Capítulo 56: Hablar Ahora

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Mis padres y mi abuelo habían llegado a Londres a primera hora. Me hizo muy feliz volver a ver a mis dos hermanos más pequeños, Sam y Emma, otra vez. Luego de haber temido tanto por ellos, los veía aquí sanos y salvos. Steph se coló diciendo que era mi hermana y me maquilló y me arregló el cabello.

—Siempre hay que tener estilo, no importa si estás postrada en una cama—dijo mientras me aplicaba rubor.

Odiaba usar tanto maquillaje, pero la dejaba ponerme lo que quisiera sólo porque estaba feliz de seguir teniéndola conmigo.

Mi familia estuvo conmigo un buen tiempo hasta que una enfermera les pidió que me dejaran descansar. La verdad es que no quería quedarme sola, quería ver a mis amigos, que hasta ahora no los había visto.

La televisión estaba encendida en el canal de las noticias, imagino que pronto darán la noticia sobre lo sucedido ayer y relatarán toda la historia. La prensa atacará Villiers y una vez más, ese lugar será noticia. Liz debe estar destruida, vivía por y para su hermano.

Cerré los ojos un momento y recordé la horrible imagen de Albert suicidándose. En circunstancias normales él habría sido el primero en colarse en el hospital para verme o incluso se habría vestido de policía con alguna placa falsa para que lo dejaran pasar. De seguro su imagen está en los archivos junto a todos los demás que ayudaron a Brussard. Su nombre quedará manchado, nadie nunca sabrá que Albert Greenberg se arrepintió y lo pagó con su vida. No creo que haya sido valiente, si lo hubiera sido me habría ayudado a escapar y luego se hubiera sometido a las consecuencias de vender armamentos ilegales. ¿Pero suicidarse para escapar de su destino? Aunque me hubiera ayudado a escapar creo que jamás podría haberlo perdonado, gracias a él me arrebataron a Gracie, eso no se perdona.

Creí sentir abrirse la puerta de mi habitación en el hospital, no le di importancia ya que seguramente es alguna enfermera que viene a hacer una rápida revisión. Así seguí con los ojos cerrados tratando de dormir un poco. Sentí que alguien se sentó a mi lado y pude oler ese aroma fresco que ya me era tan familiar. Jackson me tomó la mano y reprimí una sonrisa. Apreté su mano y abrí mis ojos. Él pareció alegrarse al verme despierta.

—Al fin—sonrió y me acarició la mejilla—Me diste un gran susto.

—Ya lo he dicho, no se librarán de mí tan rápido—reí y me encogí de hombros—Perdón por tratarte mal antes en la camioneta, sé que sólo intentabas protegerme y ahora te entiendo—señalé mi herida.

—Nada de eso importa—sacudió su cabeza—Prometí no dejarte, ahora tú prométeme que no lo harás—me tomó la mano.

Le dirigí una sonrisa tierna y noté el ramo de rosas que había en la mesita al costado de mi cama y que antes de que él llegara no se encontraba allí.

—Son para ti—señaló.

El color me subió a las mejillas. Jamás me habían regalado un ramo de rosas. Este chico cada vez me sorprende más. Hasta hace unos meses me hubiera dado risa la idea de que Jackson le regalara flores a una chica.

—Y también, supuse que te gustaría más, traje chocolate—sacó una caja y la colocó en mis manos—Una caja entera para ti, bien amargo como te gusta—dijo ceñudo. Nunca comprendió cómo me podía gustar el chocolate amargo.

—Este es el mejor regalo que me han hecho—dije como si estuviera a punto de llorar y él comenzó a reír.

Sin perder un segundo más abrí la caja y comenzamos a comer los chocolates juntos. Jackson no dejaba de mirarme y acariciarme la mano cada vez que tenía oportunidad. Sus ojos se veían raros, tal vez hinchados, por lo que pareciera que hubiera estado llorando, y tenía ojeras. Jackson siempre se muestra tan frío y distante ante toda situación que no me lo podía imaginar llorando.

Luego averiguaré sobre su mala cara, ahora había otros asuntos de los que me gustaría hablarle y no encontraba cómo preguntárselo.

—¿Cómo hiciste para entrar?—pregunté. Ni siquiera era la pregunta que quería hacer—Esa enfermera con cara de bulldog no deja pasar a nadie.

—Toda una vida entrenando para escabullirme por lugares peligrosos, una habitación de hospital es como quitarle un dulce a un niño—se encogió de hombros.

—Deberías enseñarme, así la próxima vez no tengo que huir por una ventana a cincuenta metros del suelo vestida de enfermera—recordé cuando visité a Jay. Jackson me miró con cara de interrogación; pero luego negó con su cabeza y comenzó a reír. Ya está acostumbrado a mis extrañas anécdotas—Jackson...—dije un poco incómoda e hice una pausa pensando mis palabras. Él estaba de buen humor, era mi hora de preguntarle—Antes de quedarme inconsciente te oí decir algo.

Tal vez debería haberme quedado callada.

Jackson se la pensó por unos segundos que parecieron mil años, lo cual me hizo arrepentirme demasiado de haber tocado ese tema. Jackson entrecerró sus ojos y me miró risueño, luego depositó un beso en mi frente y me miró fijo a los ojos.

—Pues que te amo.

Me alivió bastante, tenía miedo que él se arrepintiera de haberlo dicho. Era hablar ahora o callar para siempre así que también lo dije:

—Yo también te amo.

Nos quedamos sonriéndonos hasta que la puerta se abrió de par en par y entró Francesco con sus brazos extendidos hacia el techo.

—¡Mi flor!—exclamó y me llenó la cara de besos mientras empujaba a Jackson a un costado, este lo fulminaba con la mirada—Siempre bella como una flor...

Seguido de Francesco entraron Bill, Noah, Beck, Lucas con unas muletas y Becca. Luego de los saludos, Bill se acercó al unicornio y lo miraba por todas partes tratando de parecer disimulado. Noah notó que yo lo observaba risueña y volteó hacia Bill.

—Alex ya sabe de su acto de inmadurez—le informó a Lucas y Bill.

—Genial—dijo Bill—¿Dónde se había quedado, Lucas?

—En la garganta.

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