Capítulo 21: Francesco se Entera

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Esta vez salí de la habitación secreta por los ductos de ventilación, así ganaría tiempo. No tardé ni diez minutos en encontrar la habitación que llevaba al sótano. Jackson seguía allí tratando de desencadenar a todos.

—¡Alex!—exclamó Francesco, fue el primero que me vio llegar—¿Y Gracie?

—Tranquilos, ella está a salvo.

Jackson ya estaba encima mío tratando de sacar información. Luego detuvo su mirada en el corte que tenía en el cuello

—Amy me atacó—susurré—Ahora son dos—dije en el mismo tono casi inaudible.

—¿De qué están hablando?—chilló Liz—¡Intenten desatarnos!

—¡Mi saxofón!—exclamó Jackson cuando bajó la mirada hacia mis manos.

Le tendí el estuche, él lo agarró feliz y luego se detuvo a mirarme impresionado.

—¿Cómo supiste?

—En cuanto a cosas bizarras, a mí no me engañas.

—¡¿Acaso te pondrás a tocarnos el saxofón?!—se quejó Will.

Jackson lo ignoró y abrió su maletín secreto. De allí sacó una especie de llave extraña que jamás había visto, pero sirvió para abrir el candado que los ataba.

Yo sabía de muchos juguetes espía; pero ese no era cualquiera. El Secreto del Músico—como se llamaba el estuche—era muy difícil de conseguir, puesto que tenía contenido espía muy profesional. Además, siendo aún un alumno de la Academia, tiene que tener aprobación del Director de la Sede.

—¿Dónde está Gracie?—preguntó Liz. A ella todavía no la habían desatado.

—Encontramos una habitación donde no nos encontrarán, nos esconderemos ahí—expliqué.

Liz me miró extrañada; al parecer no sabía nada de una habitación oculta. Noté la mirada de Will sobre mí y Jackson; es obvio que se van a dar cuenta tarde o temprano.

—¿Y si alguien nos ataca cuando salgamos?—lloriqueó Abby.

—Iremos por los ductos de ventilación, es más seguro—repuse.

Los otros chicos iban saliendo del sótano e iban a esperar en la habitación de arriba.

—¿Qué esperas niño? ¡Desátame!—chilló Liz

Jackson se quedó parado frente a ella con la llave en sus manos. Me acerqué para ver qué pasaba.

—Jackson, desátala—le ordené.

—No—respondió frío—No saldrá de aquí hasta que me diga dónde está el laboratorio.

—¿Qué laboratorio?—preguntó Liz confundida.

—Jackson...—intenté detenerlo.

—Te daré otra oportunidad; si vuelves a mentir, te quedas aquí hasta que vengan esos intrusos y que ellos decidan qué hacer contigo—la amenazó.

—¡Te juro que no sé de ningún laboratorio, no sé de qué me estás hablando!—Liz estaba al borde de la desesperación.

Jackson se guardó la llave y dio media vuelta. Fui hacia él y lo detuve.

—Ella está diciendo la verdad—dije. Jackson me miró acusador—El laboratorio no existe, he tratado de decírtelo...

Él me miró con los ojos entornados y estaba a punto de decir algo cuando fue interrumpido.

—¡Apúrense! Queremos irnos—gritó uno de los chicos.

Saqué la memoria de mi bolsillo y se la puse a Jackson en la mano.

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