CAPÍTULO LII

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Monique

—Gracias, por acompañarme —dijo ella con esa voz tan falta de emoción a la que ya estaba acostumbrada. ¿Pero... que más me podía esperar? Después de decirle que se marchará me había sentido tan culpable, pero ella sólo pensaba en el dinero, se creía superior a todo aquel que no le agradará, y yo no permitiría que lastimarla a Eduardo o Nora, ellos me habían apoyado cuando nadie más lo había hecho, eran mi familia. Samantha había querido acompañarnos, pero le había dicho que iría yo sola. No quería que nuevamente nos viera pelear. Pero también muy en el fondo quería ver si al menos podía hablar tranquilamente con mi madre, no quería dejar las cosas así.

—No es molestia mamá —pronuncie sin emoción alguna.

—Bueno pues... por como me trataste pareciera que soy la persona que más odias sobre la faz de la tierra. —Eso me hizo voltear a verla desconcertada ¿Cómo podía decir eso?

—¿Disculpa? —articulé sin poderlo créer.

—Ya me has oído, querías deshacerte de mí, pues lo lograste, haz con tu vida lo que te plazca, nunca te a importado lo que tu padre y yo dijéramos. Ahora estás aquí viviendo con un hombre que es mucho mayor que tú. Si, es muy guapo y también tiene dinero, después de todo no ibas tan alejada de mi. Pero eso no lo ves mal porque tú lo has elegido, en cambio a tu padre y a mí si nos crucificas por querer ver por tu futuro y el bienestar de la familia. Ahora podrías estar disfrutando de una gran fortuna, y hasta te podrías casar con el hombre que tú quisieras. Pero no, decidiste simplemente hacer lo que querías haciendo aún lado a tu familia.

—¿Ser feliz se te hace tan malo? —pregunte ya cansada de esta conversación. Ya no quería pelear —. Deberías estar feliz de saber que aquí tengo todo lo que siempre deseé.

—¿Y que es eso?

—Amor. —Pero ya no respondió nada. Ambas nos quedamos un buen rato sentadas viendo los minutos pasar, era uno de esos silencios horribles, en los que te cuesta hasta respirar.

—Supe que mi hermano se casó con Loida —dije para romper aquel gélido invierno entre nosotras.

—Asi es, con la hija de los O'Hara. Ella heredó de su abuelo varias hectáreas de tierra. Tenían sembradíos muy grandes, fue una buena boda, por supuesto todo lo pago la familia de ella.

—Me alegra, es bueno saber que uno de sus hijos cumplió con las expectativas de la familia.

—Bueno, pues Johan está haciendo la labor de enamorar a esa chiquilla que heredó lo del señor Jefferson. No será nada fácil puesto que sus padres creen que va tras ella solo por su dinero.

—¿Y no es así? —Pregunte con irónia.

—Claro que si, pero ella no tiene porqué saberlo. Tú la viste, es una chiquita simplona y fea. Obviamente tu hermano la enamorara fácilmente, lo difícil serán sus pafres. —Yo simplemente sonreí incrédula, mi hermano era un un digno desendiente de ella. El dinero, el dinero era lo único que le importaba a mi familia.

—Pues genial por él, espero que sean muy felices.

—Tonterias, después de que se casen el puede divorciarse y ser acreedor a sus cuentas bancarias, el matrimonio será mancomunado por supuesto.

—Pues espero que sus planes resulten.

—Ya la tenemos en la mano —dijo mirándose las uñas, como si robarle el dinero a base de engaños a una chica fuera cosa del diario. Y yo sólo pensaba que le partirían el corazón a una chica inocente.

—Me alegro que sea así... —Y nos quedamos sumergidas nuevamente en un incómodo silencio, yo no hallaba como romperlo esta vez, y realmente no sabía si quería. Había olvidado cuánto odiaba las charlas tan banales de mi madre.

La fuerza del destino (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora