Salimos corriendo tan rápido como pudimos y llegamos a la puerta de salida con un poco de dificultad porque no veíamos nada. Salimos rápido antes de que el humo se dispersara y pudieran captarnos las cámaras. Una vez que llegamos afuera, Albert y Lily ya no estaban aquí.
—Vayámonos antes de que salgan—dije.
Nos encontrábamos en la parte de atrás de la Torre y corrimos hacia el callejón en donde Jay tenía la camioneta. Ya no estaban allí, Beck y yo estábamos varados.
—¿Escuchas eso?—preguntó Beck.
Eran sirenas de policía y estaban muy cerca. Estábamos atrapados en un callejón sin salida con policías rodeándonos. Un auto de policía se detuvo frente a nosotros, encandilándonos con sus luces. Ya no intentamos escapar, ya nos habían visto y sabían que Beck estaba vivo. El auto se quedó detenido frente a nosotros y nadie se bajaba de él. Con mi brazo sobre mis ojos, miré a Beck y él me miró tan confundido como yo. Las luces del auto se apagaron.
—¿Por qué siguen ahí parados, no piensan subir?—dijo Albert asomándose por la ventanilla del conductor e indicándonos con un brazos que subamos.
Sin dudarlo, fui hacia el auto. Cuando abrí la puerta, casi caí muerta al ver que mi abuelo estaba ahí sentado.
—¿Abuelo?—le pregunté atónita.
—Suban, suban—nos ordenó.
Nos sentamos en los asientos traseros junto a él y Albert puso en marcha el motor.
—¿Qué haces aquí?—le pregunté a mi abuelo.
—Luego hablan, ahora agáchense—ordenó Albert.
Albert estaba yendo hacia la entrada, donde estaban todos los móviles de policía. Los tres estábamos agachados lo más que podíamos. No nos verían, los vidrios estaban cubiertos con rejillas y estaba bastante oscuro aquí. En un momento, el auto se detuvo.
—No se muevan—susurró Albert.
Me asomé por el costado del asiento y vi que Albert bajaba su ventanilla. Había un policía allí afuera.
—¿Quién le dio órdenes de salir?—preguntó el policía.
—Se vio a Christian Boy en la calle 23, dicen que iba en una camioneta—dijo Albert con voz dura.
Su tono de voz fue tan convincente que hasta yo me la creí por un segundo.
—Enviaremos más refuerzos—dijo el otro oficial de policía y comenzó a dar órdenes a los otros móviles.
El auto arrancó otra vez a toda velocidad.
—Ya pueden salir—dijo Albert más relajado.
Levantamos nuestras cabezas. Al observar por las ventanillas, vi que habíamos tomado la autopista para salir de la ciudad.
—Así que el plan salió bien...—murmuré sin aún poder creérmelo. Tantas veces había imaginado que salía mal y ahora no podía creer que esto era real.
—Así es—dijo Albert. A través del espejo pude ver su blanca sonrisa.
—¿A qué se refieren con que salió bien?—preguntó Beck.
—Creen que estás muerto—le informé.
—Fue un plan estupendo, a decir verdad—nos felicitó mi abuelo—Creo que no nos hemos saludado como corresponde—se dirigió a Beck y le estrechó la mano.
—¿Cómo te enteraste de nuestro plan?—lo interrumpí.
—Jay se contactó con Natalie Humphrey pidiéndole ayuda en caso de que necesitaran escapar. Cuando ella supo que eras tú quien lo ayudaba, se contactó conmigo y me pidió que los vigilara y la mantuviera informada acerca de lo que hacían. Ya te lo dije, somos amigos muy cercanos—explicó mi abuelo.
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El Campamento
Teen FictionAlexandra Crawford no es sólo otra adolescente, trabaja en servicio secreto. Torpe, optimista, osada, vulgar y bromista son algunos de los adjetivos con los que la describen pero hay uno que nadie tiene en cuenta: es astuta. Cuando ella creía qu...