Capitulo XXVII

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Miedo

Voy saliendo poco a poco, eso sí, hay días peores que otros. Pero no tanto en mi salud, pues mi cuerpo se ha ido recuperado muy bien.

Lo que odió es no poder recordar nada, y cuando trato de recordar me agobia una terrible jaqueca.

Los médicos dicen que es normal, que mi mente poco a poco irá llenando las lagunas que ahora hay en ella.

Pero simplemente no puedo, siento que debo recordarlo, por muy traumático que eso pueda ser. Quizá otras en mi lugar estarían felices de haber olvidado esa experiencia, pero yo no, no, yo siento como si una parte de mi faltará.

Han pasado dos meses desde que estoy aquí, estoy pensando en volver a mí apartamento ya.

Detesto sentirme como una carga o una inútil, aunque trato de mantenerme activa durante todo el día ayudando a Nora en la cocina; yo creía que era ella quien hacia el aseo de toda la casa «que es muy grande debo añadir» pero no, diariamente vienen dos chicas a hacer el aseo de la casa, Nora simplemente se encarga de la comida y darles indicaciones.

Hace quince dias trate de ir sola al supermercado a comprar cosas para preparar pasta pero sentí un miedo incontrolable, no pude pasar del portón.

La primera vez que salí de la casa me dió un ataque de pánico, automáticamente entre corriendo, hiperventilaba y el corazón latía a toda velocidad, sentí la necesidad de gritar. Tarde un buen rato en volver a tranquilizarme... Nora me abrazo fuerte tratando de calmarme, ella me ha ayudado mucho, es una mujer maravillosa.

He ido superando poco a poco el terror, porque no es un simple miedo. No, es terror real a volver a vivir algo así. Nora me a invitado a acompañarla a hacer la despensa varias veces, con eso he ido recuperando libertad y confianza, últimamente Eduardo se va muy temprano a la publicidad, no ha dejado de ser lindo ni tierno, de hecho sus cariños aumentan cada día más. le he dicho varias veces que puedo volver a trabajar pero alega que el jefe sería un maldito si permitiera eso.

Hoy en el desayuno le volví a decir que podía regresar a trabajar pero continua en su postura sobreprotectora.

— Volveré a la publicidad hoy Eduardo.

— No lo creo — dijo estando a un sorbo de su jugo.

— ¡Vamos! ya estoy bien, puedo
trabajar — alegue.

— Aún no muñequita, por favor comprende.

— Pff.... Eduardo has estado trabajando mucho tú solo, y sabes que soy muy buena encontrando a excelentes clientes. Recuerda que fui yo quien te consiguió el contrato con Mr Erik.

Eduardo trago duro y tosió, me pareció un poco extraño, además ya no había vuelto a mencionar nada de cómo iba con ese negocio.

— Lo sé, sé que eres una profesional y hueles el dinero a kilómetros — sonrió —. pero aún es muy pronto.

— Agrrr... — gruñi —. si yo fuera la dueña.

— Pues si, pero el jefe soy yo, que conveniente ¿eh? — me guiña un ojo, y yo arrugó la frente.

— Vamos, ya estoy bien, además no me has contado cómo va todo, seguramente tendrás mucho trabajo ahora mismo — digo peleandole.

— Volverás, obviamente te quiero ahí conmigo. Pero no lo haras ahora, al menos espera un mes más, ¿Esta bien? solo no quiero que vayas a enfermarte o
algo... — su mirada era intensa — Solo trata de comprenderme. No soy de los hombres machistas que dejan a la mujer en casa, ni que viven en la edad de piedra, simplemente trato de protegerte
Monique — dijo ésto último en un suspiro cansado, sí, hemos tenido demasíadas veces ésta conversación.

— Pero... Eduardo. ya me siento bien. ¿porque no quieres que vaya? y protegerme de que, ¿Que a pasado que no me estás diciendo?

— En la noche hablamos muñequita — se levanta de la mesa y mira su reloj — Mirá la hora, ya voy tarde — se despide besando mi frente, luego se inclina y besa mis labios, siempre me pasa lo mismo, mis manos hormiguean y mi estómago hace de todo, sus besos me siguen emocionando y olvido todo.

Mis sentimientos hacia él cada día crecen más, en ocasiones me asusta su intensidad, la manera en la cual me mira y como quiere protegerme de todo. Justo hemos hablado de mí ataque, sé que ambos lo necesitamos, así el perderá peso de esa culpa que yo sé, aún siente, no hemos tenido intimidad, aunque en ocasiones si hay de todo... él me vuelve loca, la otra noche toco mi puerta y entró, al ver el reloj de la mesita me percate que era de madrugada.

— Hola preciosa — dijo con voz ronca.

— Hola sr Romero —  me gusta decirle así para mantener la emoción — ¿Que hace tan tarde despierto?

— No podía dormir al saber que estás
aquí — dice mientras se acomoda detrás mío y me jala hacia el, quedamos de cucharita. Su calor cobija adoro sentirme así, es una sensación que solo él provoca, y bueno no es que hubiera dormido con muchos otros antes.

— Bueno, entonces quédate
conmigo — besa mi cabeza.

— Adoro tu aroma a vainilla... creo que te compraré todos los shampoos del supermercado que sean de vainilla. —Reí ligeramente.

— Eres increíble.

— Y tú hermosa, adorable, encantadora, sexi... — ésto último lo inhalando en mi oreja, hizo que se erizarán todos los vellos de mi piel.

— ¿Está tratando de seducirme sr Romero?

— No lo sé, ¿se puede? — dijo susurrando mientras mordía mi oreja. Eso me hizo retorcerme bajo su agarré.

— ufff... — Exclamó, gire mi cabeza para ver que había pasado — no vuelvas a hacer
eso — me peleó.

— ¿Hacer que? — pregunté inocente.

— Moverte de esa manera hacia atrás.

Entonces comprendí todo, lo estaba exitando.

Mi interruptor de chica traviesa se activó, lentamente moví mi trasero hacia su cadera y volvió a gemir presionando mi vientre con su mano, lo volví a hacer una vez más fingiendo que me estaba acomodando.

— Por dios Monique — gruñó — cuando sigas haciendo eso toda mi fuerza de voluntad se irá a la mierda, ¿Acaso sabes lo que me causas? ¿Tienes si quiera una idea?

— Pero si no estoy haciendo nada — mentí de manera angelical.

— ¿A no? — empujó su cadera a mi trasero y lo pude sentir, estaba realmente duro.

Me gire para estar frente a frente, levanté una mano y acaricie su rostro su cabello, nuestras miradas sosteniéndose.

Me acerque y lo bese, lentamente, algo se sentía despertando en mi interior, el calor subiendo por todo mi cuerpo, Eduardo intensificó el beso y abrí la boca para dejarle pasar a su antojo, mi mano vagaba por todo su cuerpo tocando su espalda sus hombros su pecho, todo él era ardiente.

Su mano recorría sin ningún decoro mi cuerpo, su mano pasando por mí entre pierna me hizo soltar un gemido. Su boca dejo la mía y comenzo a besar mi cuello, subió lentamente mi blusón y automáticamente recordé mi sueño, solamente que ésta vez era completamente real, estaba conmigo porque me quería a su lado, eso me hizo arder aún más. su boca se chupo mis dos pezones haciéndome arquear. Mis manos ahora estaban en su cabello agarrándolo firmemente.

Su boca iba bajando cada vez más, su lengua probando mi piel, al poco tiempo sus labios besaron mi entrada... pero aún llevaba puesta mi ropa interior, mi vientre se contrajo con anticipación, me llene de nervios pero era más mi deseo de sentirme llena de él.

Con cuidado agarró mi ropa y comenzó deslizarla por mis caderas, la bajo completamente mientras me miraba. su mirada estaba llena de deseo sus ojos negros ardían en exitacion. Sin decir una sola palabra tomo mis piernas y las abrió no podía contenerme, yo misma le acerque a mis pliegues.

Pasamos la noche entre jugueteos y ardor, finalmente me quedé dormida en su pecho, ésta sí que era una buena forma de caer rendida.

La fuerza del destino (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora