CAPÍTULO 12

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-Mira, yo ya te dije lo siento. Si no aguantas que esté con una mujer, es tu problema. Tu solo eres mi hermana y pareces una prostituta con el 50 % de rebajas los sábados.

¿Qué mierdas acaba de decir?

Mi boca se fue encogiendo poco a poco haciendo una O, mis lágrimas empezaron a deslizarse por mis mejillas como si de una carrera se tratase. Mi cuerpo se fue girando para ver su detestable cara. No le podí­a ver con claridad, solo borroso. Pero si, lo suficientemente bien, como para poder meterle una bofetada en su cara.

Mis piernas se impulsaron a moverse solas y se movieron rápidamente hacia la salida del supermercado. De ahí­, no pararon de moverse hasta llegar a algún sitio desconocido, que no conocí­a. Estaba lejos del supermercado, sí­. No pude ver bien el camino por mis lágrimas. Estaba perdida.

Decidí­ empezar a andar y a andar. Un número me llama, Rubén. Paso de cogerlo. Prefiero dormir en la calle a volver a casa. Andando llegué a un parque bastante bonito. Era enorme, tenía un lago enorme, con patos y todo. Estoy en el centro de Madrid, pero yo aquí­ nunca había venido. Me senté en un banco y vi todas las llamadas perdidas que tení­a de Rubén. Paso.

Estuve bastante rato sentada, pero llegué a la conclusión de visitar el centro de Madrid, ya que nunca lo habí­a visto, esta era una gran oportunidad. Anduve por muchas calles, andando y andando por horas. Entré en tiendas que nunca habí­a estado. Vi toda la ropa que habí­a. Yo nunca me compraba ropa, me la elegía siempre mi madre. Me decía que no podí­a vestirme como una cualquiera. Esta ropa no está tan mal.

Se hizo de noche y las tiendas empezaron a cerrar. Decidí buscar un hotel o algo para dormir, ya que tení­a una tarjeta de crédito con bastante dinero.

Camine y caminé, pero no encontré ninguno. Tenía intención de preguntarle a alguien, pero tampoco había mucha gente en la calle.

Vi a una persona y fui a preguntarle. Era un chico de unos 30 años.

-Discúlpeme, ¿sabe de algún hotel cercano?

- No. ¿Pero que hace una niñita tan hermosa a estas horas por unas calles como estas? - me cogió un mechón de pelo y me lo puso detrás de la oreja.

- Oh, no sabe, muchas gracias de todos modos. - sabía cómo iba a acabar esto y no tenía intención de quedarme parada.

Le rodeé y decidí­ marcharme un poco rápido. Sin correr, pero andando ligeramente rápido.

-Eh, ¿Dónde te crees que vas? - me coge del brazo. - no hemos terminado.

- Tampoco lo hemos empezado.

- Pues empecemos. - me arrastra hacia una pared. Mierda.



El hermanastro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora