XLVIII

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Estaba demasiado feliz, hoy por fin vería a Samantha, mi mejor amiga. Después de cuatro años, era de esperarse que en ocasiones me ganará la melancolía pero ahora que voy a verla, todo cambia... Eduardo solo me miraba ir de aquí para allá con una gran sonrisa.

—Es magnífico verte tan feliz —Eduardo me abraza por la espalda y besa mi cabeza.

—Es que no sabes el gusto que me da saber que la veré después de tantos años. ¿No sé? quizá me traiga razón de mi familia... me gustaría mucho poderles ver. Y... que tal vez te conocieran.

—Si, a mi tambien me gustaría conocer a tú familia muñeca. Tengo fé en que todo se arreglará, el destino nos debe ser felices.

—Si, es lo que eh pensando, hemos pasado por mucho, ya es hora de que seamos felices.

—Y lo seremos. —Y lo abrace fuerte. Sam llegaría dentro de dos horas y yo no podía concentrarme al cien por ciento en el trabajo, así que Eduardo me dijo que volviera a casa y me duchara para después ir por ella al aeropuerto. Deje lo que más pude hecho, tome mis cosas y baje a la recepción, fui al estacionamiento por mi auto, Eduardo había insistido en que tuviera el mío por cualquier cosa, eso de que anduviera en taxi no le era de mucha gracia.

Al salir del estacionamiento me puse mis lentes de sol y en ese momento una luz se reflejó en el espejo retrovisor, como un tipo flash, de inmediato gire para ver qué había sido, pero no sé veía nadie. Nadie salvó yo, era extraño éste sentimiento que últimamente tenía, ese de ser observada. Me estaba volviendo paranoica. Puse el auto en marcha y me olvidé de ese incidente, después de todo nadie podía entrar al edificio, pues estaba la caseta de vigilancia. Si alguien entraba eran solo los trabajadores con gafetes.

Volví a casa, agradeciendo que Edi me hubiera sugerido regresar, llene la bañera y me dispuse a darme un baño con sales, era relajante. Cerré mis ojos y recordé a mi madre, con sus largas faldas, siempre parecía que flotaba por sobre el suelo, sus andares eran tan elegantes, mi padre veinte años mayor que ella, al final por eso a ninguno de los dos se les había hecho extraño casarme con un viejo treinta años mayor que yo. Al recordar sentía un pinchazo de dolor, ¿Como si quiera pensaron que yo iba a estar de acuerdo en esa decisión? Que simplemente iba a agachar la cabeza y aceptar lo que ellos decidieran para mi vida. No fue justo, pero al final todo eso me había traído a Eduardo, una serie de eventos nos unió, esa es la fuerza del destino, lo que ya está escrito para nosostros, eso es lo que pasará, y no importa que, el destino siempre jugará sus cartas para hacer que pase.

Después de 45 minutos salí del agua, me sentía un poco más relajada, pero una tristeza se había instalado en mi interior. Seguramente era a lo que había pensado, no podía negarlo, extrañaba a mi familia. Me vestí mientras escuchaba un poco de música, comencé a acomodar mi cabello, era un desastre cuando no lo planchaba ó rizaba, éste se encontraba en el limbo de lo lacio y lo ondulado, era desesperante.
Al terminar de arreglarme quedaba media hora para que llegará el vuelo de Samantha, baje a toda prisa y apenas salí cerré la puerta bien, Eduardo había dado un "descanso" forzoso a su abuela, le había pagado un viaje a un pueblo muy bonito, ya tenía dos meses de haberse ido, y parecía que se sentía un poco mejor. Después de la muerte de la madre de Edi ella había estado muy deprimida, Eduardo le sugirió distraerse, y a regañadientes lo hizo, aunque creo que estará aquí la semana entrante, pues dijo que ya era suficiente. Yo solo deseo que ella y Eduardo estén bien, después de todo son mi familia.

(...)

Llegué con tiempo de sobra al aeropuerto, fui hasta la sala de espera que llegaba de Canadá, después de todo la pobre había tenido que tomar un vuelo de Dublín con varias escalas, puesto que ninguna aerolínea ofrecía vuelo directo. Me sentía nerviosa, por fin vería a esa melena pelirroja y rostro lleno de pecas, siempre fue muy hermosa, ella al contrario de mí, si parecía irlandesa, ¿yo..? No tanto, mi madre era la de raíces irlandesas, mi padre era americano, ¿Y cómo llego hasta allá? Pues fue en un viaje que realizó mi madre con varias de sus amigas a Estados unidos. Ahí mi padre la vio he inmediatamente se enamoró de ella, y como no hacerlo, mi madre era poseedora de unos ojos  esmeraldas, alta y de cabello rojo rizado, yo no me parecía en nada a ella, es más, ni a mi padre me parecía, mis tres hermanos eran muy parecidos a mamá, con ese cabello rojo, pero yo... mis ojos eran grises y mi cabello era castaño, ni mi padre tenía los ojos grises, él decía que yo me parecía a su madre, y si fue así ¿no entiendo por qué siempre ha sido tan frío conmigo? A mis hermanos siempre les proporciono de todo, ¿Pero a mí? Yo no podía salir, yo no tenía permiso para nada. Y mi madre... ella solo vivía para el dinero y su posición social.

Tal vez yo fui la hija no deseada, siempre me plantee que quizás mi padre no quería una hija, y yo vine a estropearles los planes.
En un momento incluso llegue a pensar en quitarme la vida, sentirte como una intrusa todo el tiempo no es muy bonito, pero mi carácter me ayudó mucho a poder continuar. Ahora me doy cuenta que el destino me tenía más amor del imaginado preparado.

El vuelo llegó y de inmediato me puse de pie, el corazón me latía como loco. Pronto la gente comenzó salir del túnel. Sonreían, otros parecían cansados, pero no lograba ver a Samantha. Al final alcance a ver un greñero pelirrojo... Era ella, me busco con la mirada mientras yo le hacía señas como loca, y al final posó sus ojos verdes en mí. Ambas sonreímos, ella comenzó a caminar más aprisa,yo acorte la distancia casi al llegar ella soltó las bolsas que traía y nos arrojamos a los brazos de cada una. A ésta parte de mi vida, a ésta pequeña parte le llamo, felicidad*

—¡¡Monique!! —chillo Samantha —, ¡¡oh dios mío!! ¡Estoy tan feliz, estás hermosa! —gritaba eufórica.

—¡¡Sam, Sam, Samantha!! No lo puedo creer, no puedo creer que estés aquí, frente a mí. Dios, ¡te extrañe demasíado! —La gente solamente nos miraba extraño, algunos sonreían, debíamos parecer un par de locas. Pero a nosotras no podía importarnos menos, al fin, después de tantos años estábamos juntas. Ella mi mejor amiga, quien me había ayudado a escapar de un una vida asquerosa y poco real, por fin estaba aquí. Nos separamos y ella borro su sonrisa del rostro.

—Monique, hay algo que tengo que decirte... —y entonces miró hacia alguien que venía, mi vista viajó hacia el sonido de esos tacones, venían tan cerca que de inmediato supe quién era. No había cambiado nada, su cabello estaba delicadamente arreglado, traía un vestido azul eléctrico que se entallaba provocadoramente a su cuerpo. No se veía con más de treinta años, y sin embargo tenía cuarenta y cinco. Llegó hasta nosotras sin mostrar un solo atisbo de emoción.

—¿Mamá? —articulé incrédula al verla parada frente a mí. Ella simplemente estrelló su mano en mi mejilla. Me había abofeteado.

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Híjole, éste arroz ya se cosio 😨😨😨😰😱
Recuerden que estamos en la recta final,a lo mucho faltarán unos siete capitulos 😏😉😊

La fuerza del destino (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora