CAPÍTULO LIII

810 140 40
                                    

•Eduardo

Era realmente tarde, y Monique aún no llegaba, me estaba poniendo nervioso.

-¿A qué hora salía el vuelo de su madre? -Le pregunté por segunda vez a Nora.

-Era a las ocho.

-Son las diez treinta, Nora.

-Pero no te preocupes hijo, probablemente se retrasó, eso sucede muy amemudo por el mal tiempo.

-Pero ni siquiera responde su teléfono, ella no hace ese tipo de cosas.

-Quizá su teléfono se descargó, Eduardo. -Hablo Samantha, yo voltee a verla.

-Si, quizá sí. -me senté en el sofá pero de inmediato me levanté, me era imposible poder calmarme. No, no lo haría hasta que viera a Monique cruzar por esa puerta -. Llamaré al aeropuerto para saber a qué hora salió el vuelo a Canadá. -Nora y Samantha asintieron. Comencé a marcar, y pedí información. Me dijeron justo lo que no quería escuchar: el vuelo había salido sin contratiempos, y puntual. Colgué sintiendo como me apretujaban el corazón, algo no estaba bien, de inmediato ambas se levantaron, supongo vieron mi expresión.

-¿Que sucede, hijo?

-El vuelo salió a tiempo Nora.

-¿Y no pasaría a comprar algo? -inquirió Sam.

-Probablemente si Edi, no te preocupes, -le secundó Nora.

-No, no, Monique no hace esto, ya nos hubiera llamado. Quizá el coche se le descompuso -hable para mí mismo. Tome las llaves de mi auto y comencé a caminar con prisa hacia la puerta.

¿A donde vas Eduardo? -inquirió Nora.

-Tengo que ir a buscarla, no puedo quedarme aquí solo esperando. No puedo.

-Voy contigo -dijo de inmediato Samantha.

-Tambien yo -le secundó Nora. Así que los tres salimos en busca de Monique, yo iba con los nervios de punta. Nora subió del lado de copiloto y Samantha en la parte trasera. -Abrochen sus cinturones por favor. -Fue lo único que logré articular, encendí el motor y fui en busca de Monique, fui a vuelta de rueda esperando ver su carro varado en algún lugar, pero nada, no había nada, mi esperanza era encontrarla en el aeropuerto.

Entramos al estacionamiento y acomode el auto. Baje rápidamente y vislumbre todo aquel lugar, no había muchos autos. Comencé a caminar cuando una voz me detuvo: era Samantha. -¿Disculpa? perdón, no te escuche.

-Te decía que nosotras iremos a buscarla dentro.

-A, si está bien, nos vemos aquí por cualquier cosa. -Y seguí caminando sin ver su reacción, algo no me gustaba de esto, o quizá estaba siendo demasíado paranoico. Dios, esperaba solo estar siendo eso, no quería que le pasará nada. Tras caminar varios minutos no había encontrado nada, pero a lo lejos algo llamó mi atención, corri hasta que llegue a el, el alma abandono mi cuerpo, el mundo se desmoronó a mi alrededor, era el celular de ella, estaba hecho trizas. Me agaché y volví a levantarme, camine en círculos mirando hacia todos lados, me agarré el cabello queriendo arrancarlo, me sentía desesperado -¡Monique! -grite lo más fuerte que pude, ¿Que había pasado? ¿Que demonios había pasado? tome todo lo que era rescatable, parecía que habían pasado las llantas una y otra vez por sobre el no queriendo dejar nada. Corrí hacia mí auto, las chicas ya estaban ahí esperándome.

-Eduardo, Eduardo, ¿Que sucede? -pregunto Samantha asustada, abrí las manos y les mostré los trozos del celular. Acto seguido Sam se llevó las manos al rostro y comenzó a gemir -¿Donde está? ¡¿Eduardo, donde esta mi amiga?!

-No lo sé -solté desmoronándome de rodillas sobre el suelo, sentía el alma partida. ¿Donde estas amor? ¿Que rayos paso? Eran las preguntas que no dejaban de repetirse una y otra vez en mi cabeza.

-La encontraremos -hablo Nora con un hilo de voz -vamos a la policía hijo...

--La policía, cierto, debemos ir. Ellos la van a encontrar. -Decía mas para mí que para ellas. Subimos al auto y pisé el acelerador, llegamos pronto a la estación, ni siquiera me percaté de haber acomodado bien el auto, simplemente quería que la encontrarán. Al llegar tuvimos que esperar a que alguien se desocupara y nos pudiera atender, siguiente a eso tuve que llenar un formulario para que después nos pasarán con alguien que pudiera hacerse cargo del caso.

-¿Cuanto lleva desaparecida la persona? -pregunto el oficial.

-Dos horas.

-¡¿Dos horas?! -y soltó una risita -Señor no podemos hacer nada aún, necesitamos que pasen veinticuatro horas de su desaparición.

-¡¿Cómo?! -gruñi, como era posible esto, no podía ser cierto.

-Además señor, ¿usted esta un cien porciento seguro que está desaparecida? ¿No sé han peleado, o que ella esté con sus amigas, o que se haya ido de juerga? Eso sucede con mucha frecuencia señor Romero. ¿O... no tendrá un -"y se aclara la garganta-" amiguito? -dijo haciendo comillas con los dedos, y juro que en ese momento me quise levantar para partirle la cara, pero Nora me agarró del brazo deteniendome.

-Eduardo... -susurro ella.

-Yo soy su amiga oficial, y ella solamente iba a llevar a su madre al aeropuerto. Por eso estamos tan preocupados, y su novio -hizo ademán a mi -encontró su celular tirado y hecho añicos. Por favor, se lo ruego, ayúdenos. -El oficial por primera vez desde que entramos nos puso atención.

-Como les dije, no podemos hacer nada hasta que pasen las veinticuatro horas reglamentarias. Lo lamento mucho, si en ese transcurso del tiempo ella no a vuelto, regresen, estaré gustoso de ayudarles. -No lo harían, y mientras tanto Monique estaba quien sabe dónde, o con quien, me levanté de la silla sintiéndome inservible he impotente, salí sin si quiera dar las gracias, aunque, gracias ¿por qué? Realmente no había he hecho nada. Estando fuera Samantha y Nora llegaron hasta donde yo me encontraba.

-¿Que haremos? -inquirió Sam claramente afectada. Apenas había llegado, Monique estaba feliz de tenerla aquí, si no hubiera sido por su madre... de pronto sentí el coraje hirviendo dentro de mí y le di un puñetazo al coche en el Cofré.

-Eduardo, vamos a casa, quizá Monique esté allí ya. -articuló Nora.

-Si Eduardo, vamos -le secundó Sam. Yo me restregaba el rostro con las manos.

-Si, vamos.

Llegamos a la casa, todo se encontraba oscuro. Baje del auto sintiendo el corazón en la garganta, rezando porque Monique estuviera dentro, no me importaba nada, solo quería ver sus ojos grises, y sus labios curvarse en una sonrisa. Abrí la puerta con cierto temor, pero era temor a no encontrarla, barri toda la estancia con la vista, y no la encontré. Entonces subí a prisa las escaleras

-¡Monique! ¡¿Monique, estás aquí cariño?! -Pero no hubo respuesta... nada. -¡NO! ¡No! ¡Nooo! -solté desgarradoramente, ¿Donde estaba? Quién se la había llevado? ¿Estaría bien? Saque mi teléfono y comencé a marcar su número.

-Diga.

-Necesito de sus servicios nuevamente, soy Romero, ¡es urgente! -dije con voz entrecortada, el dolor me estaba carcomiendo.

-Donde quiere que nos veamos.

-En mi oficina, en media hora. -baje rápidamente y ni siquiera les comunique a donde iba.

-¡Eduardo! ¡Eduardo! -gritaron las dos al unísono, pero no dije nada, simplemente cerré la puerta tras de mí. La encontraría, así tuviera que ir hasta al mismísimo infierno por ella; Juro que lo haría, y mataría a quien se haya atrevido a hacerle daño.


____________________________


Rayos, ¿a quien habrá llamado Eduardo? ¿Y quién se llevó a Monique? 😭😭😭😭

La fuerza del destino (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora