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Santino escucha atento a Jessica que no ha parado de hablar desde que nos ubicamos en una de las mesas del bar. Es demasiado educado y respetuoso para ignorar a una persona. Sebastián, sin embargo, ni siquiera se preocupa en fingir que ella tiene su atención.

Pasan unos minutos y el chico que nos atendió llega a la mesa con nuestras bebidas y un plato hondo rectangular lleno de maní. Una cerveza de litro para compartir entre tres mientras que como toda una diva Jessica ordenó un daiquiri de durazno. Le encanta los tragos dulces. A mi igual, pero hoy me apetece una cerveza fría.

Miro a mi amiga. La conozco lo suficiente para saber que va a comenzar un discurso sexual sobre el maní y la cerveza. Empieza su actuación llevando un puñado de maní a la boca. Suspira exageradamente como si fuera lo más delicioso que probó alguna vez y luego murmura inocente.

—Dicen que el maní es afrodisiaco. Permite al cuerpo activar el deseo sexual. ¿Quién diría que esta pequeña cosita tiene tanto poder?

El silencio en la mesa se vuelve incómodo. Jessica sonríe y finge que nada sucede mientras mueve la cabeza y los hombros al ritmo de la música. Sus labios pintados de rojo carmesí envuelven el sorbete con demasiada coquetería. Bebe su trago y vuelca los ojos en dirección a los gemelos. Por último, a mí.

Si era otro hombre, seguro que ya estaba arriba de Jessica intentando meterle mano. Obviamente si es de su gusto ella se va a dejar. Le gusta ser coqueta y juguetona. Adoro su manera de coquetear. Está que arde. Adorable con sus mejillas sonrojadas y sus ojos brillantes de poder.

Pero, lo malo es que está intentando conquistar a los hombres que tienen una relación conmigo. No le puedo reprochar nada porque soy la culpable de no hablar del tema. Si lo supiera, no estaría ahora de coqueta con los gemelos.

— ¿Qué les sucede a los tres? Parece que se encuentran en un velorio.

Jessica tiene que alzar un poco la voz por la música, no suena molesta, pero sí se le nota en la cara que no le gusta el ambiente sombrío.

Sebastián le lanza una sonrisa de lado nada agradable. Le ignora sin una pizca de piedad y se centra en servir la cerveza para nosotros.

Santino decide no caer en ninguna clase de conversación por lo que rápidamente agarra el celular. Le veo teclear y sé muy bien que acaba de enviar algo al grupo de WhatsApp porque dentro de mi bolso el celular vibra.

No quiero ser mala con ella y tampoco quiero que los chicos le ignoren. No es educado y a ellos no les va a gustar que le hagan eso. A nadie en realidad. Me centro en mi amiga dándole toda mi atención porque, aunque a veces tiene comportamientos egoístas, nunca me haría algo así.

—Tenemos que salir un día de estos para almorzar.

—Podemos invitar a Bruno y al odioso de Hugo.

Nosotros | Serie Curioso amor - Libro 1 [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora