Capítulo 53: El Destino no se puede Cambiar

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Peter acababa de decirnos que Stephanie nos había traicionado. No entraba en mi cabeza que eso pudiese ser cierto.

—Fue más inteligente que tú en ese aspecto—dijo alguien en la puerta.

Otra vez sentía esa familiar brisa helada que se sentía cada vez que se estaba a su lado. Aquella fue la razón por la que le dimos el inocente apodo de muñeco de nieve.

Brussard se colocó frente a mi celda, manteniendo una buena distancia entre él y la celda de Jackson, quien hace un rato sacó los brazos entre las rejas para ahorcarlo. Me apoyé sobre las rejas sin poder creer la traición de mi mejor amiga.

—Maldito—gruñó Jackson apoyándose en las rejas.

Brussard volteó hacia él con una sonrisa de superioridad en su cara.

—Supe que ibas a ser un problema desde el día en que te conocí en esa comisaría de Londres—le dijo a Jackson—Tan rebelde y atrevido ¿Acaso creíste que me ganarías? Sólo eres un mocoso, madre alcohólica, padre desaparecido, futuro condenado...—hizo un gesto de negación y se acercó más a su celda. Jackson lo miró con una mirada de asesino en serie que hasta mí me asustaría y que sin embargo a Brussard no parecía intimidarlo—Yo te habría dado un gran futuro, mucho mejor del que Natalie te ofrecía. Tienes una mente brillante, tu problema es tu carácter. Y ya saben lo que pasa con los que no me obedecen—su mirada se dirigió a Beck, a quien observaba de arriba abajo.

Jackson respiraba profundamente mientras apretaba sus dientes y sus dedos se fundían sobre el metal de la reja. Daba la impresión de que podría destruirlas con sólo un mover de su mano.

Brussard se había quedado observando a Beck. Lo miraba con la cabeza en alto y, al contrario, era Beck el que se mantenía alejado en la seguridad de su celda.

—Parece que no estabas tan loco—comentó irónico—Por cierto, asistí a tu funeral—cambió el tono de voz a uno más rítmico; pero igual de tenebroso—No había mucha gente, fue una linda ceremonia. En fin, al ver el contexto del lugar, tan vacío, descubrí lo que tanto me había preguntado ¿Qué era lo que tú y Jason tenían en común? Eso era lo que necesitaba descubrir desde que supe que tú y él trabajaban juntos para derrotarme—hizo una mueca de orgullo en su rostro que no logré comprender—Ambos eran personas solitarias—respondió a su pregunta—Jason era más famoso, todos lo conocían y lo querían, sólo que a él no le gustaba la gente. Valoraba la soledad, eso era lo que más destacaba en él. Y tú, McCullers, eras igual, sólo que te escondías.

Mi abuelo siempre destacaba eso en mi hermano, Peter. A él siempre le ha gustado hacer las cosas solo. Empezó a tomar el tren para ir a la Academia con tan solo nueve años porque no le gustaba que mi mamá lo llevara, desde muy pequeño ya dejó de necesitar de mamá para hacer las tareas y todo en general. Todo fue cuando mis padres se divorciaron, algo se despertó en él que lo llevó a la necesidad de volverse independiente a muy temprana edad.

Siempre he creído que la soledad es una virtud, una que yo no tengo, que la soledad desarrolla un talento en nosotros. A Beck, la soledad lo volvió un genio, a Jason lo hizo valiente e inteligente y a Peter lo hizo independiente. La soledad no es algo que vaya conmigo.

Ahora veía a Peter y a Beck aquí, a mi lado, lastimados, asustados y llenos de odio, y no los reconocía. Sé que saldrán adelante porque así son ellos.

—¿Dónde está Stephanie?—pregunté.

Brussard volteó y me observó como si fuese tonta. Luego dio media vuelta y me dejó con las palabras en la boca. Salió por la puerta por la que entró y de inmediato, entró la persona que menos hubiera creído que estuviera aquí. Al principio creí confundirlo con alguien más, tal vez fue por el uniforme, igual al que usan los soldados de Brussard. Albert se acercó cabizbajo, sin decir palabra, hacia mi celda.

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