Capítulo 54: El Legado de St. Clair

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 Stephanie entró a la habitación como un rayo y observó el cuerpo de Albert por una fracción de segundo.

—¡Levántate, Alex!—gritó.

Me saqué las sogas que ataban mis manos y pies fácilmente ya que Stephanie se había ocupado de colocarlas de cierta forma que pareciera que estuvieran atadas fuertemente. Mi amiga me tomó la mano y salimos corriendo por los pasillos mientras las alarmas sonaban avisando que nos estábamos fugando.

—¿Tú sabías que eso iba a pasar?—pregunté mientras seguía corriendo.

—¡Claro que no!—gritó por sobre las alarmas.

Al llegar a las celdas, donde Peter, Jackson y Beck seguían encerrados, nos encontramos a Noah y Becca tratando de romper la cerradura de la celda de Jackson apuntándole con un arma.

—¡Suelta el arma!—les gritó Stephanie mientras les apuntaba. Hacía mucho que no iba a la Academia; pero aún no perdía el toque.

Noah y Becca levantaron sus manos y me miraron pidiendo ayuda.

—Ellos están de nuestro lado—informé a Stephanie.

Ella guardó su arma y sacó una llave de su bolsillo para comenzar a abrir todas las celdas.

—¿Dónde están los demás soldados?—les pregunté.

—La mayoría están muertos—respondió Becca—Los demás están escondidos esperando refuerzos.

Jackson tenía sus puños tan apretados que en cualquier momento se tornarían violetas.

—¿Lucas y Bill?—preguntó Jackson.

—¿Y Jay?—me apresuré a preguntar.

—Todos vivos—respondió Becca—Lucas está herido, él...sólo trató de salvarme—dijo con las manos temblorosas y la voz quebrada.

Jackson susurró algún improperio para sí.

—Ya casi ganamos—dijo Beck—A Brussard no le deben quedar muchos soldados.

—No se rendirá tan rápido—lo contradije.

—No lo sé; pero hay que salir de aquí ya—nos interrumpió Stephanie.

Nos lanzamos a correr y Peter se agarró a mi brazo.

—No puedo—dijo muy agitado.

Recordé que su pierna estaba lastimada y le quedaban muy pocas fuerzas, no sabía qué hacer, no podía cargarlo, era muy pesado. Jackson volteó hacia nosotros y se dio cuenta de la situación. Volvió corriendo y cargó a Peter. Así, continuamos corriendo hacia la entrada donde deben estar los refuerzos.

Ya podía ver la puerta por la que habíamos ingresado, ya casi llegábamos a la salida cuando nuevamente escuché ese sonido que ya me era familiar, las balas. Sin pensarlo, nos lanzamos al suelo antes de que nos alcanzara alguna bala. Eran sólo dos hombres los que disparaban. Brussard estaba en el medio y ordenó que detuvieran el fuego. Él sonrió, nos tenía atrapados. Los dos guardias que venían con él, que tenían las caras tapadas con un casco parte del uniforme rojo, no habían bajado la guardia. Estábamos indefensos, nuestra única esperanza era esperar a que los refuerzos de Natalie llegaran cuanto antes.

—Hasta aquí llegamos—advirtió Brussard—Mátenlos—ordenó a los guardias.

Ellos levantaron sus armas y nos apuntaron. Pero en ese momento uno de los guardias desvió la dirección de su arma y le disparó al otro guardia, luego apuntó a Brussard. Este último levantó sus brazos calculando sus próximos movimientos y esperando a ver quién era su agresor. El guardia se quitó el casco rojo y lo lanzó al suelo sin aún bajar su arma. Pues aquí estaba Adam, cuando todos creíamos que se encontraba ya muy lejos, sólo se había escondido.

—St. Clair—Brussard dejó escapar en un suspiro de asombro.

Adam se mantuvo firme con su arma. No necesitaban palabras para expresar lo que sentían, sus miradas eran más que suficientes. Creo que Brussard nunca se imaginó que Adam seguiría lo suficientemente cuerdo como para idear algún plan de venganza pero aquí estaba, St. Clair siempre tiene todo fríamente calculado. Huyó de la Sede sin que nadie lo viera, se mezcló entre los guardias de Brussard y hasta ahora, es el que más cerca ha estado de matarlo.

—¿Este será el final?—preguntó Brussard, Adam seguía en su postura inicial—Lo que empezamos juntos, lo terminamos juntos.

Brussard colocó lentamente su mano en su cintura, donde tenía el estuche de una pistola.

—Ya no me convences con tus palabras—fue lo único que dijo Adam.

En ese momento se oyeron dos disparos fusionados en uno solo. Ambos hombres cayeron al suelo, muertos. Se mataron entre sí sin pensarlo dos veces.

—¡No!—grité y me acerqué al cuerpo de Brussard, que había recibido un disparo en el corazón.

Ansiaba verlo tras las rejas, quería ver cómo se pudría el resto de su vida en una prisión. No obstante, era la única evidencia que nos quedaba de todos sus crímenes, pues Brussard robó los archivos cuando fuimos a Villiers y ya deben estar hechos cenizas. Adam se fue y lo único que me dejó fue un frasco de mermelada de frambuesa.

—¡Ya lo descubrí!—dije levantando la voz más de lo que quería.

—¡Alex, cuidado!—Beck me lanzó a un costado al mismo tiempo que oí un disparo y luego otro. Frente a mí, un hombre rojo cayó al suelo.

Cuando intenté levantarme noté una fuerte punzada en el estómago que me lo impedía. Apoyé mi mano sobre el lugar del dolor y al sacarla, esta salió llena de sangre. Me habían disparado.

—Alex, Alex, no—Jackson se arrodilló a mi lado y colocó mi cabeza entre sus brazos—¡Llamen refuerzos!—ordenó a los demás en un grito desesperado—No cierres los ojos—dijo tratando de mantener la calma. Lo miré a los ojos, ese profundo mar azul, y traté de mantener la consciencia mientras él me presionaba la herida. Jackson me cargó en sus brazos y comenzó a andar.

No sentía nada más a mi alrededor, era como si estuviera aturdida, los ruidos se escuchaban lejanos. Mantenía mi mirada fija en los ojos de Jackson, que se veían como dos luces azules flotantes. Y su fresco aroma, eso será lo que siempre recordaré de ese momento.

—Me duele—dije mientras una lágrima brotaba de mi ojo. Esas dos simples palabras parecieron haber roto el corazón de Jackson, pues sus ojos se cristalizaron.

—No me dejes, por favor—susurró y se aferró aún más sus brazos a mi cuerpo.

Pero mis ojos se cerraban y ya no sentía dolor, cada vez me costaba más ver con claridad.

—Jackson—dije tratando de sonreír con mucha dificultad—La mermelada—él me miró extrañado; pero no había tiempo para hacer preguntas.

Todos mis recuerdos felices con Jackson venían a mi mente, no quería separarme de él, lo amaba tanto. Toda mi vida pasaba por delante de mis ojos ¿Así se siente estar muriendo?

—Alex, aguanta un poco más. Ya casi llegamos—suplicó Jackson mientras me tocaba la mejilla tratando de impedirme cerrar los ojos—Te amo.

Luché con todas mis fuerzas para quedarme con él, para poder seguir viendo esa mirada seria de Jackson que esconde una profunda tristeza en su corazón, quería hacerlo feliz. Pero estaba perdiendo mucha sangre. Finalmente cerré mis ojos y ya no sentía nada.

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