CAPÍTULO 10

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- ¿Podemos hablar de otro tema, por favor?

- Si, lo siento. No quería incomodarte.

- No te preocupes.

Así­ pasó parte de la tarde. Después, fuimos a comprar cosas, ya que nos habí­amos quedado sin reservas. La compra de unos adolescentes nunca puede ser buena.

-Yo quiero chocolate. - dije emocionada.

- Yo Coca-Cola.

- Eso te destruye por dentro. Bueno, y por fuera - señalo su barriga.

- Eso dí­selo a alguien gordo, yo estoy planito. Como tú te cojas chocolate sí­ que te vas a poner gorda.

Miro un rato al infinito pensando lo que habí­a dicho. Pensé en mi pasado.

Moví­ la cabeza intentando olvidarme de lo que estaba pensando.

- ¿Qué tal si nos separamos y cada uno coge lo necesario?

- Me parece bien.

Me dirigí al primer pasillo. Cerveza, vino, champán... No, definitivamente de aquí­ no necesito nada. Chocolate, gominolas, galletas... no, mejor por aquí­ no pasemos. Verduras, asquerosas, pero saludables. Paso y cojo unas cuantas piezas de fruta y un poco de verdura.

Al final de la compra, cogí­ huevos, leche, lo que mencioné antes y unas pocas cosas de charcuterí­a. Decidí ir a buscar a Rubén a ver cómo iba.

No lo encontraba por ninguna parte.

Doblé una sección de sardinas y le encontré con una chica. Me paré de brusco y me escondí detrás de las sardinas, espiando.

Estaban hablado animadamente, seguro que es una amiga, no sé porque me pongo así. Decidí esperar un poco más, pero nada. Una mujer me empezó a mirar mal y justo ahí­, me di cuenta del ridí­culo que estaba haciendo.

Me levanto, pero justo Rubén empieza a mirar hacia los lados y mi instinto dijo que me agachara otra vez.

Se empezaron a besar. No lo entiendo. No quiere que los vea, por eso mira a los lados. Eso me enfada bastante, pero bueno, sólo soy una hermana para él. Que eso es lo que soy... quiero decir.

Cojo el carro y sigo­ por otro pasillo, les daré intimidad. Una traviesa lágrima corría por mi mejilla, la causa la desconozco. No me debo de molestar que estuviese con esa chica, es mi hermano. Tal vez es que tengo miedo de que me lo quiten y no pueda estar más con él, como hermanos, claro. O tal vez, sólo son las hormonas, que andan traviesas.

Rápidamente, quito mi lágrima y sigo­ buscando cosas para comprar. Ya había terminado, pero no me iba a presentar a mi futura cuñada.

- ¡Laura! - gritó alguien por detrás.



El hermanastro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora