Capitulo VI

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En ocasiones te preguntas si las decisiones que has tomado para tu vida han sido buenas, si han sido las correctas, si serás feliz si has sido lo suficientemente maduro para decidir por tí mismo. Para mí, el salir de casa, el abandonar a mi familia, mi hogar, no me a traído nada bueno. Un trabajo con un jefe de mierda, una vida solitaria, un auto inservible, cenas congeladas, demasiado café, sin una mascota que me haga compañía por las noches, y mínimo simular hablar con el. Entonces todo se resume a éste momento, mi final, a mis veintiséis años, con tanto por hacer, con tanto por vivir. Y es entonces que me preguntó ¿Valió la pena? ¿Realmente valió la pena mis ansias de "libertad"? Ya no lo sabré.

Había llegado mí final, ya no sentía el dolor, solo la tibieza de la inconsciencia. No era posible terminar de ésta manera, no era justo. Moriría golpeada y abusada hasta morir, el tipo estaba encima mío, podía sentir el peso de su cuerpo sobre mí, como en ocasiones me faltaba hasta el aire, podia sentir sus asquerosas manos tocando mi piel. ¿Cómo alguien puede hacer ésto? ¿Cómo puedes dañar a alguien de ésta manera sin sentir absolutamente nada? ¿Sin importarte su familia, si podría tener hijos, esposo, hermanos o padres? El qué sentirán al encontrar el cuerpo de su ser querido hecho mierda. Escuchaba sus respiraciones en mi oído, me daba asco. Su aliento nauseabundo rozaba mi mejilla, besaba mi cuello, mi rostro. Queria vomitar cuando lo sentía lamerme.

A nadie, ni siquiera a mi peor enemigo le desearía vivir algo como ésto. ¡Quería gritar que parará, ó que de una vez me matara! Quería llorar de impotencia, pero no podía, me sentía débil, cansada. Apenas y respiraba con esfuerzo.

Rogaba para que se quitará de encima mío,  pero no podía, no tenía fuerzas suficientes para moverme o hablar si quiera, me había golpeado hasta el cansancio. Yo solamente rogaba porque alguien pasará y me ayudara, que lo quitarán de encima mío. Al final no quería morir, no de ésta manera Ni siquiera llegaría a los veintisiete años.

Había tantas cosas que aún no hacía; quería aventarme de un paracaídas aunque le tuviese pavor a las alturas, aún no veía una maratón de películas de terror con un montón de palomitas y nachos.

Deseaba ir a una playa nudista y tomarme fotografías así. Tener un novio que me quisiera, sentir el estar enamorada, pese a mis 26 años aun no sabía que era eso. Tener mucho sexo. Quería entrar a una boda y decir —Yo me opongo —sería genial ver la cara de todos para después salir como alma que lleva el diablo. También quería besar a Robert Downey jr, si, quizá eso era un poco irrealista, pero aún así estaba en mi lista, había tanto que quería hacer, disfrutar, llorar, queria vivir. Vivir de verdad.

No quería marcharme aun, había tantas cosas que no había hecho. No estaba lista para partir, no aún. Pensé en mi familia, en como tuve que alejarme de ellos sin siquiera despedirme. Si supieran que he muerto, “en caso de que lo supieran” ¿Sentirían culpa por haberme querido obligar a casarme? No lo sé, solamente sé que me hubiera gustado ver a mis hermanos una última vez, a mi madre, incluso al insensible de mi padre. Quizás cuando vieran las noticias sabrían que me perdieron, solo espero al menos cubrieran mi rostro, no me gustaría que anduviera rodando por las redes mi miserable muerte y mi cuerpo todo ultrajado y golpeado.

Recordé a Samantha mi única y mejor amiga, ella me ayudó tanto y no podré despedirme, no podré abrazarla una última vez, las lágrimas ahora sí corrían por mi rostro, moriría y quizá tiraría mi cuerpo donde nadie lo pudiera encontrar. Quizá me cortaría como lo hacen esos hombres de las películas, el terror se cernía en mi pecho, solo espero que no doliera tanto...

Ya era tarde para decir adiós: estoy completamente segura que me matará y quién sabe si alguien algún día encuentren mi cadáver. Es jodido aceptar que vas a morir ¿Eh? demasíado bizarro saber que abandonaras el mundo de esta forma. Mi mente no dejaba de darle vueltas a todo y nada, no dejaba de repertirme que iba a morir.

Pero de pronto sentí una ligereza extraña, ya no sentía la misma opresión sobre mi pecho, quizá ya había muerto pues no sentía nada. Pero no, a lo lejos escuché una voz masculina gritando, “esa voz, yo la conocía”. Era él,  Eduardo, ó quizá realmente yo estaba muy mal y ya me encontraba alucinando, no creía que de verdad hubiera venido por mí ¿Por qué lo haría?

—¡Maldita basura! ¡Te vas a arrepentir de haberle hecho ésto a ella, hijo de puta! —Sus gritos estaban llenos de furia. Empecé a escuchar golpes fuertes, pero tuve miedo de que aquel tipo fuera a hacerle daño a Eduardo. Escuchaba gemidos seguidos de mas golpes.

De pronto algo pesado cayó al suelo quejándose, ¿No sé cuánto tiempo pasó? Seguramente no fue mucho aunque yo lo sentí como una eternidad. Trate de incorporarme pero me dolió todo, el aire escapó de mis pulmones y la cabeza me dió vueltas. Era como si estuviera rota desde dentro, solté un gemido lastimero sin querer, de inmediato Eduardo estuvo a mi lado...

—Ohh por dios, Monique, vas a estar bien, ¿Esta bien? llamaré a una ambulancia. Ese bastardo... ¡Debería matarlo! — Se levantó pero alcance a sujetar su mano con las pocas energías que me quedaban.

—N... no... no.. por favor –solté con trabajos, tosiendo. De inmediato tomo mi mano entre las suyas.

—Tranquila, no te dejaré sola, aquí estoy cariño, perdóname, perdóname, perdóname por favor. ¡¿Como diablos paso ésto?! ¡¿En qué carajos estuve pensando cuando te deje salir sola tan tarde?! — Soltó lleno de culpa —¡MIERDA! ésto es mi culpa, todo es culpa mía. Joder, joder, joder... – decía entre sollozos. Intenté tranquilizarlo, si moría no quería que se quedará con la culpa. Esto no era culpa de nadie: más que del tipo que decidió hacerme daño. Trate de decir algo pero ya no tenía fuerzas suficientes para pronunciar las palabras.  Mis ojos se comenzaban a cerrar, o creo ya los tenía cerrados realmente no lo sé, me sentía muy débil y cansada. Comenzaba a sumergirme en un pozo negro, me costaba respirar...

—Monique, Monique, por favor, no cierres los ojos ¡muñequita!  quédate conmigo... ¡MONIQUE! por favor... —Sus palabras las comenzaba a escuchar lejanas

“— !!Necesito una ambulancia para el cruce, entre avenida mediterráneo y avenida Ángeles, Estamos pasando los semáforos.

......

—¡¡Es una emergencia por favor!! maldita sea no lo sé, la atacó un tipo.

..........

— Puedo responder eso después, la necesito ya.

.......

— Eduardo Romero, ese es mi nombre.

.....

— Gracias, ¡ Y por favor dense prisa!”

Gritaba mientras acariciaba mi mano ligeramente. Su mano iba de mi rostro empapado, a mí mejilla, eso era tranquilizador, sin embargo ¿no sé qué era? no me sentía bien. Creó que no sentir dolor es peor que sentírlo, el dolor te conecta con la vida. La nada que había dentro de mí me decía que yo, ya estaba perdida.

Lo escuché gritar mi nombre con desesperación mientras acercaba su rostro al mío, me hablaba, lo sentía tan cerca que su calor me acarició una última vez, pero todo dejo de existir,  él, el dolor, el miedo, ya no había nada. Mí agarre se aflojo de su mano, no me había percatado que aún lo tenía sostenido...  Me deje llevar por una tranquilidad inimaginable, ya no sentía nada, no escuchaba nada,  fui tragada por una profunda oscuridad, después, después por fin llegó la paz.

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La fuerza del destino (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora