Capitulo II

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Llegué furiosa a mi casa, aventé mi bolso y zapatillas con furia. Eduardo Romero era un hombre insoportable, insufrible, ególatra e imbécil a más no poder. ¿No sé en qué momento llegue a pensar que era atractivo? Y lo peor de todo es que aún lo seguía encontrando así, no tenía remedió. Sin duda alguna es misterioso, intimidante y era un hombre que me intrigaba en demasía . Su forma de hablar, de mirar, su porte, todo en él es fascinante. En estos meses trabajando a su lado siempre lo he visto como alguien de carácter imponente y que lucha por lo que quiere.

Realmente lo admiraba, pero todo se vino abajo hoy, cuando me a tratado como si no fuera nadie. —¡Ya, basta!— «me regañe a mí misma» estoy furiosa con ese hombre, el ser guapo y tener dinero no le da el derecho a ser un patán, uno de tantos. También no era que yo me fijara en puros patanes, pues realmente no tenía mucha experiencia en el amor, o con los hombres; pero él, sin duda encabezaría mi lista de idiotas. Claro, si tuviera una.

—¡¿Pero que se cree ese hombre?!
¡decirme que yo no soy el tipo de mujer en la que él se fijaría! Ja, como si él fuera el tipo de hombre en el cual yo me fijaría... ¡Ahh, aunque a quién engañas Monique, obviamente si te fijarías en él!—gríto llena de frustración—mira que encima decir que yo me enamoraría de él. ¡Ja! Que ego más grande a de tener ese tipo. Aunque realmente me tiene sin cuidado. — Iba parloteando por mi pequeña cocineta, mientras me preparaba un café. Había herido mi ego, Dios sabe que yo no soy así, pero nunca me he considerado una mujer fea, o con falta de sensualidad. —Sin duda es un engreído, por lo menos Cristian Grey era diferente. ¿Pero rayos? ¿Que demonios estoy pensando? Comparar a un hombre ficticio con uno real, solo yo hago este tipo de estupideces, Monique Gregory no cabe duda de que ese hombre te dió directo en el orgullo. —Después de tomar un cuarto de botella de whisky en mi café me fui a la cama, al menos ya no estaba tan cabreada como hace un rato. Lo único que quería era descansar para dejar de darle vueltas a ésta situación que me estaba matando. Entonces la burbuja de chat apareció en mi teléfono. Era mi mejor amiga, Samantha.

—Hellou preciosura ¿Cómo estás?
Ya no has hablado conmigo, que sucede ehh.

—Lo siento mucho, de verdad que he tenido de trabajo hasta el cuello. Sabes que debo pagar renta y medio comer. Bueno mientras no me falte el café todo estará bien.

—Tú, chica cafeinomana,
enfermeras si solo vives a base de café. Prométeme que estás comiendo bien Moon. —Puse los ojos en blanco, ella siempre preocupándose demasíado por mí.

—Se, se... te prometo que estoy comiendo bien. En la publicidad hay un comedor así que ya no te preocupes tanto.

—Bueno, cuéntame ¿Que tal va todo por allá? ¿Y el papasito de tu CEO*?—no pude evitar bufar. —¿Que paso Monique, te trato mal el muy imbécil?

—No, no, nada de eso... es solo que últimamente está de un humor insoportable. Se nos viene una campaña grande y pues son clientes exigentes. Ya sabes.

—No, no sé. Pero si me imagino. —Solté una sonora carcajada. Hablar con Sam siempre me hacía poner de buen humor.

—Tonta —dije entre risas.

—¿Que? Es verdad, no sé, recuerda que aún no he trabajado en un lugar así.

—Sam ¿Cómo va todo en casa?

—Mmm, realmente no lo sé, Monique. Tú mamá sigue llendo al club como si nada, tus hermanos como siempre, igual de patanes y pretenciosos, —mis hermanos siempre se habían creído la última gota de agua del desierto. Creyendo que todas las chicas morían por ellos, su fama de casanovas ya estaba bastante regada y aún así las chicas seguían cayendo ante sus "encantos"—. No se que les ven las chicas amiga.

La fuerza del destino (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora