Capítulo 34: La Otra Sede

1.5K 114 0
                                    

Anoche la sensación de náuseas no me dejaba dormir, sentía un dolor en mi pecho cada vez que pensaba en Brussard y se me hacía un nudo en la garganta cuando pensaba en mi familia. Siento que ha pasado una eternidad desde esta mañana que me levanté y fui a la escuela como un día cualquiera y ahora estaba en un avión volando a Londres para escapar.

Recuerdo cuando viajé por primera vez a Londres para ir a Villiers, estaba tan asustada y entusiasmada al mismo tiempo porque era mi primer viaje en avión y la primera vez que viajaba tan lejos. Siento que mi vida era tan simple hasta ese entonces y fue tan sólo hace cuatro meses. Pasé tantos buenos momentos en ese lugar, creí que todos serían unos niños engreídos e insoportables y fue todo lo contrario; excepto al principio, con Jackson, él sí se comportó como un niño engreído e insoportable. No era la misma desde entonces.

Me sentía más valiente en ese entonces.

Me despertó la misma luz del Sol, olvidé bajar la cortina de la ventanilla. Miré a través de ella y me encontré con un gran colchón de nubes debajo de nosotros que parecía nieve y arriba había un cielo azul con un sol hermoso. Luego miré a mi alrededor, en la otra fila a mi derecha tenía a Jay durmiendo con la boca abierta y en los asientos de adelante estaba Beck. Jackson no estaba a la vista.

Me levanté sigilosamente de mi asiento, necesitaba ir al baño y arreglarme un poco, mi aspecto en las mañanas no es lo que se puede llamar glamoroso. Mi cabello estaba muy inflado y lo tenía más ondulado de lo normal. Cuando me miré al espejo noté que habían quedado algunos restos de máscara al margen de mi cara y los despegué con agua. Aún llevaba ropa de guardia, no quise sacarme el chaleco anoche porque tenía un frío que me hacía tiritar. Me lo saqué y me quedé sólo con una camiseta color bordó, los pantalones de guardia y las botas.

Al salir del baño volví a mi asiento. Beck, al notar que ya estaba despierta, se vino a sentar a mi lado.

—¿Cómo dormiste?—preguntó.

—No tan bien, creo que olvidaron encender la calefacción ¿Y tú?

—Pasé tres meses durmiendo sobre una tabla, este asiento es la gloria—sonrió.

Lo miré con lástima y posé mi mano sobre el pómulo donde tenía un moretón.

—¿Qué te sucedió aquí?

—No le contesté muy bien a un guardia y bueno...—intentó disimular.

—¿Y aquí?—tomé sus manos y enseñé sus nudillos y muñecas rojas—¿Otra mala contestación?—pregunté sarcástica.

—Alex...—apartó sus manos.

—¿Qué te hicieron allí dentro?—se me quebró la voz. Beck me esquivaba la mirada—¿Te torturaron para que hablaras?

Finalmente dejó de intentar esquivarme la mirada y asintió levemente con su cabeza. Una lágrima cayó de mis ojos y me tiré sobre el respaldar de la silla cubriéndome la cara para que no me viera llorar.

—Lo siento tanto, si no fuera por mí...—sollocé y él me interrumpió.

—No te culpes, él te habría asesinado. Tú me sacaste de ahí, ahora estamos a mano ¿no?

Asentí mientras me secaba los ojos con la manga de mi camiseta.

—Quería saber quién más estaba conmigo—confesó—Sospechaba de ti. El truco de hacerme pasar por el secuestrador convenció a todos menos a él.

—¿Qué otras cosas te preguntaba?

—Quería saber dónde estaba el archivo y hasta me preguntó qué sabía de la Quinta Sección, sabe que se hizo una copia de los planos. No sé quién filtró la información; pero Brussard sabía que fuimos nosotros—explicó Beck.

El CampamentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora