Capítulo 8: Londres

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La mañana del miércoles, el desayuno había transcurrido normalmente y como todos los días, esperábamos con ansias a que Liz nos comunicara las actividades del día.

—Buenas noticias—apareció Liz con voz melódica en el comedor. Ella venía bien arreglada, más de lo usual. Se había puesto un traje blanco y había recogido su cabello en un moño—Hoy iremos a la ciudad y les conseguí estos bonitos broches.

Liz nos dio a cada uno un broche con la postal de Londres. Los únicos que no recibieron una fueron Fran y Gracie, quienes ya deben tener varias de estas.

—Se lo pondré a mi mochila—dijo Abby a Paige y las otras ya quisieron hacer lo mismo. Jackson las miraba como si internamente se riera de ellas. Me enojó un poco porque yo también estaba pensando en ponérselo a mi mochila.

—Pónganse bonitos, nos vamos en una hora—avisó Liz y se fue.

Jackson se quedó mirando el broche incrédulo y se lo guardó en el bolsillo como esperando olvidar que lo había dejado ahí y así rápidamente poder darlo por perdido.

A la hora en punto de haber terminado de desayunar, los diez, con Liz, nos encontrábamos en la puerta de la casa frente a las vías.

—La manera más rápida de ir es en tren y la vista es más linda que la de la autopista—explicó Liz.

—¿Qué tan lejos estamos de la ciudad?—preguntó André.

—Sólo a una media hora; pero ni siquiera se siente.

En el tren me senté junto a Gracie. Francesco y Jackson estaban sentados en los asientos de atrás. Francesco no dejaba de hablar mientras que Jackson se había colocado unos lentes de sol y en realidad no sabía si estaba dormido o si sólo lo ignoraba. Era cómico.

—Me imagino que ya debes conocer bien la ciudad—dije a Gracie.

—Bastante, de todas formas me encanta ir—respondió ella.

—A mí también—Francesco se apoyó sobre los respaldares de nuestros asientos—Un día me encontré con un borracho, me confundió con una gaviota.

—Y tú comenzaste a actuar como una, eso lo confundió más—dijo Gracie y luego se dirigió a mí—No te juntes con Francesco si no quieres pasar vergüenza.

Ambos se dieron cuenta de que me había quedado mirando a Jackson. Hacía rato había dejado de investigarlo, pero seguía llamándome la atención.

—Hasta parece bueno cuando está dormido—comenté.

—¿Bueno? ¡Habla dormido!—lo señaló Francesco y comenzó a susurrar—La otra noche estaba llamando a alguien, un tal Tim o Timothy... no lo sé. O si no insulta mientras duerme ¡y hasta gruñe! Una vez creo que estaba peleando conmigo. Este chico tiene serios problemas del sueño.

Comencé a reír porque se me vino el recuerdo de Beck a la cabeza. Él siempre está quejándose de mí.

—¿Molestémoslo?—preguntó Francesco con una mirada pícara—Se va a volver loco—sonrió.

Sonreí y le tendí un labial rojo.

—¿Estará dormido en serio?—preguntó Gracie un poco temerosa.

Francesco se encogió de hombros y levantó los lentes que Jackson traía puestos. Para nuestra sorpresa, Jackson no estaba dormido sino que tenía los ojos abiertos y miraba a Francesco fijamente. Este se quedó estático y volvió a bajarle los lentes.

—Así es, aleja esa mano si no la quieres perder—dijo Jackson y se acomodó contra la ventana.

Los tres nos quedamos mirándolo, era tan raro que llegaba hasta dar miedo. A Francesco no se le volvió a ocurrir molestarlo.

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