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Martes 22 de abril

Creí que esto sería una buena idea porque tanto mi hermano como los gemelos lo vieron así. Ahora me doy cuenta que fue un error.

El almuerzo estuvo tranquilo, exquisito y muy familiar como siempre, sin embargo, mi padre mantuvo una expresión seria durante todo momento.

Hablamos de temas sin sentido, pero jamás pude llegar a él para conversar sobre lo sucedido.

La afligida mirada de mi madre está sobre mí cuando me pasa el plato. Lo seco con el repasador y tiemblo de los nervios.

—Mamá, él no está siendo justo.

—Lo sé, mi cielo. Es tu padre. Le tienes que entender.

—Y, ¿qué hay de mí? —Digo, dejando el plato en el escurridor—. Papá tiene que entender que crecí. Es lo que le preocupa, ¿cierto?

—Hannah...—intenta decir algo, pero la interrumpo.

—A no ser que lo que en realidad le importe sean los vecinos.

—O el escucharte decir que te vas.

— ¡Mamá! —sacudo la cabeza de un lado a otro como si estuviera poseída. Mechones rojos de mi cabello vuelan a todas partes de mi rostro. Los llevo de manera brusca detrás de la oreja y la miro como si esta conversación fuera absurda—. Sabes perfectamente que no me voy a marchar a ninguna parte. Creo que hasta el más idiota del mundo sabe que jamás me iré de aquí. ¿Sabes por qué?

—Hannah, sino te tranquilizas te dará un pico de estrés...

—Porque fuiste tú quién dijo que no tengo que darle importancia a lo que piensen los demás. ¡Es mi vida!

Mamá me observa con angustia. Noto la preocupación en sus ojos. Le duele que nuestra pequeña familia esté pasando por una situación complicada y extraña.

Entiende que estoy enamorada de los gemelos, y al igual que Hugo, sabe que esto no es un juego tonto donde el premio es obtener a los dos hermanos. Entonces, ¿qué pasa por la cabeza de mi padre para no comprender?

No me doy cuenta que estoy llorando de impotencia hasta que la mujer que adoro me seca las lágrimas.

—Lo lamento mamá. No me quise desquitar contigo.

—No pasa nada mi cielo. Estoy aquí para lo que necesites.

Me hecho a sus brazos. Su cariño me llena de amor el corazón. Me dejo mimar por sus palabras de aliento. Ella cree en que todo estará bien, que todo se solucionará, así que me aferro a sus palabras.

Cuando salgo de la cocina para buscar a mi padre, Hugo me mira desde el sillón que está sentado. Detesto la mirada de pena que me lanza. Se encoje de hombros y murmura con suavidad.

—Tenía trabajo. Se fue hace unos diez minutos.

—Ajá. Trabajo. Sí, como no.

Sé que tenía que marcharse, pero estoy tan cegada por culpa de la rabia de no poder tener una charla con él, que prácticamente acuso a papá de cobarde. Aunque bueno, también actúe como una cobarde en estos meses.

Envío en el grupo la mala noticia de que no hay avance. Lo único que tengo de respuesta son dos pulgares hacia abajo de parte de los gemelos.

¡Maldición!

Nosotros | Serie Curioso amor - Libro 1 [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora