Capítulo 12: La Fiesta Vecina

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Era jueves, casi medianoche.

Me quedaba exactamente ocho días para resolver el caso y mi única esperanza hasta ahora era ese cuaderno. No podía dormir y esta noche apenas pude cenar. Brussard estaba perdiendo la confianza en mí y eso me preocupaba demasiado. Pero no tenía miedo, sabía que lo iba a lograr. Volvería allá con el asesino en mis manos y les cerraría la boca a todos.

Ayer me enteré que en la Academia habían hecho una apuesta, con dinero y todo, a que me encontraban en la orilla del río.

Alguien tocó la puerta de la habitación, lo que hizo que Gracie se despertara. Nos miramos extrañadas. Me levanté de la cama y al abrir la puerta, me encontré con André, Francesco y Abby.

—¿Qué hacen?—les pregunté. André me hizo señas para que no levantara la voz y miró hacia todas partes.

—Iremos a una fiesta—susurró Abby.

—¿En dónde?—preguntó Gracie, que ya se había levantado.

—En Vientos Sureños—respondió André.

—Cámbiense, las esperamos abajo—avisó Francesco.

Gracie y yo nos miramos con las cejas levantadas y levanté los hombros. Buscamos unos abrigos y caminamos por la casa sin hacer ruido para no despertar a los St. Clair. Cuando salimos de la casa nos encontramos al resto de los chicos esperándonos en la entrada del bosque.

—Y díganme ¿A quién se le ocurrió la maravillosa idea de ir a una fiesta de la competencia?—pregunté.

Todos dirigieron sus miradas hacia Jackson, quien levantó la vista de su teléfono al darse cuenta de que todo el mundo tenía su atención en él.

—¿Por qué no?—se excusó—Es bueno conocer a la competencia antes de la Guerra de Campamentos.

La Guerra de Campamentos eran competencias que hacíamos con el campamento vecino. Al final del verano se hacía el enfrentamiento final y el campamento ganador se llevaba un trofeo de tres metros de altura más pases gratis para ir a la fiesta más grande de Londres organizada por un multimillonario, en la cual asistían hasta famosos. Villiers sólo tenía un trofeo y que según Francesco lo ganaron por un error en los resultados.

—¿Y cómo se supone que llegaremos al otro lado del lago?—preguntó Paige mientras se aferraba a su abrigo, la noche estaba fresca.

—En balsa por el lago—respondió Jackson obvio.

—¡¿Cruzaremos el bosque de noche?!—preguntó Gracie alarmada.

—Ni que hubieran monstruos ni asesinos—comentó Ansel.

—No estoy muy conforme con esa idea—dijo Alisha.

—De hecho, los límites de Villiers están rodeados de cercas eléctricas y seguridad las veinticuatro horas del día, el bosque es tan seguro como la casa—explicó Francesco.

—¡La primera vez que dices algo útil!—exclamó Jackson irónico—Y si hubieran monstruos en el bosque no atacarían a un bichito raro—se burló de Gracie.

Al ver que Gracie bajó la cabeza le lancé una mirada furtiva a Jackson.

—Y tampoco atacarían a una diva histérica que podría golpearlos con su saxofón—me burlé de él.

Todos comenzaron a reír a carcajadas hasta que Jackson les lanzó una mirada asesina que los hizo bajar el tono de la risa.

—¿Qué tal si dejamos de hablar y nos vamos?—cambió de tema y me miró desafiante.

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