. Mi vista se centró en la foto que había en la mesa de noche, donde Beck aparecía con sus padres sonrientes. Él era el único que no sonreía, nunca le gustó sonreír para las fotos.

—¿Pensabas en tus padres?—pregunté sabiendo que él jamás lo admitiría por su cuenta.

Él dejó de lanzar la bola de papel y se quedó con las manos apoyadas en el pecho.

—¿Se habrán sentido mal por mi "muerte"?—preguntó e hizo comillas con sus dedos.

—Pues claro, son tus padres—repuse obvia.

—Ni una vez...—apretó la bola de papel—Ni una vez vinieron a visitarme, a preguntarme qué fue lo que me pasó y ni siquiera a corroborar que al menos una parte del hijo de ellos criaron seguía ahí.

Sentía una gran lástima por él. Vi a sus padres una vez desde que a él se lo llevaron preso, fui a verlos a su casa. Habían sacado todas las fotos de Beck, su padre decía que ese no era su hijo y su madre sólo se lamentaba, delirando lo mismo una y otra vez "Crie a un criminal y no me di cuenta" Jamás le contaría esto a Beck, lo destruiría. Si sus padres supieran la verdad tal vez logren perdonarlo.

Me senté a los pies de su cama mientras él seguía acostado mirando el techo.

—Algún día van a saber la verdad y van a estar más que orgullosos del hijo que tienen—le dije a Beck.

—Tú siempre tienes esperanzas. Consérvalas—dijo Beck, por primera vez en mucho tiempo vi algo parecido a una sonrisa en su cara.

—¿Tú las tenías cuando estabas en prisión?—pregunté.

—No—admitió—Hasta que me visitaste, puse las esperanzas en ti.

—Siempre supe que tenías una buena razón para invadir Villiers como todo un criminal—me acosté a su lado y miré el techo con él, como si estuviéramos mirando las estrellas—Pero sí estás loco, porque eres un genio. Y todo genio tiene su locura—lo último lo decimos juntos y reímos al hacerlo.

—Tú también estás loca.

—Por alguna razón teníamos que ser amigos ¿no?—dije levantando ambas cejas.

Beck y yo éramos polos opuestos, él era serio, aburrido, estructurado y no le encontraría la gracia a un chiste ni aunque este estuviese iluminado con luces de colores.

Volteé mi vista hacia la foto otra vez y acababa de notar que detrás de ella había un tubo con pastillas. Me senté sobre la cama y tomé el tubo.

—No sabía que estabas tomando un medicamento—le comenté Beck, que acababa de sentarse a mi lado—¿Para qué son?

—Para las pesadillas, me las dieron aquí—respondió.

Desde que sacamos a Beck de la prisión había algo distinto en su mirada, oscuridad y sufrimiento. No sabía que estaba teniendo trastornos de sueño, él es muy reservado.

—¿Por qué no me dijiste?

—¿Para qué?—me arrebató el tubo y lo metió en el cajón—Sólo te hubiera preocupado.

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