Capítulo 29: La Pulsera

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Hoy, definitivamente, era un muy mal día. Todo empezó cuando terminó la clase de educación física, acababa de terminar de ducharme y me envolví en una toalla. Al salir de la ducha, busqué mi ropa y ésta ya no estaba donde la había dejado. Comencé a buscar desesperada por todas partes pensando que tal vez la dejé en mi locker. No apareció, alguien la había tomado. Era la única que quedaba en los vestidores. Pensé en llamar a Stephanie para que me ayudara; pero me di cuenta de que mi teléfono estaba en mi chaqueta.

—¿Perdiste algo, Crawford?—apareció un grupo de cinco chicas.

A la que primero reconocí fue a la del medio, Mindy Steel, la que me atacó el otro día con esos dos chicos. Las otras cuatro eran las que siempre estaban con Mindy y además las había visto en clase. Mindy era la que tenía mi ropa en sus manos.

—Devuélveme mi ropa—le ordené.

Entre ellas se sonreían maliciosas y yo me sentía increíblemente incómoda, como si fuese un bicho raro.

—¿Por qué tendría que hacerlo?—preguntó Mindy

—Es que se cree importante—agregó otra.

—Me enteré que andas con Adrian, lo dejaste plantado—comentó Mindy—Déjalo en paz, ¿hasta cuándo pensarás que podrás encajar con nosotros? Sólo un raro se fijaría en alguien tan extraño como tú.

Sabía que meterme con alguien del grupo de Mindy me traería problemas. Cada vez me tenían más acorralada contra los casilleros. Escondí las manos detrás para ocultar que me temblaban.

—No necesito encajar en tu grupo de gente falsa—contesté tratando de parecer segura.

Mindy me empujó contra los casilleros haciéndome caer al suelo, aún sostenía mi toalla, por suerte. Me había golpeado la cabeza y comencé a sentirme mareada.

—Deja de hacerte la mosquita muerta con Adrian—dijo Mindy agachándose hasta quedar a mi altura—Esta vez fui muy buena contigo; pero la próxima vez que te hagas la víctima con alguno de nosotros te haré algo peor—se levantó, me tiró la ropa en la cara y se fue con sus amigas.

Cuando vi que ellas no estaban aquí, escondí la cabeza entre mis piernas y me largué a llorar. Me sentía más valiente enfrentando a un asesino serial antes que enfrentando a niñas tontas de la escuela. Me sentía tan débil aquí, estaba cansada de tener que mantener el perfil bajo y siempre tener que aguantar los golpes sólo para que no sospechen de mí. Apuesto que si esas chicas me vieran luchar como me enseñan en la Academia, lo pensarán dos veces antes de meterse conmigo. Eso nunca pasaría, eso era lo peor.

De pronto, escuché que había alguien en la puerta del vestidor y me levanté rápido del suelo. Caminé a través de los lockers y llegué a la puerta, esta estaba abierta, pero no había nadie. Tomé mi ropa y me fui a cambiar rápido antes de que alguien me viera.

El resto del día no fue muy distinto y al otro día, los maltratos continuaban. A la hora del almuerzo no sentía ganas de comer ni de hablar y Stephanie me miraba sospechosa. Aún me avergonzaba hablar sobre lo que había sucedido en los vestidores.

—Estás muy callada hoy—comentó Steph dejando su teléfono a un costado—¿Te sucede algo?

—No ¿Por qué?—mentí.

—Hace diez minutos que estás mirando el tenedor como si fuese a hablarte—repuso obvia.

Más que el tema de los vestidores, mi mente estaba muy preocupada en otra cosa. Había pasado todo el día planeando cómo pedirle ayuda con lo de Beck sin que lo tomara mal.

—Te sucedió algo ¿no?—dejó de comer su ensalada y me miró preocupada—Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.

—¿Me ayudas a sacar a Beck del calabozo?—escupí. No era el momento ni el lugar para preguntárselo; pero aunque sea la distrajo del tema central: mi humillación.

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