CAPÍTULO LVIII

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Monique

Parecía que mi cabeza estallaría, y eso no era todo, me sentía dentro de un sauna, mi cuerpo se estremecía cada pocos minutos, mi pierna la sentía en carne viva, de pronto mi cuerpo comenzó a tener convulsiones involuntarias, la muerte, por fin estaba llegando.

Nuevamente pasaba de la conciencia a la inconsciencia, susurros se escuchaban a lo lejos, mi cuerpo era zarandeado con violencia, pero mis extremidades no respondían.

Siento algo frío en mi frente, pero las punsadas en mi cabeza no me dejan ni abrir los ojos, me duele todo.

Estoy ardiendo, me estoy incendiando —ayuda... por favor —pido débilmente.

Sentí unos brazos levantarme del infierno donde me encontraba, —M-me estoy quemando —susurre inaudiblemente.

—Vas a estar bien... yo te cuidó. —No, no lo quería a él.

—E... Ed... Eduardo... —soltaba débilmente gentre gemidos. Me metió dentro de una bañera, el contacto del agua fría con mi piel caliente me hizo casi saltar, sostuvo mi cabeza, me sentía desvaríar. Caí en la cuenta que no era la cama la que estaba incendiandose, era yo la que ardía. Deje de sentir nuevamente, entrando a esa deliciosa inconciencia.






Abrí los ojos, me sentía bien, se me hizo raro, despues de sentirme a un paso de la muerte. Lo que más me asombro fue que: me encontraba en mi habitación, en la casa de Eduardo, me levanté de inmediato, llevaba puesta una pijama de vaca, de esas que me gustan tanto. En eso se abre la puerta y entra Eduardo, sonriendo, yo sin pensarlo corro a sus brazos, sentía una necesidad enorme de sentirme cerca de él. Él me coge en el vuelo y me eleva, ambos estamos sonriendo.

-Oh por Dios, mi amor, creí que nunca más te vería. Mi vida, te extrañe tanto -solté en un solo aire.

-Mi muñequita, mi vida, no sabes la falta que me hiciste, me moría sin tí, te busque hasta debajo de las piedras.

-Sabía que me encontrarías, lo sabía amor mío.

-Ven vamos, vamos a desayunar, Nora ya nos a preparado, y Samantha está abajo.

-¿Sam, Sam sigue aquí?

-Sam nunca se fue mi amor. Aquí estuvo todo este tiempo.

-Quiero verla, -corri escaleras abajo, sonriendo como boba, mi mejor amiga aún estaba aquí, seguramente murió de preocupación, ella es así, tan sensible -. ¡Sam! -grite cuando estaba en la sala, ella salió corriendo de la cocina, traía la boca llena de algo...

-¡Moon! -grito de vuelta y corrimos a abrazarnos. Ambas llorabamos de la emoción. -Oh dios mío, Moon, Moon, estás aquí, Dios mío.

-Si... aquí estoy.

-Oh mi niña -esta vez fue Nora quién hablo, y se nos unió en un fuerte abrazo. -gracias a Dios estás bien.

-La van a Asfixiar, chicas -dijo Eduardo con voz cómica.

-La extrañamos mucho. -Cuando nos separamos las tres teníamos los ojos rojos, llorabamos de felicidad. Eduardo me abrazo desde atrás y yo recargue mi cabeza en su pecho, dejándome acurrucar entre sus brazos, seguía siendo él, mi Eduardo.

-Te amo tanto -susurro él a mi oído. Yo me gire y me colgué de su cuello. Olía tan bien.

-Te amo más, no sabes cuánta falta me hiciste. ¿Cómo me encontraste? ¿Cómo supiste que Alexander me tenía?

La fuerza del destino (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora