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Lunes 21 de abril

Estoy agotada.

Anoche Ramiro se quedó con nosotros hasta las cuatro de la madrugada y se marchó cuando comenzamos a reír sin razón por culpa del alcohol.

Luego de eso los gemelos me hicieron el amor a su antojo. Grité, disfruté, pedí más y terminé en deliciosos orgasmos. ¡Múltiples orgasmos!

Nos quedamos acostados en el suelo de la sala, desnudos, sudorosos, cansados, satisfechos y un tanto incómodos. ¿Por qué? ¡Sebastián!

Podía palparse en el aire la tensión que cargaba con respecto a Ramiro. No entiendo la razón. Tampoco voy a pedir una explicación. Conozco muy bien a mi sexy gemelo como para saber que nos espera una discusión. La cuál sin dudas, no quiero tener.

Santino sin dudas entendió perfectamente cuál es la onda de mi amigo. No lo rechazó, al contrario, le dio una oportunidad. Bebieron vino, charlaron, comentaron chistes y se rieron a carcajadas.

Todos los sucesos de ayer, están haciendo efecto la mañana del día de hoy. La pereza corre en la misma dirección en la que voy. No puedo disimular. Estoy segura que Irene, se da cuenta a la perfección la flojera que carga mi cuerpo.

Para la hora del mediodía cuando Ramiro llega a su turno, se ve más brillante y fresco que de costumbre. Y por brillante no me refiero a su pantalón color amarillo.

—Te odio. Te ves bien para lo que estabas anoche.

—Es que hay una pequeña diferencia. Yo no tuve sexo duro con un par de gemelos. —me guiña el ojo.

—Ojalá que el fin de semana George te haga papilla.

—Hannah, espero que tu ruego se haga realidad.

—Lo decía de mala manera. Quiero que te sientas tan adolorido como yo el día de hoy.

—Espero George sea tan apasionado como tus gemelos...

Simplemente no escucha nada de lo que digo. A mi amigo le brillan los ojitos. Está demasiado entusiasmado con lo del sábado.

Hace bastante que con los gemelos no tenemos un momento cargado de intensidad, lujuria y pasión en un lugar donde podemos ser nosotros mismos.

Es por eso que confieso:

—Necesito que sea sábado.

Ramiro se acerca y se inclina para susurrarme al oído:

—Necesitamos, cariño. Necesitamos.

Azota mi trasero de forma cariñosa antes de ir a la parte de atrás para dejar sus cosas. Todavía le falta más de media hora para comenzar su turno.

— ¡Hannah! —La mandona voz de Irene me regresa de mi nube placentera de fantasías. Me lanza una mirada furiosa y ladea la cabeza hacia la puerta. Paso por su lado cuando me gruñe enojada— ¿Acaso quieres perder tu empleo?

Me detengo, volteo a verla, junto las manos como si estuviera rezando y le ruego que no piense en echarme patitas a la calle. Luego de prometer que me voy a portar bien, voy hacia el cliente que espera impaciente.

¿Quién me manda a dormir a las cinco para despertar una hora después? Será un día bastante largo. ¡Mierda!

Nosotros | Serie Curioso amor - Libro 1 [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora