No puedo creérmelo. Me prometí que no iba a volver a caer en las redes del amor. Solo traen problemas. Las mujeres están cegadas con el amor, pero los hombres solo los utilizan como objetos. Objetos que si les gustan se los quedan, y si no, los tiran a un contenedor.
Eso mismo me pasó con Ryan Prescott. En ese momento, yo estaba rellenita, por decirlo suavemente. Ryan y yo, llevábamos dos meses de novios. Yo pensé que era el amor de mi vida, maldita ilusa. Ryan comenzó a comportarse diferente. En el instituto no le veía, no leía mis mensajes (y cuando lo hacía me ignoraba), empezó a salir con otras chicas. Yo, obviamente, estaba muy celosa y necesitaba una explicación. Le invité a casa para que me contara lo que me tenía que contar. Empezó diciendo que le estaba empezando a gustar otra persona y que lo nuestro no funcionaba, que yo era gorda y no le servía para nada. Yo me negaba a reconocerlo, no entendía que podía haber hecho mal. Ese día me pegó tal paliza, que pensé que me moría. En ese momento me sentí como si alguien hubiera tirado un gran peso encima de mí y no pudiera respirar, como si ese peso fuera rompiendo mis huesos poco a poco. Él, fingiendo, dijo que había tenido un accidente y se marchó. No lo volví a ver, jamás. A partir de ese momento, tuve que afrontar el bullying en clase, el accidente de mi padre, suspensos, mudanzas y depresiones.
Pero prefiero no recordarlo, en el caso contrario, comenzaría a ahogarme en mis propias lágrimas. No le deseo esto a nadie, ni a Ryan.
Me levanté de la cama y fui al supermercado más cercano a comprar un cargador para mi móvil. Necesito saber en qué parte de Madrid estoy. Si es que estoy en Madrid...
No me costó mucho encontrarlo, ya que era un iPhone. Cuando regresé a la habitación y cargué el móvil, miles de notificaciones me llegaron. Que me haya ido fuera durante un día no es tan grave, supongo.
Comencé a leer unos cuantos. Donde estás, vuelve, te echo de menos, vuelve, como estas, vuelve...
Tal vez esté dramatizando mucho la situación y no hasido para tanto. Cuando me dijo eso en el supermercado, recordó mi historia con Ryan y todos los libros de recuerdos que tenía en mi estantería se cayeron de golpe en mi cara. Tal vez solo soy una niña a la que le muestran su juguete roto en la cara. Tal vez esa niña tenga que darse cuenta de que es mayor y que no le importa, ya pasó la burla por parte de los demás. Esa niña ya tiene 17 años y sabe cómo se puede comprar otro juguete, y esta vez no se lo van a romper. Tal vez, esa niña tenga que volver a casa.
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El hermanastro.
Teen FictionLa historia de una adolescente que se muda junto a su madre a la casa de su nuevo padre y hermanastro. Ella no quiere aceptar el tener que convivir con ellos. Cuando sus padres deciden irse a un viaje, ella va a tener que aprender a convivir con un...