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Recibir el insulto por parte de un conductor es lo menos humillante que me puede suceder hoy. Y entiendo a la perfección su enfado. Por poco me lleva por delante ya que por querer escapar tan de prisa de los gemelos actué de forma irracional al cruzar la calle sin mirar.

Antes de entrar a casa miro al otro lado y confirmo mis sospechas. Los ardientes hermanos me vigilan desde lejos con sus intensos ojos grises y radiantes sonrisas divertidas. Sus miradas parecen atravesar mi alma, como si pudieran leer todos mis pensamientos más profundos. Uno de ellos juega con un mechón de su cabello oscuro, mientras el otro se apoya despreocupadamente en la puerta, emanando una aura de confianza que resulta casi magnética.

No veo ni escucho a mis padres o hermano. Dejo el celular de Hugo sobre la mesa y marcho directo a la habitación. Tiro el mp3 y los auriculares en la cama y me acuesto con la vista fija al techo.

Maldición. No me puedo sacar de la cabeza la propuesta de los gemelos. No había que ser un genio para comprender lo que significaba. Los hermanos me querían compartir y les gustaba demasiado la idea porque no ocultaron su deseo. Su sugerencia sigue resonando en mi mente, como un eco constante que se niega a desaparecer.

—¿Tener sexo con dos hombres?— me pregunto en voz alta.

De pronto, imágenes de nosotros en una misma cama me hacen sonrojar. Pensamientos obscenos invaden mi mente. Ser compartida por ellos sería la fantasía que jamás imaginé que podría cumplir alguna vez en la vida.

Se me endurecen los pezones y el cosquilleo entre las piernas incrementa por culpa del recuerdo de los besos hambrientos de los gemelos al momento de reclamar mi boca.

¡Maldición! Mi cuerpo exige una liberación y no se lo pienso negar.

Meto la mano por dentro de la calza que llevo puesta y directo bajo las bragas. Jadeo cuando mis dedos rozan ese punto sensible. Nunca estuve tan húmeda como ahora.

"Todo, Hannah."

Cierro los ojos y me dejo llevar. Los escenarios más sugerentes vienen a mi mente. Esto se siente tan bien.

Estoy de pie y Sebastián estimula mis duros pezones mientras Santino se encuentra arrodillado proporcionándome placer oral.

—Mmm... sí, continúen. — susurro.

Desaparece la suavidad con la que me acariciaba. Muevo los dedos más rápido mientras llevo la otra mano bajo la camiseta y el sujetador deportivo para poder estimular mis pezones.

"Todo, Hannah."

Me detengo y con desesperación bajo la calza y la ropa interior hasta los tobillos para poder separar lo suficiente las piernas. Me deshago de lo que me estorba de la cintura hacia arriba y retomo la tarea de llevarme a un inminente placer que sé que me dejará sin aliento.

Nosotros | Serie Curioso amor - Libro 1 [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora