Quédate Un Poco Más© (Completo)

Capítulo 38: "Un Fin de Semana"

—¿Por qué te miras tanto en el espejo? —pregunta Dante, está sentado en la cama de Nash y nueve los pies al ritmo de la música que he puesto hace unos minutos. Amelia se encuentra a un lado y mientras intercambian miradas, sus pies se mueven al mismo tiempo colgando de la cama.

Amelia asiente con la cabeza. Despego la mirada del espejo de tocador enfrente de mi y volteo a ver al par de diablillos detrás de mí.

—¿Tiene algo de malo? —pregunto, aunque tienen razón, llevo más de una hora parada aquí, Nash me dijo que estuviera preparada porque en cualquier momento nos hablara para salir, para dirigirnos a la cabaña.

Me he hecho ideas de cómo será la cabaña, yo la imagino de un piso, demasiado amplia si la vamos a utilizar para alojarnos once personas todo el fin de semana, me la imagino acogedora y bastante elegante. Un tipo cuarto de hotel de cinco estrellas o quizás más. Lo cierto es que no tengo la menor idea de cómo es un hotel así, me hago la idea por las películas y series de televisión pero nada es mejor que verlo con tus propios ojos.

—No —contesta esta vez Amelia—, es que siempre intentas modificarte un cosa de la cara pero yo siempre te veo igual de bella.

Iba a fruncir el ceño cuando escuché la palabra "te vez igual", pero en cuanto completó toda la frase y hermosa salió entre sus palabras me sonrojo, manchas rojas invaden mis mejillas. Amelia también se sonroja por mi sonrisa y supongo que por la mirada que he puesto hacia ella.

—Muchas gracias, amor.

Sonrío nuevamente, siento que si me hubiera conocido antes no diría lo mismo, después de casi ocho meses que no he parado de ir al Gym y que tampoco he dejado la dieta a la que me sometió el nutriólogo, he visto más resultados de los que pensaba, de que antes parecía un palo —mis extremidades parecían palos— mi pansa era la que no dejaba de crecer, de hecho ni siquiera nalgas tenía y sí sí tenía, se escondían por la manera en la que me paraba. Ahora, el psicólogo me enseñó que pararse encorvadamente era porque era super insegura, me sentía tan chiquita al lado de la gente que no quería que me notara y me la pasaba viendo el suelo. Mi postura a mejorado, me costó mucho pero al fin pasó, el hecho de que me parará así, creo una pequeña joroba en mi espalda que se quitó poco a poco mientras más me paraba bien. El ejercicio hizo que mi cuerpo se amoldarse bien, ahora mis caderas son más anchas de lo que recordaba y mi trasero más firme y más grande; mis pechos, ellos no crecieron más porque de hecho ya los tenía muy grandes, solo se hicieron más firmes, y mi pansa se fue haciendo más chica con el paso del tiempo. Nash incluso lo ha notado y cada mes que cumplimos me regala solo una prenda de ropa y cada prenda que me regala es más chica que la anterior y sorpresivamente me queda aunque yo no le diga que ha baje de talla, él lo sabe con solo verme.

—¿Ya están listos? —pregunta Nash irrumpiendo la habitación sorpresivamente.

—Nosotros sí —responde Dante saltando sobre la cama.

—Pero Lizzy no —agrega Amelia volteando a mi—, dice que no se ve bonita. ¿Verdad que siempre se ve bonita, Nash?

—Es que —Dante no deja que Nash diga una sola palabra—, siempre que se ve al espejo dice: "Es que Nash va a pensar que soy fea, es que Nash tiene que verme bonita, es que Nash se avergonzar de mi". —Dante pone los ojos en blanco después de intentar imitar mi voz.

Yo me sonrojo, el calor aumenta en mi cabeza y temo que he tenido un colapso de pena.

—Mi futura esposa siempre es y siempre será hermosa —dice Nash mientras quita mis manos de mi cara sonrojada.

—¡Dante, diablillo, más te vale que corras porque voy por ti!

Dante grita y le sigue Amelia antes de echarse a correr. Suelto a Nash y los alcanzo antes de que crucen la puerta, son tal ligeros que no hace falta que haga un esfuerzo para arrastrar a ambos a la cama y aventarlos ahí mientras suplican por sus vidas en sobre actuación.