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Domingo 20 de abril

¡Esto es perfecto!

Desde la cama puedo observar el cielo oscuro. Las gotas golpean contra el vidrio de la ventana. Una tranquilidad absoluta se adueña de todo mí ser porque no hay nada que me guste más que escuchar el sonido de la lluvia.

Abrazo la almohada, cierro los ojos y me pierdo en los recuerdos. En mi memoria aún tengo presente el caótico desenlace donde lastimé a papá. Entiendo su confusión, enfado y dolor.

Me muevo incómoda en la cama y dejo escapar un suspiro que es la evidencia de la culpa que cargo encima por actuar de manera imprudente.

Hugo tenía razón. Debí pensar mejor las cosas, pero no puedo regresar el tiempo atrás. Lo hecho, hecho está.

No veo a los gemelos desde la fatídica cena del viernes. Hablamos por el grupo que tenemos, sin embargo, no es lo mismo que verse frente a frente.

Tiemblo de solo pensar en la idea de irme a otro país. No sería justo para mi familia y para mí. Además, no debería marcharme por culpa de las malas personas que van a querer meter sus narices en mi vida amorosa. Soy quién tomará la decisión necesaria para lo que me haga feliz. Punto final.

Me levanto y descalza voy hacia la cocina. Busco un paquete de cereal y regreso a la cama justo cuando el celular vibra en la mesa de luz. Atiendo al ver su nombre.

— ¿Ya tuviste suficiente de tu autocompasión?

— ¡Ramiro! ¿Cómo estás? Yo muy bien.

—Ser irónica no cambiará el motivo de esta llamada. De todas maneras, tienes razón. No quiero ser un maleducado así qué ¿cómo estás corazón?

—Bien. Disfrutando de la preciosa tarde lluviosa.

— ¿Preciosa? —Resopla y eso me hace sonreír— Odio la lluvia. No hay nada por hacer y todo es aburrido. A no ser que tengas la compañía de alguien. Ya sabes. Una cama, abrazos, besos, mimos, sexo salvaje y alguna que otra película.

—Lo de sexo salvaje para ti suena bastante bien. ¿No?

—Obvio mi querida Hannah. Lo que daría por tener un compañero que me quiera. Y como me siento solito no me queda otra opción que llamar a mi amiga para cambiar los planes de sexo salvaje por unas palomitas saladas y películas de terror. ¿Qué te parece?

—Mmm... suena tentador, pero...

— ¡No hay peros que valgan! Ahora abre la puerta que muero de frío—no me deja hablar ya que chilla a través del teléfono—. ¡Corre, Hannah, corre!

Alucinada miro la pantalla de mi celular. Me ha colgado. Un segundo después mi departamento deja de estar en silencio por culpa del insoportable ruido del timbre que suena una y otra vez.

Nosotros | Serie Curioso amor - Libro 1 [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora