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27 de abril, 2014

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27 de abril, 2014

La mañana del domingo me encuentro fatal. No tiene que ver con la increíble sesión de sexo de la noche anterior en casa de George.

Es la gripe de verano que me sorprendió en la madrugada. El dolor de cabeza, los escalofríos y la nariz congestionada me están matando.

—Aquí tienes. Té con limón y miel.

—Gracias. —acepto la taza caliente que mi hermano me entrega. Se sienta a mi lado en el sillón de la sala de la casa de mis padres.

—Bien. ¿Algo nuevo?

—No tengo nada nuevo que contar. No vi a Jess y tampoco a Bruno. Mi trabajo me encanta, y eso... nada interesante—estoy bebiendo el té cuando dice algo que me hace ruborizar—. ¿Qué?

— ¿Cómo pasaron anoche? —Repite.

—No tengo la menor idea de lo que estás hablando.

—Ajá, no tienes idea Hannah.

No hay manera absoluta de escapar. Sorprendida, con las manos temblando y el corazón latiendo en mi pecho de manera descontrolada, murmuro:

—Pero... ¿cómo es qué lo sabes?

—La emoción de cierta persona estalló como una bomba.

— ¡Ramiro! —afirmo y se ríe—. ¿Cómo sucedió?

—Bueno, en la madrugada de ayer mi celular comenzó a sonar con el nombre del amigo de mi hermana en la pantalla así que me asusté y atendí. La preocupación desapareció cuando le escuché chillar emocionado. Estaba eufórico. No entendí muy bien que sucedía hasta que soltó palabras que las uní llegando a una sola conclusión.

— ¡Maldición! —murmuro.

—Por cierto, ¿quién es George?

—Es amigo de los gemelos—me muevo inquieta en el sillón. La curiosidad me asalta de pronto. Disimuladamente pregunto—. Y, ¿qué te dijo en concreto?

—Que estaba feliz porque ese tal George es un gran tipo. Me hablo de una habitación con espejos. —Su sonrisa guasona ilumina su rostro. Los ojos verdes de Hugo brillan expectantes, curiosos y divertidos— ¿Dónde te metes hermanita?

—Eso no te importa.

— ¡Claro que me importa! A mí también me gustaría ir a donde sea la casa de George. Es decir, ¿puedo ir solo y encontrar alguien allí con quien tener sexo? ¿Necesito una invitación exclusiva? ¿Hay chicas lindas? Si estás participando en una orgía y no eres gay, no te obligan hacerlo ¿verdad? Porque yo no...

— ¡Basta! shhh, shhh...—digo dejando la taza sobre la mesa para ir hacia él y tapar su boca con la palma de la mano—. No grites. ¿Acaso quieres que nuestros padres se enteren? Baja la voz.

—Mmm... mmm...—quito la mano para que pueda hablar. Se inclina y susurra bajito—. Lo lamento. Es que ese lugar, según palabras de Ramiro, es el mismísimo cielo.

Mamá nos interrumpe avisando que la comida está lista así que con Hugo ayudamos a colocar la mesa. La hora del almuerzo en familia es mi favorita. Hablamos de todo un poco, nos reímos, nos enojamos, discutimos con mi hermano por tonterías y volvemos a reír.

Cuando terminamos de comer mamá desaparece con Hugo con la excusa de hacer un poco de café. Es por eso que busco a papá y lo encuentro en la sala mirando un programa aburrido de noticias en la televisión.

—Papá...—baja el volumen de la tele y gira en mi dirección.

—Sí, cariño. ¿Qué sucede?

— ¿Podemos hablar? —La tranquilidad y serenidad que transmiten sus ojos me dan el valor necesario para aferrarme a lo que siento por los gemelos, para de esa manera, soltar de golpe—. Amo a Sebastián y Santino. Sé que es difícil de entender, lo sé, pero necesito que entiendas que esto sucedió sin buscarlo. Tampoco pensé que en un momento de mi vida me iba a enamorar de dos personas.

Abro mi corazón sin miedo. No tengo porque temer a lo que mi padre piense de mí. Sé que es la persona más maravillosa que existe en esta tierra. Es el hombre que me educó con valores y creencias fuertes de ser fiel a mí misma sin pensar en que dirán.

—Quizás tengas miedo a lo que digan los demás, yo no papá, porque comprendí que, si me aferro a lo que dicen las malas lenguas, entonces jamás seré feliz. Nos inculcaste desde que éramos unos niños a ser fiel a nosotros mismos. Es lo que estoy haciendo. Encontré mi felicidad al lado de dos hombres que me aman.

El silencio se extiende más de la cuenta. Y cuando creo que todo está perdido, me sorprende sujetándome de la mano con firmeza y seguridad. Sus ojos del mismo color verde que los míos se cargan de lágrimas.

No se quiebra, no llora. Se ve fuerte. Un hombre duro que no demuestra sus sentimientos. No me interesa que lo haga. No cuando me regala la más sincera y dulce sonrisa de todas. Me suelta la mano y abre los brazos. No lo hago esperar, me lanzo hacia él.

—Tranquila Hannah. No llores hija, por favor no lo hagas. Lamento mucho el mal rato que te hice pasar. Tienes que entender que me asusté con la noticia de los gemelos. Estaba aterrado de que te vayas lejos. ¿Otro país?

—Pero papá...—digo, incorporándome para verlo fijo—. Yo no me iré a ninguna parte. No sabía nada de eso.

—Me contó tu madre que no lo sabías, pero eso no fue lo único. Hannah, en verdad estaba aterrado. Sé que a Hugo y a ti los crie para que sean libres por sí mismos, lo sé, pero me imaginé que las personas te dañarían al tacharte de...—lo interrumpo.

—Lo entiendo. —murmuro, regalándole una sonrisa para que se tranquilice. Soy yo quién lo sujeta ahora de la mano—. Sé que hay gente mala en el mundo, sin embargo, nadie va a lograr que no sea feliz junto a los gemelos. Me aman. Es lo único que necesito.

— ¿Mi aprobación no la necesitas? —la sonrisa que se le dibuja en los labios me deja en claro que no lo dice de mala manera.

—Sí, la necesito. —Afirmo divertida.

—No, no la necesitas. Me basta con verte feliz para entender que esos chicos no te harán daño. Aunque...—hace una pausa junto con una mueca extraña. Entiendo lo que está pensando cuando sus mejillas se colorean de rosa.

—Comprendo, te parece raro vernos a los tres.

—Sí, será un poco raro, por tu felicidad estoy seguro que me voy acostumbrar. Eso sí, será mejor que no te rompan el corazón.

—No lo van hacer.

Me acurruco en los brazos de mi padre. Me abraza y besa en la cabeza. Nos quedamos así un buen, buen rato. En ningún momento mi hermano o mamá vienen a donde nos encontramos. Nos dan el espacio necesario para resolver aquel mal rato que pasamos cuando la noticia salió a la luz.

—Hannah...—dice, cuando me siente sorber por la nariz. Me incorporo y él toca mi frente. Hay preocupación en su mirar—. Deberías ir a descansar. Tienes fiebre hija.

—Sí, me parece que será lo mejor. —Lo beso en la mejilla y me levanto. Antes de irme su voz cargada de tristeza me hace voltear.

—Hannah, en serio lo siento. Estoy seguro que te sentiste triste y culpable por mi actitud. Jamás te quise dañar. Fui peor que la gente que creí que iba a juzgarte. Así que quiero que sepas que tienes todo mi apoyo. Sé feliz con los gemelos. ¿De acuerdo?

Un nudo en la garganta me impide hablar. Estoy tan emocionada que solo puedo asentir con la cabeza.

—Ve a descansar Hannah. No te veo bien.

—Primero voy hablar con ellos para decirles que todo está bien.

—De acuerdo cariño. —no doy ni dos pasos cuando lo último que escucho es la fuerte voz de papá gritando mi nombre.

Todo se vuelve oscuro, me siento ir, me siento caer y ya no recuerdo nada.

Nosotros | Serie Curioso amor - Libro 1 [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora