De regreso a casa, en el tren, la mayoría iba durmiendo. Estaban rojos por estar todo el día al Sol. Gracie se había quedado dormida sobre mi hombro, tenía arena en el cabello porque los de Vientos Sureños la habían atacado. Se veía tan tierna durmiendo. Liz tampoco se salvó de Vientos Sureños. Se había quedado dormida en la arena y le pusieron una estrella de mar en la cara, de modo que ahora tenía una estrella blanca en medio de la cara roja.
—¿Alex?—preguntó Gracie, abriendo los ojos—¿Ya llegamos?
—Falta un poco—respondí. Ella cerró los ojos y se volvió a dormir.
No paraba de pensar en mañana, era el ultimátum que me había puesto Brussard, si para mañana no tenía algo que le diera fin al caso, estoy fuera.
Al llegar a la casa, nos detuvimos en la sala de estar.
—¡Me arde la piel!—se quejó Abby.
Ella se sentó sobre el sillón y se levantó el vestido largo que llevaba puesto para verse las piernas, estas estaban llenas de ampollas del tamaño de tapas de botella. Todos hicimos una mueca de asco.
—¡¿Qué te pasó?!—chilló Liz, a quien casi le dio un ataque al ver su pierna. Parecía que la estrella bailara cada vez que ella hacía una expresión—¡Te dije que te pusieras protector!—chilló mientras examinaba su pierna. Luego le tomó la mano y se la llevó a la enfermería mientras la regañaba imparablemente.
Ansel se miró los hombros, que los tenía al rojo vivo y se los tapó bien con la remera para que Liz no lo viera.
—No sé ustedes, pero hoy tengo ganas de una pizza italiana—dijo Francesco acomodándose sobre el sillón con los pies en alto—¿Quién quiere?
—Nadie...—dijo Jackson, a pesar de que todos tenían sonrisas en sus caras.
A todos nos gustaba la pizza que hacía Fran, tenía un sabor especial. La mayoría subió a sus habitaciones para tomarse un baño y cambiarse de ropa antes de la cena.
—Jackson ¿me ayudas?—le preguntó Fran, ya que era el único que todavía no subía.
—No—respondió hosco.
—Yo quiero ayudar—se ofreció Alisha.
—¿Pizza hindú? No, gracias—rio egocéntricamente Jackson.
—Todos son bienvenidos en la cocina de Francesco—él posó un brazo alrededor de los hombros de Alisha y miró a Jackson burlón—Excepto ingleses aburridos y vanidosos.
—Duerme con un ojo abierto, Dentolini, ya te advertí—Jackson lo miró sarcástico y Francesco se fue bailando a la cocina, burlándose de él.
Mientras esperábamos a que la comida estuviera lista, hicimos reunión de chicas en mi habitación. Bueno, yo la organicé. Le robé Alisha a Francesco y creo que me insultó en italiano. Luego Abby apareció con sus piernas vendadas.
—¿A qué se debe esta reunión?—preguntó Abby.
Estábamos todas sentadas en el suelo de la habitación que compartía con Gracie.
—Esto parece de película—sonrió Alisha.
Mentira que no tenía muchas pijamadas. Cuando era pequeña solían invitarme a pijamadas, luego crecimos y mis amigas comenzaron a notar que había algo raro en mí. Ser espía implicaba no tener redes sociales, pasar tardes enteras en la Academia y no tener tiempo para tener una vida normal. Mis amigas comenzaron a notar esas particularidades de mí y me apartaron. Yo también lo hice. En la Academia nos enseñaban que hasta los dieciocho años tendríamos la posibilidad de llevar las dos vidas y luego, en nuestro último año elegiríamos qué vida queríamos. Todos parecían estar conformes con eso, aunque yo opinaba distinto. Yo opinaba que nunca podría llevar una vida normal siendo que salía de la escuela y me iba a la Academia o hacía prácticas en las calles persiguiendo a gente que algo malo había hecho. La Alexandra Crawford que conocían en mi escuela era falsa, sólo era una parte de ella, la parte de ella que fingía ser normal.
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El Campamento
Teen FictionAlexandra Crawford no es sólo otra adolescente, trabaja en servicio secreto. Torpe, optimista, osada, vulgar y bromista son algunos de los adjetivos con los que la describen pero hay uno que nadie tiene en cuenta: es astuta. Cuando ella creía qu...