Capitulo XLVII

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¿Que tan efímera puede ser la felicidad? hoy la tienes, pero de mañana no tienes la certeza. Así que disfruta cada día al máximo, ama hoy, perdona hoy, nadie tenemos comprado el futuro.


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Monique

Hoy es un día triste, es el funeral de la madre de Eduardo, no ha dicho mucho, más sin embargo sé que le ha dolido. Habíamos estado llendo a verla más seguido, incluso ambos hablaban más, al final estoy segura que él la perdono del todo.

—¿Leonora ya se fue? —pregunto Eduardo anudando su corbata, yo me estaba calzando unas balerinas bajas, el funeral sería en un panteón un poco lejos, a lo que Edi me contó tenía un mausoleo donde había enterrado a Elizabeth, su madre estaría aun lado

—Si, se fue temprano para arreglar todo en la funeraria —lo abrace desde detrás y apoye mi mejilla en su espalda, él tomó mis manos y se giró.

—Me duele —dijo en un susurro.

—Lo se cariño —respondí con empatía.

—No creí que regresaría a mi vida, y mucho menos que también partiría de ésta manera —ella había sufrido mucho, al final decidimos no seguir su voluntad y la mantuvimos dormida la mayor parte del tiempo, el dolor era insoportable, en los ratos dónde estaba consiente y estuvimos ahí ella se esforzaba por no mostrar dolor, pero lo veíamos en su semblante, ó hasta que pedía le dejaramos descansar.

— Todo está bien, ahora esta descansando amor, sé que te amaba, y lo importante es que para el final: todo se arregló, ahora ella está tranquila y sin dolor.

—¿De verdad lo crees?

—Por supuesto que sí —articulé con seguridad — ella misma lo dijo. Te amaba y murió tranquila sabiendo que de alguna manera tú también lo hacías y la habías perdonado. Le diste felicidad cariño y te admiro enormemente por eso.

—Si la amo Monique, al final supe que de nada servía que continuará con mi odio hacia ella. Todos cometemos errores, y ella ya suficiente tenía con lo de su enfermedad como para yo sumarle más.

—Te amo Eduardo Romero, eres un hombre muy equilibrado, y siempre terminas por hacer las cosas bien —él sonríe y besa mi cabeza.

—No siempre hago las cosas bien muñequita, pero desde que llegaste a mi vida siento que por fin la vida me da tregua y puedo, podemos —corrigió —ser felices. —Algo dentro de mí se removió, yo también sentía lo mismo, y queria una vida a su lado, con hijos en un futuro, y ¿Por qué no? hasta llevarlo a Irlanda a conocer a mi familia, quizá ya todo estuviera olvidado y de verdad seamos felices.

—Si —apreté mi abrazo aún más —, eso quiero, deseo de verdad ser feliz a tu lado mi amor. —Salimos de la casa hacía el panteón. Cuando estaba a punto de subir al auto sentí como si alguien nos observará, voltee hacia todos lados, pero no era nada, a Eduardo mí acción no le pasó desapercibida.

—¿Que sucede? —pregunto con curiosidad —, ¿has visto algo? —Negué con la cabeza.

—No, solo... no te preocupes no ha sido nada — le reste importacia.

—¿Segura? — volvió a preguntar antes de entrar en el vehículo y mirar hacia todos lados.

— Si, segura. —le imite subiendo al auto. Ya antes había tenido este sentimiento de ser vigilada, asumí que era por lo que pasó meses atrás. Tal vez inconcientemente aún me sentía insegura.

La fuerza del destino (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora