CAPÍTULO 23

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Y eso sucedió. Ahí quedé. Petrificada en el suelo, sin poder moverme ni abrir los ojos. Absolutamente nada. 

No me sentía como si estuviera dormida ni nada. Me sentía viva aún. Pero no podía mover nada. Podía oír, sentir, pero ninguno de mis músculos podía reaccionar. Y esto me preocupaba. ¿Te imaginas que los muertos no están muertos? Que aún pueden seguir escuchando y oyendo y los entierran. ¿Te imaginas lo que sería estar infinitamente ahí hasta que los bichos te ingieran? Poder sentir la tierra, poder respirar y aún así no hacer nada. Esa teoría sería lógica si la relacionas con las personas mayores. Cómo son mayores, sus músculos ya no reaccionan y se "mueren" pero, ¿Quién sabe?.

Sería algo por lo que no me gustaría pasar. Así que sería mejor que no sucediera.

Por hoy, he podido sentir los gritos hacia mi persona. Fue algo así...

- ¡Laura! ¡Laura! - podía distinguir la voz de Rubén. 

También podía sentir un tambaleo en mi cuerpo y en mis mejillas. 

- ¿Está usted bien? - esta vez era la del profesor. 

Vaya, ¿tu que crees? Me he caído de un muro de 10 metros y no me muevo. Estoy durmiendo. 

Notaba algún tipo de brisa, así que supongo que habrá venido más gente. 

- ¡Qué alguien llame a una ambulancia! - oía la voz de Rubén aguda. ¿Está llorando? 

Quiero llorar, pero no sé como, no puedo. 

Empecé a oír voces de sirenas. También, alguien me estaba cogiendo la cabeza y sujetándomela con sus manos, las tenía mojadas. 

Las sirenas estaban más cerca. ¿Es para tanto? No me gusta ser el centro de atención y aquí lo estoy siendo, en demasía. 

Me empezaron a intentar reanimar y como no pudieron me llevaron en algo hasta la ambulancia. Esto de que te estén dando empujones contra el suelo duele. 

Y bueno, el resto ya lo adivinaréis. Hospital, pruebas, pruebas y más pruebas. 

Podía escuchar el conocido "Pi-pi-pi" de las máquinas y un leve punzón en mi brazo izquierdo. Tenía algunos cables y una mascarilla de oxígeno, lo demás lo desconocía. 

Oía gritos fuera de la habitación y una puerta abriéndose. Unos leves sollozos se empezaron a escuchar. 

- Doctor dígame que se pondrá bien. - podía escuchar a Rubén. 

- Lo siento chico. No podré darle esa noticia. Está en coma. 


El hermanastro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora