CAPÍTULO 34

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Me entregó ese peculiar sobre. Efectivamente, ponía mi nombre en el dorsal. Miré a Rubén que miraba el sobre con intriga y deposité nuevamente, mi mirada sobre este. Podía notar que Rubén me estaba maldiciendo en su interior por tan semejante intriga. 

Nos encontrábamos en la cama del hotel, con las sábanas hechas un desastre, ambos mirando hacia el sobre. 

Un suspiro resonó de mi boca y con mis finos dedos fui abriendo el sobrecito poco a poco. Unas letras se podían distinguir. Saqué la hoja, era una carta.

Comencé a leer en voz baja. Y Rubén me escuchaba.

"Querida hija.

Si estás leyendo esto es porque, probablemente, estoy muerta. No sé la causa ni el lugar. Lo único que sé es que no me puedo guardar este secreto, no me lo puedo llevar a la tumba. Quizás, después de esto, ya no me quieras más. Sólo te pido que recuerdes todos nuestros momentos. - unas lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas. - Esta carta me la llevaré a todas partes, no importa dónde sea. Quiero que cuando muera, la encuentres. Quizás soy demasiado egoísta y no puedo decírtelo a la cara, pero la culpa me pesaría. Quería decirte que no soy tu madre. - mi voz comenzó a escucharse aguda - Sí, así de fuerte es. Claro que soy tu madre, pero no tu madre biológica. La historia es muy larga y no te la podría contar. Tu madre se llama igual que tú, Laura. 

Te quiere, tu madre"

Empecé a llorar en demasía. Noté que unos brazos me recubrieron fuertemente. Era Rubén. 

Me recosté con este en la cama. Mis mojados párpados se fueron cerrando lentamente, me había quedado dormida sobre mis propias lágrimas de angustia. 

No dejaba de pensar otra cosa. Mi madre no era mi madre. Y mi madre muerta no está muerta porque ella no es mi madre. 


El hermanastro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora